Con la venia de Marco Schwartz, pretendo que este sea mi último artículo antes de navidades. Aunque todavía falta más de una semana, sueño con unos días libres para encerrarme a escribir (tranquilos, no he venido aquí a hablar de mi libro) y para disfrutar de mi hijo, que vive fuera de España y vuelve a casa por Navidad. Cuando llegan las vacaciones de verano, todo el mundo cuenta sus planes para “desconectar”. En cambio, estos días de invierno son para conectar. Como mi familia es pequeña les veo enseguida, lo que me deja tiempo para hacer dos de las cosas que más me gustan: leer y escribir. Soy medio solitaria porque ambas se hacen en soledad, aunque en ocasiones me aíslo con otra gente. Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, tengo a una amiga parisina-peruana en casa. Ella escribe en la habitación que sigue siendo la de mi hijo, aunque ahora no esté y pueda albergar otras compañías. Escribir al unísono me estimula tanto como cuando mi novio y yo nos sentamos a leer cada uno su libro, juntos en lugares distintos. Después yo le cuento el mío y él me cuenta el suyo. Cuando mi hijo era pequeño yo disfrutaba las navidades de forma vicaria: viéndole a él. Ahora se me presentan como la promesa de una felicidad distinta: escribir por las mañanas, comer y cenar con gente querida. El plan parece perfecto, salvo por un ruido de fondo incómodo, desasosegante, que lo acompaña.

Las navidades son un buen momento para hacer campaña contra el prestigio de estar ocupados. Hablar con las amigas entre la salida de una reunión y la entrada en la siguiente, digámoslo claro, no es vida. Las vacaciones nos recuerdan que el ocio es nuestro estado natural. Recibiremos mensajes, el teléfono sonará y habrá reuniones: pero serán conexiones de afecto y no de trabajo. Nadie pedirá nada, no habrá que tomar decisiones y nadie esperará instrucciones, salvo las relativas al momento de sacar el pescado del horno. Como dijo Bauman del teléfono móvil y los mensajes instantáneos: nos acercan a los que tenemos lejos, y nos alejan de los que tenemos cerca. La proximidad de los cercanos me dará alegría, aunque la intuyo perturbada por un ruido de fondo incómodo y desasosegante.

QOSHE - La Navidad empezó en Palestina - Irene Lozano
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La Navidad empezó en Palestina

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15.12.2023

Con la venia de Marco Schwartz, pretendo que este sea mi último artículo antes de navidades. Aunque todavía falta más de una semana, sueño con unos días libres para encerrarme a escribir (tranquilos, no he venido aquí a hablar de mi libro) y para disfrutar de mi hijo, que vive fuera de España y vuelve a casa por Navidad. Cuando llegan las vacaciones de verano, todo el mundo cuenta sus planes para “desconectar”. En cambio, estos días de invierno son para conectar. Como mi familia es pequeña les veo enseguida, lo que me deja tiempo para........

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