La Real Academia Española define el término patriota como una “persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien”. Simple. Nada más y nada menos. Ninguna alusión a banderas -por muy grandes que quieran ser- o a pulseras. Hechos por encima de palabras. Porque el verdadero patriotismo se mide por la capacidad de sacrificio y la disposición a trabajar por el bien común. Incluso cuando esto significa colaborar con oponentes políticos y tomar decisiones difíciles.

Un amor a la patria que el Partido Popular se ha cansado de pregonar a los cuatro vientos, presentándose como el único partido que de verdad se preocupa por los intereses de los españoles. Sin embargo, basta con echar la mirada atrás para desmontar rápidamente este supuesto patriotismo de los populares. Quizá el ejemplo más sangrante de esta discrepancia lo encontramos en la ambigüedad con la que el PP está tratando la masacre palestina a manos de Israel. Y es que, si a estas alturas de la película, con más de 36.000 muertos (y subiendo), los populares siguen optando por la equidistancia -e incluso posicionamiento a favor de Israel- no es tanto por su simpatía con el gobierno de Bejamín Netanyahu, sino por su eterna lucha contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Ya saben, el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Solo bajo ese mantra se entiende que el PP no haya cerrado filas en torno al Ejecutivo central en su cruce de declaraciones con Israel. Atrás (muy atrás) quedan ya los tiempos en los que José Luis Rodríguez Zapatero salió en defensa de José María Aznar ante los insultos de Hugo Chávez. Las comparaciones son odiosas.

En este sentido, a pocos sorprendió que Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida no tardaran en alinearse con Netanyahu en sus amenazas a España. “Es culpa nuestra”, esgrimieron ambos dirigentes populares escasas horas después de que Israel bombardera tiendas de campaña de refugiados palestinos en Rafah. De hecho, Almeida no contento con ello, elevó el tono al comprar íntegramente el argumentario sionista. “Quienes provocan no se pueden hacer los ofendidos. Israel lucha por su supervivencia frente a un grupo terrorista”, pronunció el alcalde de Madrid en un discurso infame que le perseguirá durante toda su trayectoria. Porque Almeida tarde o temprano tendrá que explicar qué provocaron exactamente los más de 15.000 menores de edad, las más de 10.000 mujeres, los cerca de 500 trabajadores médicos y los más de 150 periodistas asesinados en estos siete meses a manos de Israel.

Quienes provocan no se pueden hacer los ofendidos. Israel lucha por su supervivencia frente a un grupo terrorista.@AlmeidaPP_ pic.twitter.com/GaJdlrQgX6

Pero, si existe una figura que representa a la perfección la suerte de huida hacia delante sin retorno -porque la palabra rectificar no entra en los planes del PP- en la que se encuentran los populares en la cuestión palestina es la de Borja Sémper. El político vasco, que se marchó de la política a comienzos de 2020 alegando su descontento con el rumbo de la política actual, volvió al ruedo tan solo tres años después. Desde entonces, Sémper, de quien siempre se destacó su talante moderado, se ha limitado a repetir el argumentario de Génova, 13. Llegando incluso a criticar las manifestaciones y acampadas propalestinas, que pedían un alto al fuego en Gaza, y tildándolas de ir “a favor de Hamás”.

Sin embargo, el antipatriotismo del PP no solo se reduce a la invasión israelí. De esta manera, en el reciente choque del gobierno español con el argentino, los populares no dudaron ni un segundo en alinearse con Javier Milei y sus exabruptos. Pese a los graves ataques de este a la mujer de Pedro Sánchez, dando pábulos a toda clase de bulos.

Milei, con su retórica incendiaria y sus propuestas económicas radicales, representa una visión del mundo que está en desacuerdo con los principios democráticos y de justicia social que España ha intentado promover tanto a nivel nacional como internacional. Al apoyar figuras como Milei, el PP parece estar más interesado en alinearse con una agenda populista internacional que en defender los valores y los intereses de España.

Por otra parte, el intento de boicotear los fondos europeos es quizás uno de los ejemplos más flagrantes de esta contradicción. En un momento en que España, como el resto de Europa, enfrentaba (y enfrenta) desafíos económicos sin precedentes debido a la pandemia del COVID-19, la llegada de los fondos de recuperación europeos representaba una oportunidad crucial para la recuperación y el crecimiento económico. Estos fondos están diseñados para proporcionar un estímulo económico vital, apoyar a las empresas afectadas, fomentar la creación de empleo y acelerar la transición hacia una economía más sostenible y digital. La importancia de estos fondos no puede subestimarse, ya que son esenciales para la estabilidad y el progreso a largo plazo de España.

