Comunicadora social y escritora

Me gustaron algunos momentos; el primero fue cuando entró la novia. Una jovencita linda con los ojos llenos de ilusión del brazo de un padre orgulloso y nervioso que caminó con ella hasta dejarla junto al novio. El lenguaje no verbal de entregar su hija al hombre que ella eligió como compañero de vida siempre me parecerá muy emotivo. Debe ser duro para un padre poner la felicidad de su hija en otro hombre y confiar en que este le prodigará el mismo amor que él le ha dado.

De esta manera, cuando ella caminaba con la vista puesta en su futuro esposo y el público presente se deshacía en comentarios sobre su belleza o lo hermoso de su vestido, yo giré mi mirada al muchacho y me gustó encontrarme con el mismo brillo en sus ojos. Me da la impresión de que la gente joven ya no cree en el matrimonio, tal vez porque vieron naufragar el de sus padres o porque lo sienten como un compromiso arcaico. En ese orden, creo firmemente que el matrimonio no es el papel firmado, ni el vestido blanco, ni la fiesta. Tampoco lo son los hijos y las deudas. Una relación funciona cuando existe el compromiso de ambas partes para construir el para siempre, que no es otra cosa que la suma de un día a la vez, sin rendirse cada vez. El amor debe ser el motor, pero no basta, se necesita decisión diaria y trabajo en pareja. El diálogo, que suena tan fácil, debe sostenerse en honestidad y amabilidad. Es fundamental transparentar nuestros agrados y desagrados con palabras que busquen construir y jamás destruir.

En consecuencia, durante la homilía, cuando el sacerdote se refirió a que esta historia de amor empezó como una gran amistad, pensé que realmente ese puede ser el ingrediente fundamental para una relación saludable. Estoy convencida de que encontrar una persona a quien podemos contarle nuestros mayores temores y debilidades sin miedo a que los utilice en nuestra contra y que, por el contrario, se vuelva nuestro puntal es un verdadero regalo. El amor necesita sonrisas, risas y carcajadas, sobrevive en el abrazo y se fortalece en las tempestades cuando las manos están sosteniéndose permanentemente.

Finalmente, cuando la ceremonia terminó y el novio besó a la novia, la iglesia estalló en aplausos de amor y buenos deseos para ellos. Salí contagiada de tanta felicidad en familia y convencida de que el amor siempre valdrá la vida; corolario, cierro esta columna con las palabras de Mario Benedetti: “Todos necesitamos alguna vez un cómplice, alguien que nos ayude a usar el corazón”.

QOSHE - Todos necesitamos un cómplice - Verónica Coello Moreira
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Todos necesitamos un cómplice

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25.11.2023

Comunicadora social y escritora

Me gustaron algunos momentos; el primero fue cuando entró la novia. Una jovencita linda con los ojos llenos de ilusión del brazo de un padre orgulloso y nervioso que caminó con ella hasta dejarla junto al novio. El lenguaje no verbal de entregar su hija al hombre que ella eligió como compañero de vida siempre me parecerá muy emotivo. Debe ser duro para un padre poner la felicidad de su hija en otro hombre y confiar en que este le prodigará el mismo amor que él le ha dado.

De esta manera, cuando ella caminaba con la vista puesta en su futuro esposo y el público presente se deshacía........

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