El jueves 29 de febrero, Volker Türk, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, inició su informe sobre la situación actual en el territorio palestino ocupado con una dura aseveración: “Parece no haber límites a los horrores que se están destapando ante nuestros ojos en Gaza”. Ese mismo día, corroborando las palabras de Türk, 112 civiles palestinos murieron y al menos 700 quedaron heridos tras ser baleados por el ejército israelí mientras esperaban recibir alimentos en medio del hambre que padecen 2,2 millones de gazatíes.

Al día siguiente, en su editorial “El horror en Gaza debe acabar”, El Espectador declaró que el gobierno israelí debía responder “por las graves denuncias de comisión de crímenes de guerra y las acusaciones de genocidio”. El lunes 4, El Tiempo afirmó que lo que está ocurriendo debe avergonzar a la humanidad, y preguntó: “¿Qué más tiene que pasar en Gaza para que el mundo actúe y le advierta a Israel que ha ido demasiado lejos? ¿Qué llevó a su ejército a disparar contra civiles con hambre?”.

El martes 5, con la indolencia e irresponsabilidad que se permite por atravesar un duelo cósmico canino, Carolina Sanín trinó: “Un fracaso de la humanidad y un triunfo del horror sería que Israel se convirtiera en provincia del califato. Sepan que eso es lo que está en juego”. Estupefacto, @EGiancarloP comentó: “Carolina es capaz de imaginar un genocidio que no ha pasado y ser negacionista del que está pasando”; @laurama añadió: “Estamos hablando de un genocidio, de un pueblo que ha sido sometido a un régimen de apartheid durante años y al que le han sido negados todos sus derechos”.

El 9 de marzo, Hernando Gómez Buendía, director de la revista Razón Pública, planteó en este diario: “acorralar y humillar de esta manera a 4,9 millones de personas es el modo más seguro de dejar sin protección a los 9,3 millones de habitantes de Israel”, y acto seguido puso el dedo en la llaga al señalar que el ataque terrorista ejecutado por Hamás el 7 de octubre fue un producto de la desesperación, “porque desde 2007 Gaza es la cárcel más grande del mundo, porque el año pasado y hasta antes del ataque los colonos y el ejército israelí habían asesinado a más de 200 residentes al este del Jordán (incluyendo 38 niños)”.

El 10 de marzo, en la columna “Soy judío y no puedo defender a Israel”, Salomón Kalmanovitz puso algunos puntos sobre las íes para argumentar por qué reprueba las acciones bélicas de Israel contra los civiles en Gaza. Denunció que actualmente la política local israelí es dirigida por políticos de derecha corruptos y por fanáticos religiosos que pretenden expulsar de su tierra a los palestinos, y que, al bombardear miles de edificios habitados por familias indefensas, “se están sembrando vientos que se tornarán en tormentas”.

Marcos Peckel, director de la comunidad judía en Colombia, le replicó a Kalmanovitz que al cuestionar la brutal retaliación israelí parecía haber caído en la trampa tendida por la “izquierda antisemita”. (¿Izquierda antisemita la de El Espectador, El Tiempo, Razón Pública y la ONU?). Justificó su postura de que Israel debe “erradicar” a cualquier precio la amenaza palestina en aseveraciones tan equívocas como la siguiente: “Israel fue arrastrada a una guerra que nunca quiso”. En realidad, no es eso lo que muestra el informe de Naciones Unidas, donde se sindica a Israel de haber impuesto a los palestinos “sistemas de control profundamente discriminatorios” durante 56 años, así como de mantener un bloqueo de 16 años que ha sometido a los habitantes de la Franja de Gaza a una situación inhumana de cautividad, violencia, hostigamiento, arbitrariedad, despojo, desapariciones y desplazamiento forzado.

Ante la pasividad y negligencia de las grandes potencias y una opinión mundial anestesiada por la sobrecarga de información y desinformación, entre trinos incontinentes, declaraciones falaces e incendiarias de fundamentalistas de ambos bandos y algunos países —como Suráfrica, Colombia, Brasil, Chile y México— y voces sensatas que no hacen verano, cada vez se ve más lejos la posibilidad de un cese al fuego y una salida negociada. Por el contrario, cifras como las de las 1.213 víctimas israelíes masacradas por Hamás y las 135 que aún tienen secuestradas, así como las de 33.035 palestinos asesinados por Israel —entre ellos 10.500 niños—, hacen prever que el horror seguirá torpedeando las intenciones de alcanzar una paz en la que Israel acepte el derecho de los palestinos a vivir en un estado independiente, y las facciones palestinas reconozcan el derecho de los israelíes a coexistir libres de la amenaza terrorista.

Entre tanto, el pueblo palestino seguirá siendo martirizado y diezmado por las bombas, las balas, la hambruna y la insalubridad.

Fin del comunicado, mas no del genocidio. Y vamos a los goles.

QOSHE - El triunfo del horror - John Galán Casanova
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El triunfo del horror

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16.03.2024

El jueves 29 de febrero, Volker Türk, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, inició su informe sobre la situación actual en el territorio palestino ocupado con una dura aseveración: “Parece no haber límites a los horrores que se están destapando ante nuestros ojos en Gaza”. Ese mismo día, corroborando las palabras de Türk, 112 civiles palestinos murieron y al menos 700 quedaron heridos tras ser baleados por el ejército israelí mientras esperaban recibir alimentos en medio del hambre que padecen 2,2 millones de gazatíes.

Al día siguiente, en su editorial “El horror en Gaza debe acabar”, El Espectador declaró que el gobierno israelí debía responder “por las graves denuncias de comisión de crímenes de guerra y las acusaciones de genocidio”. El lunes 4, El Tiempo afirmó que lo que está ocurriendo debe avergonzar a la humanidad, y preguntó: “¿Qué más tiene que pasar en Gaza para que el mundo actúe y le advierta a Israel que ha ido demasiado lejos? ¿Qué llevó a su ejército a disparar contra civiles con hambre?”.

El martes 5, con la indolencia e irresponsabilidad que se permite por atravesar un duelo cósmico canino, Carolina Sanín trinó: “Un fracaso de........

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