Comunicadora social y escritora

Todo pasa. Ten paciencia. Son recomendaciones que usualmente escuchamos cuando las cosas van mal. A veces, el corazón se nos llena de lluvia y esas palabras nos dan cierto alivio al creer que aquello que nos está rompiendo por dentro, en algún momento dejará de doler.

El problema ocurre cuando la tristeza que nos consume es generada por quienes se supone deberían ser nuestra alegría. Entonces, ¿cómo se avanza?

Me gustaría tener esa respuesta, pero la desconozco, solo sé que es necesario vivir un día a la vez, sin rendirse cada vez.

Recuerdo cuando era pequeña, tendría ocho o diez años, y me fijé en el cuadro que colgaba de una de las paredes en la casa de mis abuelos Coello, tenía letras, no había ningún dibujo. Las primeras líneas que leí me cuestionaron hasta enojarme, decía “tus hijos no son tus hijos, son hijos de la vida”, inmediatamente pensé ¿cómo es posible que un ser que creció en la barriga de su mamá no sea de ella?

En esa época sentí que esa frase me separaba de mi madre y me pareció una extravagancia de mi abuelo tener algo así en su casa, no presté más atención al resto de las palabras y estuve con eso en la cabeza mucho tiempo hasta que lo olvidé. Con los años, me convertí en madre y no volví a pensar en esas palabras hasta que un día llegó a mis manos el poema completo.

Volvió la sensación de rechazo que tenía guardada desde mi época infantil y estuve a punto de desecharlo sin leerlo, pero esta vez, lo analicé desde la madurez y encontré una realidad cruda y dolorosa, pero totalmente acertada, especialmente cuando dice “puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos” y a veces, parece que no lograran comprender nuestras acciones ni escuchar nuestras palabras, como si un velo cubriera el entendimiento y algo rompiera los canales de comunicación a pesar del afecto y atención que les damos. No logran ver, ni valorar nada. Tienen su propia versión de los hechos, en la que los padres somos malos, injustos, dementes o equivocados.

De esta manera, me cuestiono muchas veces lo ardua y lacerante que puede ser la maternidad. Me critico mucho, imagino que, tratando de no repetir errores, he cometido los míos. Por evitar ser enérgica como mi padre, permití comportamientos y frases que rompieron mi corazón en miles de pedazos. Temo que algunos de ellos, dolerán en el tiempo. Solo espero que mis aciertos, sean reconocidos alguna vez, tal vez.

Corolario, me quedo con la última frase del poema de Khalil Gibran que da nombre a esta columna “Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados. Deja que la inclinación, en tu mano de arquero, sea para la felicidad”. Espero que las batallas que libramos hoy, resultado de mis exigencias disciplinarias, sean la felicidad de mañana para ellos.

QOSHE - Tus hijos no son tus hijos - Verónica Coello Moreira
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Tus hijos no son tus hijos

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11.11.2023

Comunicadora social y escritora

Todo pasa. Ten paciencia. Son recomendaciones que usualmente escuchamos cuando las cosas van mal. A veces, el corazón se nos llena de lluvia y esas palabras nos dan cierto alivio al creer que aquello que nos está rompiendo por dentro, en algún momento dejará de doler.

El problema ocurre cuando la tristeza que nos consume es generada por quienes se supone deberían ser nuestra alegría. Entonces, ¿cómo se avanza?

Me gustaría tener esa respuesta, pero la desconozco, solo sé que es necesario vivir un día a la vez, sin rendirse cada vez.

Recuerdo cuando era pequeña, tendría ocho o diez años, y me fijé en el cuadro que colgaba de una de las paredes en la casa........

© El Peruano


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