La arqueóloga de talentos en vía de extinción Liliana Moreno hace posible que, luego de veintiocho años, tras resucitar el 18 de agosto, el legendario dueto Poesía Ácida se presente de nuevo en el altiplano. Esta noche, en Bogotá, y el domingo, cerrando el Festival de artes verbales INJERTARIO en el Parque principal de Chía.

Se preguntarán qué es eso de la Poesía Ácida. El nadaísta Jaime Jaramillo Escobar me advirtió un día que lo de Poesía Ácida no iba a parar en nada, porque yo había puesto en la contraportada de mi segundo libro que era un grupo “de índole incierta”.

Poesía Ácida fue la realización de un pálpito adolescente. Mi hermano Fernando coleccionaba discos de rock y música de protesta. Alguna vez consiguió el L. P. Ferrocabral (1984), que es la grabación en vivo de un recital del cantautor y juglar argentino Facundo Cabral. A mis catorce eneros, escuchándole a Facundo decir: “Prepárense que vamos a partir, este es el tren de la muerte que cruza por la vida. Este es el viaje más terrible y maravilloso, el más delicioso, el más absurdo, el más alucinante”, imaginé que alguna vez musicalizaría y escenificaría mis poemas en el bruñido entablado del auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional.

Lo del bruñido entablado del León de Greiff no se ha cumplido, pero lo de escenificar y musicalizar mis poemas lo hice años después, viviendo en Medellín, tras conocer a la bailarina Lindaria Espinosa, al guitarrista César Grisales y al fotógrafo Juan Fernando Ospina, núcleo de un colectivo que alentó un efervescente ensamble foto-poético-paródico-crítico-dancístico-musical a mediados de los noventa, en una ciudad que sobrevivía a la cruenta vida y muerte de Pablo Escobar.

Los poemas que escribí en ese entonces tienen una elocuencia que se presta para la interpretación en público. Aunque fueron escritos hace casi treinta años, conservan una pasmosa actualidad, tal y como se aprecia en “Esta ciudad”, uno de los hits de Poesía Ácida: “Esta ciudad provoca ganas de escribir un poema antirrobo./ Un poema de máscaras de hierro,/ donde las rejas de puertas y ventanas/ se propagan al cerco de la cara/ y le sirven de antifaz”.

Con el tiempo, como lo vaticinó Jaime Jaramillo Escobar, gracias a nuestro exceso de talento y falta de profesionalismo, todo se fue para el carajo. Lindaria no siguió, César se extraditó a Miami, Juan Ospina me compró el amplificador de voz y yo regresé a Bogotá con el rabo entre las piernas jurando haber abandonado la escena para siempre. La despedida de Poesía Ácida tuvo lugar el primero de julio del 2000 en el bar El eslabón prendido, a media cuadra del parque del Periodista y a tres del teatro La Exfanfarria, donde esta aventura inició en octubre del 94.

Veintitrés años después de extintos, según lo referí en una columna anterior, la poeta y gestora cultural Liliana Moreno osó desempolvar mi sarcófago para invitarme a reactivar el grupo y clausurar el II Festival de escrituras experimentales y expandidas “La palabra en el espacio”. Eso fue hace tres meses, y no conforme con ello, nos hará reincidir este domingo 26 en Chía.

De aquello que fue Poesía Ácida solo queda el guitarrista, un teclado que hace de baterista y yo. Poca gente en Bogotá ha asistido a un recital nuestro. El grueso de mis amigos músicos y actores no me concibe montado en un escenario. Por eso, a ellos, a usted, que lee este texto, y a los cinco gatos que me siguen los convido a aprovechar la ocasión.

Inspirado en la senda de Facundo Cabral, el Indio Rómulo, Emeterio y Felipe, Bruce Lee, René Higuita, Raúl Gómez Jattin, Carlos Mario Aguirre y Pina Bausch, procuraré no defraudarlos. La música con la que César Grisales acompaña cada poema depara un viaje de guitarra clásica, lírica, rock, reggae, son cubano, heavy metal, blues, joropo y funk.

Mientras estudiaba en la Nacional y escribía los textos de ALMAC N AC STA, mi primer libro, concebía la poesía como un acto de encuentro íntimo y solitario. Así accediera a hacerlo, en esa época me conflictuaba leer los poemas en público. Creía firmemente que los versos solo pueden decirle algo a alguien en completa soledad, cuando la persona se concede el momento de hacer que resuenen en su interior.

Como la realidad es compleja y roza siempre lo contradictorio, al mismo tiempo mantuve el sueño de llegar a proyectar la poesía como una utopía en la que si dos o más se reúnen en su nombre, ella estará ahí, en medio de ellos.

Esa utopía escénica en la que los poemas al exteriorizarse se interiorizan motivó el surgimiento y es la razón de ser de Poesía Ácida.

CODA

Poesía Ácida. Sábado 25 de noviembre, 8 p. m.

El bar de vinos. Carrera 4 # 12 C 34.

Domingo 26 de noviembre, 4 p. m.

Parque principal de Chía.

QOSHE - Poesía ácida y expandida (II) - John Galán Casanova
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Poesía ácida y expandida (II)

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25.11.2023

La arqueóloga de talentos en vía de extinción Liliana Moreno hace posible que, luego de veintiocho años, tras resucitar el 18 de agosto, el legendario dueto Poesía Ácida se presente de nuevo en el altiplano. Esta noche, en Bogotá, y el domingo, cerrando el Festival de artes verbales INJERTARIO en el Parque principal de Chía.

Se preguntarán qué es eso de la Poesía Ácida. El nadaísta Jaime Jaramillo Escobar me advirtió un día que lo de Poesía Ácida no iba a parar en nada, porque yo había puesto en la contraportada de mi segundo libro que era un grupo “de índole incierta”.

Poesía Ácida fue la realización de un pálpito adolescente. Mi hermano Fernando coleccionaba discos de rock y música de protesta. Alguna vez consiguió el L. P. Ferrocabral (1984), que es la grabación en vivo de un recital del cantautor y juglar argentino Facundo Cabral. A mis catorce eneros, escuchándole a Facundo decir: “Prepárense que vamos a partir, este es el tren de la muerte que cruza por la vida. Este es el viaje más terrible y maravilloso, el más delicioso, el más absurdo, el más alucinante”, imaginé que alguna vez musicalizaría y escenificaría mis poemas en el bruñido entablado del........

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