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Carreteras sin dueño, el país donde nadie patrulla

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Todos los días, miles de vehículos transitan por las carreteras federales de México mientras sus ocupantes sostienen una convicción inquietante: la de viajar bajo vigilancia que no existe. La Guardia Nacional patrulla, los puntos de control se multiplican, y sin embargo, los robos a transporte, los bloqueos y las extorsiones continúan como si la presencia institucional fuera apenas un decorado.

La paradoja es perturbadora: tenemos más instituciones dedicadas a la seguridad vial que en cualquier otro momento de la historia reciente, pero menos sensación de protección. Esta contradicción no es casual; es el resultado de un modelo que confunde presencia con prevención, y que ha subordinado la vigilancia profesional a la lógica de la ocupación territorial.

La Guardia Nacional fue concebida como institución de perfil militar. Sus integrantes reciben capacitación en tácticas de combate, en manejo de operaciones de seguridad nacional, pero no en las competencias específicas que demanda la vigilancia de carreteras. Un policía de caminos no busca enemigos; busca irregularidades, conoce las rutas, identifica patrones de comportamiento delictivo, maneja protocolos de atención a ciudadanía. Un militar, por el contrario, está entrenado para identificar amenazas y responder con fuerza. La diferencia es fundamental, pero ha sido ignorada sistemáticamente en la configuración de la seguridad vial mexicana.

Las cifras revelan la magnitud del problema. La Guardia Nacional, con presencia en gran parte del territorio nacional, no ha logrado reducir significativamente los índices de inseguridad en carreteras. No porque sus efectivos carezcan de capacidad operativa, sino porque su estructura organizacional y su formación no están diseñadas para la vigilancia preventiva........

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