Sin embargo, el PP, en lugar de apoyar estas ayudas y el trabajo del presidente del Gobierno en Bruselas para conseguirlas, optó por una postura obstruccionista. En el Parlamento Europeo, miembros del PP han votado en contra de las propuestas que facilitan la llegada de estos fondos a España, alegando razones que parecen más alineadas con sus intereses partidistas que con los del país. Esta actitud no solo ralentiza la recuperación económica, sino que también envía un mensaje de desunión y falta de solidaridad en un momento en que se necesita cohesión y cooperación. En lugar de trabajar conjuntamente para maximizar el impacto positivo de los fondos europeos, el PP parece más interesado en ganar puntos políticos a costa del bienestar nacional.

De la misma forma, también cabe destacar que el discurso del PP se ha visto notablemente endurecido en los últimos meses, y ante los procesos electorales a los que se han enfrentado, vease Galicia, País Vasco, Cataluña y Europa. Así, para acaparar el voto de la derecha, desde el PP han lanzado proclamas racistas y xenófobas, que poco tienen que ver con el patriotismo que defienden. Así como han llevado a cabo políticas donde gobiernan que nada tienen que ver con la libertad que también profesan.

Sin ningún tipo de rubor, desde la dirección del PP se ha pasado a defender “la inmigración ordenada” frente a la “inmigración ilegal” que “ocupa” nuestros “domicilios”. Feijóo aseguró en un mitin en Cataluña que desde su partido “no admiten que la inmigración se deje en nuestras casas ocupando nuestros domicilios”, apelando también a los electores a que “se den cuenta de que Cataluña tiene los índices de criminalidad, de robos, de hurtos y de reincidencia de los más altos de España”.

También han recriminado al ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, del aumento de la inseguridad, ya que aseguran que “la criminalidad crece exponencialmente cada año”. “Crecen los asaltos a domicilios, algo tendrá que ver con su Ley Okupa, y también los delitos contra la libertad sexual, algo tendrá que ver con su Ley del Sólo sí es sí”, pronunció Bea Fanjul.

Y Feijóo tampoco ha dudado en criticar al Gobierno por haber creado una “inseguridad jurídica y fiscal” que hace “muy difícil invertir”. “Si la igualdad real y efectiva y la separación de poderes se tambalean, un país entra al albur de determinados intereses partidistas”, aseguró en el Congreso. Pero bien, ¿qué efectos tienen estos discursos en la población en general? Acompañados además de las visitas a Europa para arremeter contra nuestro propio país, criticando a Sánchez por presionar y negociar para recibir la mayor cantidad posible de los fondos europeos, además de intentar europeizar el tema de la amnistía o la renovación del CGPJ.

Esta estrategia de comunicación presentando a España como inseguro, con cada vez más inseguridad y más inmigración ilegal, no solo afecta la percepción interna, sino que también puede dañar la reputación de España a nivel internacional. En un mundo interconectado, los bulos y las noticias falsas se difunden rápidamente, y la imagen de un país puede verse comprometida en cuestión de horas. Para un país como España, donde el turismo representa una parte vital de la economía, la creación y propagación de mitos sobre la inseguridad pueden tener consecuencias económicas reales y que el PP parece no vislumbrar.

El turismo no solo es una fuente de ingresos, sino también una ventana al mundo que permite mostrar la cultura, la historia y la hospitalidad de España. Cualquier acción que ponga en duda estos aspectos esencialmente socava el patriotismo que el PP proclama defender. Un partido político que verdaderamente pone a su país primero debería esforzarse por fortalecer su imagen de cara al exterior, en lugar de debilitarla con tácticas que pueden ser interpretadas como intentos de ganancia política a corto plazo.

Y todo este endurecimiento del discurso radica en una única causa, que no es otra que la lucha del PP para atraer a los votantes de la ultraderecha. Para arañar votos al partido de Santiago Abascal, el PP está comprando su ideario extremista. Pero este ideario no solo se ve en estos mensajes en campaña electoral, sino también en las políticas que han desarrollado allá donde gobiernan en coalición, como el negacionismo de la violencia de género, el rechazo a la memoria histórica, la censura en la cultura o el veto a la educación sexual en las aulas.

Pese a todo ello, conviene recordar que Feijóo llegó al liderazgo del Partido Popular con el emblema de moderado y de centrista de mayorías, pero sus pactos con la ultraderecha, su ‘no’ a todo lo propuesto por el Gobierno de Pedro Sánchez y la presión de Isabel Díaz Ayuso, marcando un tono propio y tomando la delantera en varias ocasiones al propio líder de la formación, ponen en entredicho esta presentación.

