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¡Nos trajo la voz de lejos!

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01.11.2025


En esa época practicábamos, por las tardes, lanzamientos de béisbol frente a la entrada, aprovechando que aún no se había construido la parte delantera y seguía siendo de las llamadas casas “metidas”. También jugábamos fútbol y béisbol en un espacio libre que había permanecido sin dueño debido a que nadie se atrevía a alargar su patio más allá de lo que consideraban correcto. Era un verdadero cuadrado donde nuestro béisbol estaba sometido a una regla singular, exclusiva de ese llamado “campito”: acatada la norma, quien conectara un jonrón tenía que ir a buscar la pelota al patio del vecino, en el center field; y para eso debía recorrer una distancia superior a la de la carrera en sí; además, esa penitencia incluía la solicitud de permiso al propietario de la vivienda y encontrarse con el genio variable del dueño de casa. Después venía el último paso: congraciarse con un enorme perro negro que hacía respetar su patio. En esas circunstancias, era preferible contentarse con un hit sencillo y estacionarse en la primera base.

Cuando apareció el pequeño radio con caja de pasta, nuestro padre ordenó la construcción de una repisa de madera con las medidas exactas del prodigioso aparato. Era una pequeña obra de arte, barnizada, brillante y con todas las........

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