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Ciencia, cocaína y la traición del progreso

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Durante milenios, la hoja de coca ha sido una planta sagrada. En los Andes, su uso era un tejido social y una herramienta de resistencia. El drama comenzó cuando la curiosidad europea decidió que la planta no era suficiente; había que extraer su alma blanca.

En 1860, el químico Albert Niemann logró aislar el alcaloide en Alemania. No lo hizo para alimentar un imperio criminal, sino bajo la convicción de que cada nuevo compuesto en su probeta era un peldaño más hacia la gloria de la humanidad. Fue un error de cálculo histórico: al concentrar la potencia de la planta en un cristal blanco, el rigor científico despojó al compuesto de su contexto cultural y la convirtió en un proyectil farmacológico.

Lo que siguió fue la industrialización. La farmacéutica Merck, símbolo de la precisión alemana, no vio un riesgo, sino una mina de oro. Refinando toneladas de hojas, el poderoso farmacéutico........

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