Poco pareció durarle al gobierno nacional la voluntad de llegar a acuerdos con otros sectores políticos luego de una semana en la que el presidente se sentó con líderes de la oposición y empresarios. Luego de mucha expectativa sobre los resultados de aquellos encuentros, queda cada vez más claro que el gobierno está emprendiendo un juego a dos bandos radicalmente opuestos. Por un lado le apuesta a una carta de diálogos con sectores distintos al suyo en el marco de su bandera de un ‘gran acuerdo nacional’ y por el otro parece jugársela por una reforma a la salud de la cual no ha querido negociar una sola coma.

A estas alturas, con un debate a la carrera, lleno de pupitrazos y dudas de fondo, termina ocurriendo algo que es, cuando menos, irónico: es más lo que llegó a ceder al retirar la reforma tributaria el expresidente Duque, a quien el ahora partido de gobierno no baja de haber sido un presidente encerrado y distante del deseo de las mayorías, que lo que ha llegado a negociar en su reforma más ambiciosa el presidente Petro, a quien tanto presentaron como un dirigente conciliador y buscador de soluciones. Esa se quedaría siendo una imagen de ironía y contradicciones, si no fuera porque una reforma tramitada desde los ritmos del afán y a partir de las ideas que dicta el dogma puede salir muy mal.

El caso de la reforma a la salud es apenas un ejemplo de lo que cada vez resulta más evidente frente al muy pomposo nombre del ‘gran acuerdo nacional’ propuesto por el presidente Petro: que quiere alcanzar pactos con todos los sectores distintos al suyo, pero sin ceder un centímetro en sus tesis. Mejor dicho: que ese gran acuerdo del que tanto habla sea construido casi en la totalidad sobre sus propuestas. Y en la práctica aquella forma de entender el diálogo no tiene futuro, ni pies ni cabeza.

En este punto del debate nadie se atreve a negar que el sistema de salud necesita mejoras con urgencia en campos como la atención preventiva y la cobertura en territorios de difícil acceso. Pero cualquier paso hacia la transformación del sistema de salud debe darse en busca del fortalecimiento de lo que luego de décadas de esfuerzo funciona bien y de la búsqueda de soluciones para todo lo que aún falta por mejorar. El error abismal que comete este proyecto de reforma está en la cantidad de cálculos alegres y promesas imposibles de cumplir sobre las cuales se ha edificado, olvidando que del sistema dependen millones de vidas y que el más ligero error de cálculo puede traducirse en una grave crisis.

El gobierno argumenta que la reforma reducirá las brechas y las fallas en la cobertura del sistema en algunas regiones, pero está más que claro que todo esto puede lograrse perfectamente con un plan de mejora al sistema actual, en vez de patear el tablero como busca la reforma. El punto central del asunto, aunque cada vez los promotores del proyecto lo nieguen más, es conseguir lo que durante décadas el presidente Petro ha propuesto desde la plaza pública: acabar con el modelo de las EPS y entregarle ese rol al Estado. Una vez más desde los cálculos alegres y las sumas sobre las servilletas, los defensores de la reforma sostienen que las EPS podrán seguir cumpliendo unos roles secundarios. Pero está claro –y los promotores de la reforma son los primeros en saberlo– que al desmontar el sistema, muchas EPS se quebrarían de manera inmediata. La crisis que puede avecinarse es inédita en la historia del país y el debate debería darse con más responsabilidad y menos demagogia.

Durante gobiernos anteriores, el entonces senador Petro cuestionó la legitimidad de decenas de proyectos de reforma que por su contenido o la forma en que habían sido tramitadas estaban llenos de cuestionamiento. Hoy debemos preguntarle al presidente por la legitimidad de una reforma tan llena de dudas y críticas por parte de tantos sectores que conocen ese campo como nadie más. En la política esos puntos de honor donde los gobiernos más buscan mostrarse inflexibles pueden convertirse en los ejes de mayor debilidad y en el inicio de fracturas definitivas para la gobernabilidad de los líderes.

Si el gobierno busca mostrar una verdadera disposición para dialogar con otros sectores en el marco de un ‘gran acuerdo nacional’ realmente amplio, un buen comienzo sería la modificación de la reforma que más cuestionamientos ha recibido y que más tiene capacidad de inducir a una crisis inédita en todo el sector salud. No sería la primera vez que el gobierno Petro retirara un proyecto de tal magnitud en curso: lo hizo el año pasado con la reforma política, muy cuestionada y llena de modificaciones no deseadas durante el curso de su trámite. Tampoco sería la primera vez que el gobierno modificara uno de sus proyectos de reforma en medio del debate, a favor de la moderación. Esto último ya ocurrió con la tributaria, la cual en su texto final vio reflejados cambios esenciales y modificaciones ante las preocupaciones de muchos actores afectados.

Luego de un año de muy pocos resultados en su agenda legislativa, el gobierno parece estar jugándose toda su gobernabilidad con la reforma a la salud. Y un probable escenario es que al final de este año el gobierno se encuentre sin mayorías, sin coalición y sin reforma a la salud aprobada. ¿Vale la pena un desgaste tan mayúsculo a cambio de un proyecto tan impopular y cuestionado? Dejo la pregunta sobre la mesa.

FERNANDO POSADA
En X: @fernandoposada_

(Lea todas las columnas de Fernando Posada en EL TIEMPO aquí)

QOSHE - Entre la reforma a la salud y el ‘gran acuerdo nacional’ - Fernando Posada
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Entre la reforma a la salud y el ‘gran acuerdo nacional’

4 0
03.12.2023

Poco pareció durarle al gobierno nacional la voluntad de llegar a acuerdos con otros sectores políticos luego de una semana en la que el presidente se sentó con líderes de la oposición y empresarios. Luego de mucha expectativa sobre los resultados de aquellos encuentros, queda cada vez más claro que el gobierno está emprendiendo un juego a dos bandos radicalmente opuestos. Por un lado le apuesta a una carta de diálogos con sectores distintos al suyo en el marco de su bandera de un ‘gran acuerdo nacional’ y por el otro parece jugársela por una reforma a la salud de la cual no ha querido negociar una sola coma.

A estas alturas, con un debate a la carrera, lleno de pupitrazos y dudas de fondo, termina ocurriendo algo que es, cuando menos, irónico: es más lo que llegó a ceder al retirar la reforma tributaria el expresidente Duque, a quien el ahora partido de gobierno no baja de haber sido un presidente encerrado y distante del deseo de las mayorías, que lo que ha llegado a negociar en su reforma más ambiciosa el presidente Petro, a quien tanto presentaron como un dirigente conciliador y buscador de soluciones. Esa se quedaría siendo una imagen de ironía y contradicciones, si no fuera porque una reforma tramitada desde los ritmos del afán y a partir de las ideas que dicta el dogma puede salir muy mal.

El caso de la reforma a la salud es apenas un ejemplo de........

© El Tiempo


Get it on Google Play