¡Silencio y respeto!
Si el próximo Presidente quiere ser fiel a las promesas y al tono de su discurso de victoria, si se abstiene de autoritarismos y, sobre todo, de usos desmedidos de la fuerza, su Gobierno puede hacer un aporte en los clivajes de la cultura política contemporánea.
El público intuyó que Kast iba a agradecer la visita de Jeannette Jara y se preparaba para pifiar. “¡Silencio y respeto!”, repitió tres veces el orador y en la tercera el silencio no fue pedido sino ordenado, alzando la voz y dándole un tono imperioso. El silencio se produjo y mostró las capacidades de liderazgo del próximo Presidente. El público entendió su papel y de ahí en adelante todo fue más ordenado y menos entusiasta.
El discurso de José Antonio Kast tuvo momentos destacados y un tono general a la altura de las circunstancias. Habló de cosas importantes e insistió en que su Gobierno sería el de todos los chilenos. Afirmó con énfasis su apego a la democracia y, con menos pasión, a la república. Pudo creer que el nombre de su partido hacía irrelevante ese acto de fe, pero balbuceó la necesidad de una mayor reflexión sobre la república.
El compromiso con la democracia, la república y un Gobierno para todos marcó los énfasis de alguien que ha alcanzado la madurez política y se expone a la responsabilidad de gobernar. La repetición a lo largo del discurso de un propósito de unidad en el respeto no solo es loable, sino que entrega a la futura oposición un reconocimiento explícito para hacer valer sus puntos de vista y conversar.
El discurso fue un impecable........





















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