Anualmente, emitimos unos 41.000 millones de toneladas de dióxido de carbono en todo el mundo. El único momento en el que dejamos de emitir drásticamente fue en la pandemia del covid-19. Apenas salimos de esto, las emisiones volvieron a subir y, de hecho, repuntaron en su nivel más alto en la historia.

(También le puede interesar: No hay vuelta atrás)

Nos encontramos entonces frente al reto descarbonizar la economía, uno de los desafíos más complejos que tenemos frente a la mitigación del cambio climático. Para evitar un desastre —como lo titula Bill Gates en su más reciente libro—, necesitamos reducir al menos un 45 % de las emisiones mundiales al año 2050. Seguramente se ve un largo plazo de tiempo, pero para cambiar formas de producción, consumo y en general de vida en todo el planeta, realmente el tiempo que tenemos es muy apretado.

En Colombia, por ejemplo, nos hemos comprometido a reducir un 51 % de emisiones de gases de efecto invernadero al 2030 —momento en el que también deberíamos estar cumpliendo todos los indicadores y metas asociadas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible—. Para lograr esto, el país debe apalancar cambios transformativos, sistémicos y estructurales en los sectores: agropecuario, energía, transporte y residuos, principalmente.

Por supuesto, esto es difícil, muy difícil. Reducir las emisiones a este porcentaje es muy complejo. Sin embargo, tengo la esperanza puesta en la colaboración entre el sector público y privado. Esta sinergia es fundamental para generar políticas de impacto social, económico y tecnológico que nos beneficiarán a todos. Las empresas tienen la inversión (y la motivación). El Gobierno debe marcar la pauta y generar lineamientos.

Gracias al aporte del sector privado —trascendental para accionar el Acuerdo de Paris—, nos estamos acercando al cumplimiento de las metas. Las empresas suman esfuerzos corporativos que, a su vez, se convierten en habilitantes para repensar y reconfigurar el modelo de desarrollo económico actual y, por ende, contribuir a descarbonizar la economía.

Los emprendedores también tienen un rol fundamental en todo esto. En los últimos años, he podido conocer, conversar y trabajar con muchos de ellos. He tenido la fortuna de conectarme con cientos de emprendedores sostenibles, agentes de cambio que tienen un espíritu innovador y resiliente lleno de ideas y sueños para transformar el mundo desde —como yo la llamo— la cuádruple hélice de la sostenibilidad (ambiente, sociedad, economía y cultura).

Derivado de esto, en los últimos años he presenciado cómo muchos de ellos están encaminando sus esfuerzos a repensar sus modelos de negocio y transformarlos en emprendimientos climáticos, una cualidad del emprendedor sostenible que aporta directamente a la acción climática para conducir transformaciones positivas a diferentes escalas (espaciales y temporales).

Preocupados por la crisis planetaria y cómo esta puede afectar sus negocios e iniciativas, los emprendedores climáticos cuentan con una visión clara que puede aportar a la adaptación, mitigación o gestión del riesgo desde la innovación. A su vez, son conscientes de que su producto o servicio no puede contribuir a la policrisis, por esta razón se aseguran de no emitir gases de efecto invernadero, lo cual contribuye a la noción de descarbonización.

Un buen negocio para el presente y el futuro del planeta debe tener una visión de sostenibilidad innovadora, integral, consistente y eficaz. No existe dicotomía entre generar crecimiento económico y ser sostenible. El emprendimiento climático es, sin lugar a duda, una de las claves para que Colombia y el mundo, pueda aportar a la reducción de emisiones y, a su vez, garantizar oportunidades de trabajo digno a través de la innovación.

MARÍA EUGENIA RINAUDO

(Lea todas las columnas de María Eugenia Rinaudo en EL TIEMPO, aquí)

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Emprendimiento climático

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22.11.2023

Anualmente, emitimos unos 41.000 millones de toneladas de dióxido de carbono en todo el mundo. El único momento en el que dejamos de emitir drásticamente fue en la pandemia del covid-19. Apenas salimos de esto, las emisiones volvieron a subir y, de hecho, repuntaron en su nivel más alto en la historia.

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Nos encontramos entonces frente al reto descarbonizar la economía, uno de los desafíos más complejos que tenemos frente a la mitigación del cambio climático. Para evitar un desastre —como lo titula Bill Gates en su más reciente libro—, necesitamos reducir al menos un 45 % de las emisiones mundiales al año 2050. Seguramente se ve un largo plazo de tiempo, pero para cambiar formas de producción, consumo y en general de vida en todo el planeta, realmente el tiempo que tenemos es muy apretado.

En Colombia, por ejemplo, nos hemos comprometido a reducir un 51 % de emisiones de gases de efecto........

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