Una vez un líder religioso me preguntó si creía en dios, y yo respondí que no sabía. Él me dijo que definiera qué era dios para mí y luego pensara si esa definición sonaba como algo real. Era la pandemia y, en medio del exceso de pensamientos, le hice un espacio a este tan importante. Definí entonces que para mí dios era la fuerza universal que desde su inmensidad expande y contrae todo. También que de esa fuerza brotaba, entre tanto, el amor. Un amor que nos conectaba por añadidura a todo ser vivo y no vivo que nos rodeaba. Algo en la suma de esa fuerza y esas partes daba igual a dios.

Años después, me encontré de nuevo pensando en esa idea de dios. Esta vez mientras escuchaba testimonios de organizaciones como Católicas por el derecho a decidir o la Coalición religiosa de Nuevo México por los derechos reproductivos. Son movimientos que, a un año de la caída de Roe vs. Wade –la sentencia con la que en 1973 se despenalizó el aborto en EE. UU. y que fue revertida en 2022—, habían ayudado a más de mil personas a acceder a abortos seguros en el sur de Estados Unidos. Asociaciones de cuidado que ofrecían lecturas novedosas a fenómenos culturales tan arcaicos como las religiones, así como a sus tradiciones más sentidas, y lo hacían desde un lugar de honestidad y coherencia. Es decir, desde valores medulares del cristianismo: la compasión y la justicia.

Hace poco volví a escuchar a Nancy Cárdenas de Peña, directora de política y abogacía de Latina Institute for Reproductive Justice en Texas, un estado donde el aborto está totalmente prohibido. Nancy me habló de Las Poderosas, un proyecto de Latina Institute que invierte en la capacitación y liderazgo de mujeres de mediana edad en comunidades latinas, una población en la que más del setenta por ciento de las personas practica alguna variación del cristianismo. “Llevamos quince años y ha tomado tiempo quebrar la idea del aborto como pecado”, me dijo Nancy.

Gracias al liderazgo de estas mujeres y la incubación de espacios de intimidad, como el de la oración, se han abierto conversaciones sobre derechos reproductivos en las que como punto de partida no se invalida la creencia o el lugar del otro. Así muchas personas han logrado entender la complejidad del acceso al aborto y su carácter urgente sobre todo para las personas más vulnerables, cuestionar y reconsiderar sus propias creencias y sentir amor compasivo por quien la necesita, aunque piense diferente. O sea, han desarmado sus sesgos. Escuchando a Nancy entendí también que la idea de dios es susceptible a cambios y que hablarle a esa fuerza incomprobable es algo que ocurre con uno mismo, pero también, y sobre todo, con los demás.

QOSHE - Formas de hablar con Dios - Teresita Goyeneche
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Formas de hablar con Dios

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28.11.2023

Una vez un líder religioso me preguntó si creía en dios, y yo respondí que no sabía. Él me dijo que definiera qué era dios para mí y luego pensara si esa definición sonaba como algo real. Era la pandemia y, en medio del exceso de pensamientos, le hice un espacio a este tan importante. Definí entonces que para mí dios era la fuerza universal que desde su inmensidad expande y contrae todo. También que de esa fuerza brotaba, entre tanto, el amor. Un amor que nos conectaba por añadidura a todo ser vivo y no vivo que nos rodeaba. Algo en la suma de esa fuerza y esas partes daba igual a dios.

Años después, me encontré de nuevo pensando en esa idea de dios. Esta vez........

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