Una casualidad de mi trabajo hizo que la noticia de la pérdida definitiva de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos me encontrara durante un corto viaje a una conferencia en Panamá. No sé si esto nos pasa a todos los colombianos o solo a los nostálgicos, pero cada vez que vengo a este país no puedo evitar sentir un poco de resentimiento por haberlo perdido a principios del siglo XX. Hoy tienen el PIB per cápita más alto de América Latina, en muy buena parte gracias al legado cultural y económico del canal.

Hay dos narrativas para entender ese dolor: la primera es que el capitalismo salvaje, la ambición de Theodore Roosevelt y el imperialismo yankee fueron los culpables. Otra dice que por una mezcla de soberbia de nuestras élites y ensimismamiento por el conflicto interno detonaron la dolorosa amputación. Ambas son ciertas, pero de la segunda podemos sacar una enseñanza un poco más útil: ¿qué cambio que dependa de nosotros mismos podemos hacer para no ser cómplices de nuestro fracaso?

Difícil saber qué habría sido de Colombia si el gobierno de turno hubiera sido más diligente ante las necesidades imperativas de la comunidad internacional (la construcción del canal no podía esperar) y si nuestros dirigentes se hubieran congregado alrededor de una visión a largo plazo. Pero permítanme especular: seríamos un país riquísimo y relevante en la conversación geopolítica. Pero no. Escogimos el camino del resentimiento y la desconfianza. “Con esta gente no se puede hacer nada”, pensaría en su momento don Theodore.

Los Juegos Panamericanos y, sobre todo, los Parapanamericanos no son solo una fiesta deportiva de diez días, sino una oportunidad única de transformación urbana, cultural y económica para una ciudad para las próximas diez décadas. Barcelona es una antes y otra después de los Juegos Paralímpicos del 92. Lo mismo puedo decir de Guadalajara 2011, que, más allá de la construcción de infraestructura deportiva, adelantó un proyecto de accesibilidad universal para la ciudad. ¿Cómo se cuantifica eso en calidad de vida para las personas con discapacidad locales y turistas en adelante? Difícil, porque las unidades de dignidad que se suman cuando una ciudad no discrimina al 15 por ciento de sus ciudadanos son inconmensurables.

Ahora, desde lo deportivo también es absolutamente catastrófico para los atletas con discapacidad. En Santiago 2023, Colombia quedó de tercera en el medallero detrás solo de Brasil y Estados Unidos. Esto no es una casualidad, sino el resultado de un proceso que viene adelantando el país en los últimos ciclos. Tener los Juegos en Barranquilla significaría consolidar ese proceso y llevarlo al nivel más alto. Pero al abortarlo abruptamente, los atletas y todo el sistema deportivo pierden el impulso que traían.

También hay un costo grande en prestigio. Ese se explica solo, pero quisiera hacer énfasis en el impacto psicológico de esto. Nuestros jóvenes saldrán al mundo con una letra escarlata por venir del país donde no son capaces de cumplir con lo que dice un contrato. Duro golpe para la tan necesaria autoestima.

Así que los costos en urbanismo, desarrollo deportivo y prestigio internacional hacen que ese legado de inclusión se nos salga del bolsillo. Ahora favorecerá a muchas personas con discapacidad en Asunción que con toda seguridad también lo necesitan. Hay dos narrativas posibles para entender este dolor. ¿Cuál nos puede ser más útil para aprender?

“Amor y control” es la receta que formula un cantante colombiano para sacar adelante a una familia. Perdón… es panameño. Pero el punto es que esa misma receta es necesaria para sacar adelante a un país. Amor propio para entender que los Estados son más grandes que los gobiernos, que no estamos condenados a la mediocridad y al subdesarrollo, que tenemos el potencial para estar en todos los podios del mundo. Y control para que el realismo geopolítico deje de amputarnos eternamente lo que ya contábamos como nuestro.

JUAN PABLO SALAZAR

(Lea todas las columnas de Juan Pablo Salazar en EL TIEMPO, aquí)

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Una oportunidad de inclusión que se pierde

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04.02.2024

Una casualidad de mi trabajo hizo que la noticia de la pérdida definitiva de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos me encontrara durante un corto viaje a una conferencia en Panamá. No sé si esto nos pasa a todos los colombianos o solo a los nostálgicos, pero cada vez que vengo a este país no puedo evitar sentir un poco de resentimiento por haberlo perdido a principios del siglo XX. Hoy tienen el PIB per cápita más alto de América Latina, en muy buena parte gracias al legado cultural y económico del canal.

Hay dos narrativas para entender ese dolor: la primera es que el capitalismo salvaje, la ambición de Theodore Roosevelt y el imperialismo yankee fueron los culpables. Otra dice que por una mezcla de soberbia de nuestras élites y ensimismamiento por el conflicto interno detonaron la dolorosa amputación. Ambas son ciertas, pero de la segunda podemos sacar una enseñanza un poco más útil: ¿qué cambio que dependa de nosotros mismos podemos hacer para no ser cómplices de nuestro fracaso?

Difícil........

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