Estábamos equivocados. Durante meses creímos que el presidente Petro se debatía entre la opción de radicalizar el Gobierno o de gobernar apoyado en un gran acuerdo nacional. Estábamos convencidos de que, cuando en sus discursos invocaba la necesidad de un acuerdo político, hablaba en serio. Pero el tiempo nos enseñó a que una cosa es lo que Petro dice, y otra, la que hace. Mientras en sus discursos llama al acuerdo, y demanda el diálogo y la deliberación, en los hechos cierra cualquier posibilidad de acuerdo, señala y excluye a los que considera sus enemigos. La disonancia entre una y otra cosa hacía pensar que el Presidente estaba ante el dilema de la confrontación o el consenso.

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Pero qué equívoco. Lejos de cualquier dilema, el Presidente se había jugado por la radicalización. Desde el mismo día que ganó las elecciones cuando, al cierre de su discurso, dijo “me llamo Gustavo Francisco Petro Urrego, y soy su presidente”, no lo hizo para asumir el timón del cambio. Lo hizo para pasar la cuenta de cobro a sus enemigos. Por eso, en adelante, no le importó escoger con cuidado con quiénes iba a hacer la tarea del cambio. Antes que gente formada y con experiencia, se dio el lujo llamar al Gobierno a aquellos políticos señalados como los peores, o a aquellos cuyo activismo garantizaba fiereza.

La opción radical del Gobierno era tan evidente que ni siquiera en el ámbito jurídico al Gobierno le preocupó expedir una norma con la que se suspendía un hecho que jamás ocurrió. Con el Decreto 0004, del 4 de enero de 2023, Petro decidió: Art. 1. “Suspender el Cese al Fuego Bilateral y Temporal de carácter Nacional (CFBTN), entre el Gobierno nacional y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) ordenado mediante el Decreto 2657 del 31 de diciembre de 2022”. Como se recordará, el cese del fuego bilateral nunca se produjo, simplemente porque el Eln nunca lo acordó con el Gobierno.

Ni el Gobierno ni la oposición pueden asumir el liderazgo ante una sociedad que cada vez más los desafía y confronta.

Pero no era todo. Por la forma como anuncia y gestiona las reformas y sus contenidos, deja ver que no estábamos ante transformaciones estructurales, sino que se trataba de un acto de revanchismo puro y duro. Por la manera como sus ministros gestionan las reformas es evidente que, en la reforma de la salud, el eje no está en estructurar un nuevo sistema en que sea el Estado el gestor del derecho a la salud y no el mercado. Lo que se busca es pasar la cuenta de cobro a las EPS; en el agro, no se trata de modificar la estructura de propiedad de la tierra, sino pasar factura a los terratenientes que durante años se han beneficiado de un sistema tan desigual; o la reforma pensional, antes que buscar un sistema de pensiones más homogéneo, de mayor cobertura y más equitativo para los colombianos, trata de quitarles a los grandes banqueros uno de los negocios más lucrativos del país.

Pero en 2023, la vía del radicalismo fracasó. Al finalizar el último trimestre del año, lo único evidente es la debilidad de la política: los debates han pasado al terreno de la confrontación personal; movidos por la furia de las pasiones, los anuncios del Gobierno son fuente de confusión y desorden. Ni el Gobierno ni la oposición pueden asumir el liderazgo ante una sociedad que cada vez más los desafía y confronta; en la administración pública todo está fracturado. El Estado no tiene poder coercitivo en el territorio, el sistema de relaciones intergubernamentales está roto. No hay canales de conexión Nación-municipios. Hay más Presidente que Presidencia. La agenda legislativa está bloqueada por el enfrentamiento con el Gobierno y los nuevos gobiernos regionales y locales. En el Congreso, el ambiente es de crispación y desconfianza. El control político está alistándose para el periodo poselectoral. Los escándalos, políticos y judiciales, muestran que las jerarquías de poder y las decisiones gubernamentales están completamente privatizadas en manos de los promotores de la estatización. No logran el cambio porque no apuestan por un proyecto de gobierno. Han preferido el tortuoso camino de las revanchas. Y les salió mal.

PEDRO MEDELLÍN
* Profesor titular de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional

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2023: el fracaso del radicalismo

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21.12.2023

Estábamos equivocados. Durante meses creímos que el presidente Petro se debatía entre la opción de radicalizar el Gobierno o de gobernar apoyado en un gran acuerdo nacional. Estábamos convencidos de que, cuando en sus discursos invocaba la necesidad de un acuerdo político, hablaba en serio. Pero el tiempo nos enseñó a que una cosa es lo que Petro dice, y otra, la que hace. Mientras en sus discursos llama al acuerdo, y demanda el diálogo y la deliberación, en los hechos cierra cualquier posibilidad de acuerdo, señala y excluye a los que considera sus enemigos. La disonancia entre una y otra cosa hacía pensar que el Presidente estaba ante el dilema de la confrontación o el consenso.

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Pero qué equívoco. Lejos de cualquier dilema, el Presidente se había jugado por la radicalización. Desde el mismo día que ganó las elecciones cuando, al cierre de su discurso, dijo “me llamo Gustavo Francisco Petro Urrego, y soy su presidente”, no lo hizo para asumir el timón del cambio. Lo hizo para pasar la cuenta de........

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