Hace unos días Ruben Wagensberg consideraba "inhumano y loco que nadie del PSC le hubiera enviado ningún mensaje de apoyo" desde su exilio. Se refería a Ferran Pedret, con a quien ha compartido prácticamente cada jornada laboral en los últimos tres años, pero también a Salvador Illa, con quien han sido compañeros en el Parlament. Enseguida me vinieron a la cabeza Oriol Junqueras y su "a ver cómo me aguantan la mirada los cómplices de esta injusticia" desde la cárcel. Estos intentos de extorsión sentimental de Junqueras o la sorpresa —me parece que un poco forzada— de Wagensberg ponen de manifiesto una verdad: en el terreno sentimental, todos los chantajes del PSC y del PSOE funcionan para que ERC les muestre apoyo público, mientras que la empatía que ERC pide al PSC por la prisión y los exilios que todavía soportan no llega nunca. La semana pasada, con la carta azucarada y ramplona del presidente del gobierno español, todavía se hizo más evidente: a los socialistas no se les puede coaccionar desde las emociones, porque te devuelven la jugada con mucha más fuerza y mucha menos vergüenza.

En Catalunya, en los últimos años, los sentimientos se han utilizado como bálsamo para que los ciudadanos aceptaran consignas que, racionalmente, les habrían parecido inaceptables

Todo ello ha arrancado un debate sobre las emociones en política que, permitidme la condescendencia, en Catalunya ya tenemos un poco digerido a raíz del encarcelamiento y el exilio del Govern del referéndum y el uso electoralista que se hizo y que todavía se hace de ello. Basta con observar cómo Junts viste las campañas con el exilio de Puigdemont, sabiendo que al antiguo votante convergente todo este secuestro emocional lo hace sentir cómodo. En cualquier contexto político, los sentimientos son una herramienta más o menos legítima para acortar la distancia entre elector y electo. Pero lo que ha pasado en Catalunya en los últimos años, con el visto bueno y la participación de los poderes españoles, es que los sentimientos se han utilizado como bálsamo para que los ciudadanos aceptaran consignas que, racionalmente, les habrían parecido inaceptables.

Cuando hablamos de chantaje emocional hablamos del abuso de los sentimientos —de la pena y de la culpa, sobre todo— que los partidos hacen pasar por encima del debate político aterrizado. En nuestro país, en general, se manipula para tapar incoherencias ideológicas, carencias políticas o, directamente, mentiras que no podrían enmascararse en el terreno netamente intelectual. Es así como el sistema de partidos catalán contuvo las consecuencias electorales de todas las renuncias hechas desde 2017. Es así como se encarga de hacer pinza con el PSOE siempre que hace falta, y de presentarlo como si diéramos zancadas hacia la independencia. Es así como sujetan a los catalanes a sus estrategias, convenciéndolos de que, como mínimo, son de los nuestros.

Se manipula para tapar incoherencias ideológicas, carencias políticas o mentiras que no podrían enmascararse en el terreno intelectual

Es bastante impopular hablar de la estrategia del sistema de partidos en estos términos, porque presupone un menosprecio a quien se deja engañar: es de mal gusto y poco agradecido que a los votantes que todavía quedan en los partidos independentistas se les dé el nombre de secuestrados. Es decirles que su buena fe se sube encima de su intelecto y que no son capaces de desmontar desde la razón lo que la clase política les reclama desde los sentimientos. La alternativa es pensar que compran los discursos sentimentales porque asumen que juegan a favor de la opción política que ya los conviene racionalmente. Si eso es así, si con conocimiento de causa quieren jugar a la política de las emociones, también es justo que alguien les diga que, mientras haya sentimientos por el medio, ahora mismo sale ganando al PSOE. Los sentimientos, en política, solo sirven para favorecer las dinámicas de poder establecidas. La carta de Pedro Sánchez es una muestra de ello: quien tiene el poder en el Estado absorbe a los partidos que podrían cuestionarlo desde la empatía. Que el chantaje de los partidos independentistas sirviera para ahorrarse la fiscalización de las renuncias es otra muestra de ello: siendo los partidos herramienta primordial para alcanzar la independencia, su contención forzó la resignación de los ciudadanos al retroceso. Otro ejemplo es la estrategia de los Comuns, que aprietan a la izquierda catalana para hacerles creer que, si son demasiado catalanes, serán menos de izquierdas. O de los indultos de ERC y la amnistía de Junts, que queriendo servir de compensación para ajustar las cuentas con el Estado y para restablecer el dolor que la represión causó a los catalanes, solo blanquean al PSOE y llevan a Illa a acariciar la presidencia de la Generalitat.

Catalunya necesita una cultura política mejor que esta si quiere dejar de jugar las batallas del PSOE y tener alguna posibilidad real de liberarse

El paso del sentimentalismo al populismo es muy corto. Es una estrategia que amortigua el razonamiento político del ciudadano y convierte las concreciones que el país necesita para resolver sus problemas en una mera cuestión de piel. Embarra el debate y convierte la confrontación de ideas en el ¡Hola! Tampoco hace falta atizar una revolución contrasentimental en la política catalana: los sentimientos están y estarán porque, a menudo, uno aprende a justificar políticamente la defensa de lo que ama. Pero hay que acabar con esta dinámica deshonesta en la que todo está preparado para que el ciudadano se vincule al político únicamente desde los sentimientos y ya no tenga que pensar. Es un menosprecio a los catalanes, que son capaces, y es un deje autoritario, porque tendrían que ser libres para demostrarlo. Catalunya necesita una cultura política mejor que esta si quiere dejar de jugar las batallas del PSOE y tener alguna posibilidad real de liberarse.

QOSHE - Chantaje emocional - Montserrat Dameson
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Chantaje emocional

65 0
01.05.2024

Hace unos días Ruben Wagensberg consideraba "inhumano y loco que nadie del PSC le hubiera enviado ningún mensaje de apoyo" desde su exilio. Se refería a Ferran Pedret, con a quien ha compartido prácticamente cada jornada laboral en los últimos tres años, pero también a Salvador Illa, con quien han sido compañeros en el Parlament. Enseguida me vinieron a la cabeza Oriol Junqueras y su "a ver cómo me aguantan la mirada los cómplices de esta injusticia" desde la cárcel. Estos intentos de extorsión sentimental de Junqueras o la sorpresa —me parece que un poco forzada— de Wagensberg ponen de manifiesto una verdad: en el terreno sentimental, todos los chantajes del PSC y del PSOE funcionan para que ERC les muestre apoyo público, mientras que la empatía que ERC pide al PSC por la prisión y los exilios que todavía soportan no llega nunca. La semana pasada, con la carta azucarada y ramplona del presidente del gobierno español, todavía se hizo más evidente: a los socialistas no se les puede coaccionar desde las emociones, porque te devuelven la jugada con mucha más fuerza y mucha menos vergüenza.

En Catalunya, en los últimos años, los sentimientos se han utilizado como bálsamo para que los ciudadanos aceptaran consignas que, racionalmente, les habrían parecido inaceptables

Todo ello ha arrancado un debate sobre las emociones en política que, permitidme la condescendencia, en Catalunya ya tenemos un poco digerido a raíz........

© ElNacional.cat


Get it on Google Play