Si hay una característica que ha definido el paso del presidente Petro por el poder en Colombia es lo impredecible que es como líder. Sus avalanchas de trinos, sus repentinos y cortos acercamientos con sectores con los que antes sostuvo diferencias, y la permanente falta de certeza sobre qué será lo siguiente que dirá el presidente han sido todos factores que la historia ciertamente recordará de este periodo.

Del carácter impredecible del actual gobierno sí que saben en las regiones de Colombia, donde el presidente Petro ha prometido cielo y tierra, pero también donde más ha castigado a quienes le apuestan a un proyecto de país distinto al suyo. A través de muy distintas acciones, palabras y decisiones administrativas, el presidente Petro no ha ahorrado esfuerzos a la hora de mandar un mensaje desafiante a las ciudades, departamentos y regiones donde su proyecto político no ha logrado los apoyos que deseaba.

El presidente Petro prometió en campaña llevar el mandato popular a las regiones más apartadas pero luego de ganar las elecciones ha demostrado que su relación con los territorios es mucho más compleja. Quizás el más evidente rasgo del estilo de su liderazgo frente a las regiones es su insistencia por participar en decisiones que les corresponden a los alcaldes y gobernadores, por encima del gobierno nacional. En temas de obras públicas y de desarrollo, el presidente no ha titubeado en desafiar los programas de gobierno de los dirigentes locales, desde proyectos como el metro de Bogotá hasta la explotación minera en Antioquia.

Del desgaste por cuenta de la intromisión del presidente en temas locales hay una principal derrota sufrida por las regiones y sus autoridades, elegidas precisamente para llevar a cabo un plan de gobierno autónomo. Porque si algo buscaba el proceso político de la descentralización era precisamente acabar con aquella práctica centralista de que un plumazo del presidente bastara para determinar el rumbo de cada uno de los territorios. Es así como Petro, que dice haber participado en la redacción de la Constitución del 91, termina enfrentando desde sus posturas ante algunas regiones uno de los postulados más sagrados de la carta política.

Tal vez el mensaje más crítico y desacertado del gobierno nacional frente a las autoridades territoriales fue luego de las elecciones locales, cuando invitó a una reunión únicamente a los gobernadores electos de partidos afines al suyo. Todos los demás, opositores o independientes, fueron dejados por fuera en medio de un gesto de exclusión pocas veces visto antes. Tan solo horas después de la posesión de los nuevos alcaldes y gobernadores, el presidente ya había publicado varios trinos cuestionando los equipos de gobierno de Bogotá y las decisiones de gobernadores como el de Antioquia. En cambio, nos quedamos esperando que desde sus cuentas fuera publicado un sencillo mensaje institucionalista que ofreciera las más elementales garantías para los nuevos dirigentes locales.

No podría dejar de mencionar aquí el escandaloso episodio de los Juegos Panamericanos, que por literal inoperancia del gobierno ya no tendrán lugar en Barranquilla como había sido planeado, ha sumado un capítulo más a la lista de promesas incumplidas sobre la autonomía regional. Es difícil de creer que semejante error sea consecuencia de malos cálculos de tiempo, y en cambio toma un tinte cada vez más político a partir de los pronunciamientos de muchos de los líderes cercanos al presidente. Qué fácil era y es prometer grandes eventos para las regiones de Colombia, pero qué distinto es cumplirlo a través de una ejecución decidida y juiciosa, de la cual hasta ahora se ha visto poco.

Hay que preguntar qué pasa con el presidente y las regiones. Desde su deseo de imponer su ideología política en decisiones que corresponden a las autoridades territoriales, hasta su inoportuna convocatoria de gobernadores ‘amigos’, el presidente manda un mensaje contrario al que promueve la Constitución del 91 y el proceso de descentralización nacional. Será muy poco lo que se superará en materia de división si además de insistir en dividir de tantas formas a la ciudadanía, el presidente ahora también busca separar a las regiones por su cercanía con el proyecto que él lidera.

Posdata: Feliz año nuevo para los lectores que han acompañado este espacio a lo largo de los años. Con esta columna, la primera de 2024, inicio mi octavo año como colaborador de EL TIEMPO. Que la pasión por el debate nos siga uniendo más de lo que cualquier diferencia política pueda separarnos.

FERNANDO POSADA
En X: @fernandoposada_

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El presidente y las regiones

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07.01.2024

Si hay una característica que ha definido el paso del presidente Petro por el poder en Colombia es lo impredecible que es como líder. Sus avalanchas de trinos, sus repentinos y cortos acercamientos con sectores con los que antes sostuvo diferencias, y la permanente falta de certeza sobre qué será lo siguiente que dirá el presidente han sido todos factores que la historia ciertamente recordará de este periodo.

Del carácter impredecible del actual gobierno sí que saben en las regiones de Colombia, donde el presidente Petro ha prometido cielo y tierra, pero también donde más ha castigado a quienes le apuestan a un proyecto de país distinto al suyo. A través de muy distintas acciones, palabras y decisiones administrativas, el presidente Petro no ha ahorrado esfuerzos a la hora de mandar un mensaje desafiante a las ciudades, departamentos y regiones donde su proyecto político no ha logrado los apoyos que deseaba.

El presidente Petro prometió en campaña llevar el mandato popular a las regiones más apartadas pero luego de ganar las elecciones ha demostrado que su relación con los territorios es mucho más compleja. Quizás el más evidente rasgo del estilo de........

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