Un par de noticias pintorescas acompañó el comienzo de este año. Vimos cómo la ciudad se ocupaba de un supuesto escándalo asociado con un reconocido club social, y días después descubríamos que toda la prensa nacional había sido engañada por una persona local, que al parecer mintió al asegurar que había participado en la animación de una premiada película japonesa. Ambos sucesos tienen un origen común y revelan una vez más los peligros que conlleva la exposición irresponsable en esos perniciosos foros públicos en los que se han convertido las redes sociales.

El escándalo del club empezó por unos mensajes de voz que circularon por WhatsApp, en los que alguien describió unas escenas subidas de tono en uno de los baños de la institución. La persona mencionó un apellido, identificando a uno de los que supuestamente estuvo involucrado. De ahí en adelante vino una avalancha de información (¿o desinformación?), que ocupó titulares en varios periódicos a nivel nacional y segmentos dedicados en algunos noticieros. Por supuesto, el asunto se convirtió en tema obligado de conversación durante esos primeros días de enero. Muchas personas dieron por cierto todo lo que había pasado y juzgaron con rigor a quienes consideraban culpables y merecedores de repudio. Sin embargo, justamente cuando me encontraba en medio de uno de esos coloquios, caí en cuenta de lo débil que era la información disponible. Hasta ese momento no había una prueba diferente a los audios que cité y a ninguno de los que estábamos en ese grupo nos constaba que aquellos hechos habían sucedido, ni la identidad de los participantes. Sin embargo, eso no impidió que algunos nombres fuesen atacados sin mesura.

Algo similar pasó con la noticia relacionada con la ilustradora barranquillera. Casi todos los medios de comunicación se apresuraron a reproducir lo que se entendía como un hecho positivo, un logro que debía motivar orgullo regional. Se hicieron entrevistas, invitaciones, reconocimientos. Nadie revisó ni verificó. Días después el asunto se reveló como falso y las expresiones de reconocimiento se convirtieron en notas de mea culpa y no pocas burlas. Triste episodio que nunca debió escalar de esa manera.

Tal parece que se ha bajado la guardia del escepticismo. Quizá por el afán diario, por la inmediatez y brevedad de casi todo lo que consumimos y la angustia por no perderse de nada, estamos dispuestos a creer todo lo que nos vomitan las pantallas. Cuánta falta hace tomar un respiro y pensar antes de hablar, o escribir, o de reenviar la información que nos llega. Ser capaces de dudar, indagar y analizar sobre los hechos que se nos cuentan, sería un buen propósito para este año.

moreno.slagter@yahoo.com

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Crédulos | Columna de Manuel Moreno Slagter

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18.01.2024

Un par de noticias pintorescas acompañó el comienzo de este año. Vimos cómo la ciudad se ocupaba de un supuesto escándalo asociado con un reconocido club social, y días después descubríamos que toda la prensa nacional había sido engañada por una persona local, que al parecer mintió al asegurar que había participado en la animación de una premiada película japonesa. Ambos sucesos tienen un origen común y revelan una vez más los peligros que conlleva la exposición irresponsable en esos perniciosos foros públicos en los que se han convertido las redes sociales.

El escándalo del club empezó por unos mensajes de voz que circularon por WhatsApp, en los que alguien........

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