Los primeros 100 días de un gobierno resultan ser muy pocos para entregar un balance de logros y cumplimiento de metas, pero suficientes para demostrar el talante y el carácter de un gobernante y en general dar una idea del que será el estilo de su gobierno durante los siguientes cuatro años.

Con modestia, el alcalde Carlos Fernando Galán ha estado en estos días contándonos sus principales avances, dentro de los cuales son de destacar la evidente recuperación de la malla vial, la agilización de las obras públicas fundamentales para la movilidad de Bogotá y el proyecto de recuperación del centro, que ya comienza a notarse. Importantísimo también el anuncio del inicio de la construcción del viaducto del Metro en mayo próximo, y considero fundamental el destrabe del PTAR Canoas, el megaproyecto de saneamiento básico más importante del país a cargo de la EAAB, el cual dejará en construcción. Hay avances interesantes en lo social, en educación y en seguridad, lo que, sin duda, terminará calificando su gestión. Ha sido determinante la articulación institucional a nivel nacional y local para combatir la criminalidad, lo que es en sí un logro que dio pie a la captura de 12 de los 25 delincuentes más buscados, a la desarticulación de la banda de alias Satanás y a una reducción del 47 % de los hurtos en el sistema integrado de transporte público y de un 9,8 % en los homicidios. Aunque es poco para la tragedia que vive Bogotá, son resultados concretos que marcan una forma de hacer las cosas, al parecer efectiva.

Hemos visto también un equipo de gobierno competente, articulado y comprometido, con una estrategia de comunicación amable y pertinente. Vimos al alcalde enfrentar la emergencia de los incendios de forma impecable y reaccionar asumiendo su responsabilidad frente al lamentable desacierto en el manejo de las manifestaciones del 8 de marzo. Y, finalmente, en un acto de franqueza y seriedad, por el costo político que comporta para él, lo vimos aguar la fiesta del balance de sus primeros 100 días con el anuncio del inicio del racionamiento de agua.

Pero, más allá del cumplimiento de metas iniciales, el balance de los 100 días arroja algo esencial: que en la vida, y así en política y en administración pública, el tono, entendido como la actitud hacia su cargo, es definitivo. A Galán lo califican muchos de “tibio”. Un tibio templado, agregaría yo, porque con elegante compostura ha logrado liderar, concertar y dar confianza. Se dirige a los ciudadanos con el respeto de quien es consciente de que se debe a nosotros, con la humildad de quien comprende que somos los ciudadanos quienes pagamos su salario y esperamos resultados; habla con la empatía de los buenos seres humanos, con la transparencia de quien no tiene guardados y con la serenidad de quien no carga con un vergonzoso pasado.

Quién sabe si Montaigne, como alcalde de la Burdeos de esa Francia convulsionada, habría sido también un tibio que escribió sus ensayos sobre la prudencia y la templanza, sobre la virtud de la moderación en lo mundano para no caer en el daño de los excesos, sobre el huir de ideales que llevan al extremismo o al victimismo y sobre la verdad que evita acercarse a los extremos.