Pero como el comprar el discurso de la extrema derecha para ganar los últimos comicios celebrados este año -como País Vasco o Cataluña- no ha dado un buen resultado, desde las filas del PP y sus entornos ya han empezado la estrategia de la confrontación directa con el partido de Santiago Abascal. Duros cruces de acusaciones entre PP y Vox se han vivido en los últimos días en el marco de la campaña electoral de las elecciones europeas, pero para remarcar queda el escrito difundido por FAES, fundación que preside el expresidente del Gobierno José María Aznar -que no dudó en mentir a la ciudadanía española en los atentados terroristas del 11 de marzo-. Desde FAES se acusó a Vox el pasado lunes de “sabotear” al PP y ser el “seguro de vida” de Pedro Sánchez.

“Queda más que acreditado que Vox y Sánchez se retroalimentan actuando como polos complementarios. Sánchez sin Vox perdería su excusa favorita, su seguro de vida”, señalaba la fundación en el escrito, añadiendo que “por la pasarela voxista” han desfilado rostros de la derecha alternativa europea con “énfasis distintos en función de las urgencias electorales de Vox en cada coyuntura, antisistema o responsable según donde apunte la brújula demoscópica”.

Pero, para dejar ojiplático a todo aquel que leyera el escrito, desde FAES se atrevieron a dar lecciones de lo que es el patriotismo, el patriotismo que defienden a capa y espada desde el PP y no desde Vox, según consideran: “Patriotismo significa sacrificio, subordinación de intereses propios al interés general y a la unidad de la nación. Justo lo contrario de la práctica populista en cualquier latitud, aquí y al otro lado del océano”.

En definitiva, el patriotismo del PP puede ser cuestionado a la luz de sus acciones. Un partido que se dice patriota debería, en teoría, anteponer los intereses de su país a cualquier otra consideración. Sin embargo, los ejemplos mencionados sugieren que el PP podría estar más interesado en la política partidista que en el bienestar de España. El patriotismo no solo se demuestra con palabras y símbolos, sino con hechos y coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

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La hipocresía del PP: patriotismo vendo que para mí no tengo

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03.06.2024

La Real Academia Española define el término patriota como una “persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien”. Simple. Nada más y nada menos. Ninguna alusión a banderas -por muy grandes que quieran ser- o a pulseras. Hechos por encima de palabras. Porque el verdadero patriotismo se mide por la capacidad de sacrificio y la disposición a trabajar por el bien común. Incluso cuando esto significa colaborar con oponentes políticos y tomar decisiones difíciles.

Un amor a la patria que el Partido Popular se ha cansado de pregonar a los cuatro vientos, presentándose como el único partido que de verdad se preocupa por los intereses de los españoles. Sin embargo, basta con echar la mirada atrás para desmontar rápidamente este supuesto patriotismo de los populares. Quizá el ejemplo más sangrante de esta discrepancia lo encontramos en la ambigüedad con la que el PP está tratando la masacre palestina a manos de Israel. Y es que, si a estas alturas de la película, con más de 36.000 muertos (y subiendo), los populares siguen optando por la equidistancia -e incluso posicionamiento a favor de Israel- no es tanto por su simpatía con el gobierno de Bejamín Netanyahu, sino por su eterna lucha contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Ya saben, el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Solo bajo ese mantra se entiende que el PP no haya cerrado filas en torno al Ejecutivo central en su cruce de declaraciones con Israel. Atrás (muy atrás) quedan ya los tiempos en los que José Luis Rodríguez Zapatero salió en defensa de José María Aznar ante los insultos de Hugo Chávez. Las comparaciones son odiosas.

En este sentido, a pocos sorprendió que Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida no tardaran en alinearse con Netanyahu en sus amenazas a España. “Es culpa nuestra”, esgrimieron ambos dirigentes populares escasas horas después de que Israel bombardera tiendas de campaña de refugiados palestinos en Rafah. De hecho, Almeida no contento con ello, elevó el tono al comprar íntegramente el argumentario sionista. “Quienes provocan no se pueden hacer los ofendidos. Israel lucha por su supervivencia frente a un grupo terrorista”, pronunció el alcalde de Madrid en un discurso infame que le perseguirá durante toda su trayectoria. Porque Almeida tarde o temprano tendrá que explicar qué provocaron exactamente los más de 15.000 menores de edad, las más de 10.000 mujeres, los cerca de 500 trabajadores médicos y los más de 150 periodistas asesinados en estos siete meses a manos de Israel.

Quienes provocan no se pueden hacer los ofendidos. Israel lucha por su supervivencia frente a un grupo terrorista.@AlmeidaPP_ pic.twitter.com/GaJdlrQgX6

Pero, si existe una figura que representa a la perfección la suerte de huida hacia delante sin retorno -porque la palabra rectificar no entra en los planes del PP- en la que se encuentran los populares en la cuestión palestina es la de Borja Sémper. El político vasco, que se marchó de la política a comienzos de 2020........

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