El periodismo enfrenta en la actualidad grandes desafíos de diverso origen, que van desde el declive de los ingresos por concepto de publicidad hasta la pérdida de audiencia, pasando por las trabas impuestas a la prensa en ciertos regímenes y los riesgos que corren los periodistas para ejercer su labor.

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Como si fuera poco, la confianza de la opinión pública en los medios ha disminuido de manera considerable a nivel global, tal y como lo registran distintas publicaciones. Por ejemplo, en el ‘Barómetro de la Confianza 2023’, de la firma consultora Edelman, al responder acerca de la confianza en los líderes institucionales, solo el 47 % dijo que confiaba en los periodistas; un puntaje que apenas supera al obtenido por los líderes gubernamentales, que quedaron en el 41 %. Por encima, y bien lejos, están los vecinos (63 %), los gerentes (64 %), los compañeros de trabajo (73 %) y, en la parte más alta de la tabla, los científicos, con un notable 76 % de aceptación en esta materia.

Otro dato inquietante se puede observar en el más reciente informe del Reuters Institute y la Universidad de Oxford, “Estrategias para generar confianza en las noticias”, en el que, según los encuestados, los medios no solo se muestran reacios a aceptar sus equivocaciones sino que tratan de encubrirlas. De hecho, al promediar las cifras obtenidas en cuatro países muy representativos (Brasil, India, Reino Unido y Estados Unidos; con unos 2.000 encuestados por país), el resultado es preocupante, pues mientras solo el 25 % opina que los medios están dispuestos a reconocer sus errores, un 67 % cree que tratan de ocultarlos.

Y ahí no para la cosa. Hay otro asunto muy espinoso que, desde otra perspectiva, está relacionado con la calidad y la función del periodismo. Me refiero al creciente impacto de la desinformación y a los estragos que puede causar en la sociedad. Y no lo digo yo; lo dijo a comienzos de este año el Foro Económico Mundial, en el ‘Informe de riesgos globales 2024’, según el cual “los riesgos interrelacionados de la información errónea y la desinformación motivadas por la inteligencia artificial, así como la polarización social, encabezaron las perspectivas de riesgos para 2024”.

Pero eso no es todo. El documento, dado a conocer en enero, señala que “el vínculo entre la información falsificada y el malestar social ocupará un lugar central en las elecciones que se celebrarán en varias economías importantes en los próximos dos años”. Y la advertencia no es gratuita. Basta repasar lo ocurrido en 2016 con la votación del brexit, en Gran Bretaña; el referendo por la paz, en Colombia, y la elección de Donald Trump, procesos que en buena medida fueron manipulados y alterados a punta de fake news.

Así las cosas, se vuelve a plantear, y cada vez con más fuerza, la necesidad de regular el trabajo de los medios y de los periodistas, y cómo llevar a cabo una eventual regulación sin afectar el derecho a la información ni la libertad de expresión –que son pilares de toda democracia–, y tratando de evitar así mismo que, al amparo de esos derechos, se sigan difundiendo rumores, calumnias y falsedades.

En este punto, surgen muchas preguntas. ¿Es suficiente la autorregulación? ¿Cómo obligar a un medio o a un periodista a responder por los infundios o calumnias que publica? ¿Qué hacer con aquellos que divulgan notas para sembrar pánico, desilusión o pesimismo, con fines ideológicos o intenciones políticas? ¿Cómo evitar que desde una publicación se promuevan intereses particulares sin hacer las salvedades del caso? En aras del pluralismo informativo, ¿se debe garantizar financiación estatal para medios privados? ¿Cómo asegurar la neutralidad de los medios públicos?

Aunque este debate no es nuevo, ahora sí, parece inaplazable.

puntoyaparte@vladdo.com

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Un debate inaplazable

36 0
22.05.2024

El periodismo enfrenta en la actualidad grandes desafíos de diverso origen, que van desde el declive de los ingresos por concepto de publicidad hasta la pérdida de audiencia, pasando por las trabas impuestas a la prensa en ciertos regímenes y los riesgos que corren los periodistas para ejercer su labor.

(También le puede interesar: De lo vital a lo viral)

Como si fuera poco, la confianza de la opinión pública en los medios ha disminuido de manera considerable a nivel global, tal y como lo registran distintas publicaciones. Por ejemplo, en el ‘Barómetro de la Confianza 2023’, de la firma consultora Edelman, al responder acerca de la confianza en los líderes institucionales, solo el 47 % dijo que confiaba en los periodistas; un puntaje que apenas supera al obtenido por los líderes gubernamentales, que quedaron en el 41 %. Por encima, y bien lejos, están los vecinos (63 %), los gerentes (64 %), los compañeros de trabajo (73 %) y, en la parte más alta........

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