En las estribaciones de la cordillera Occidental de los Andes nació hace 174 años un municipio que tuvo un par de nombres antes de llamarse Jericó y que hoy, con razón, es conocido como el pueblo más hermoso de Antioquia.

Jericó, como lo escribí en un reportaje para este diario el 11 de agosto de 2019, es “como se llama la tierra a la que el pueblo de Israel, según la tradición judeocristiana, llegó entre los años 1000 y 1200 a.C. escapando de la esclavitud en Egipto”. Se dice que fue el obispo Juan de la Cruz Gómez quien propuso el nombre de Jericó al terruño antioqueño porque sentía que era la forma más sublime de honrar la milenaria historia. Desde entonces y hasta hoy, el Jericó colombiano se convirtió en cuna de grandes pensadores y de la madre Laura Montoya, canonizada el 12 de mayo de 2013 y cuya vida fue un ejemplo de rebeldía y lucha liberal –aunque parezca paradójico–.

Gracias a la Santa Laura y a hombres y mujeres de la talla de Manuel Mejía Vallejo, Héctor Abad Gómez, Jesusita Vallejo y Javier Darío Restrepo, entre otros, Jericó creció en paralelo con una visión agrícola y otra atada a la cultura. El peregrinaje religioso como también el Museo MAJA, la Casa Museo José Tomás Uribe Abad, el Teatro Santamaría, los paisajes, los senderos para hacer caminatas ecológicas, la gastronomía y el café, hacen de este municipio un lugar al que cabría acomodarle un fragmento del poema “El bastón de laca” de Borges:

“Lo miro. Siento que es una parte de aquel imperio, infinito en el tiempo, que erigió su muralla para construir un recinto mágico”. Borges se refiere a un bastón que su amada María Kodama compró para él en China y que lo sorprendió por su rareza y belleza y a Jericó bien se ajusta la analogía porque eso es lo que define al municipio.

Y desde hace seis años, completa ese delicioso coctel cultural la presencia del Hay Festival gracias a la alianza con Comfama y a una convicción: sin cultura y educación no es posible transformar las sociedades. David Escobar Arango, director de la caja de compensación familiar antioqueña, afirma para esta columna que “si nosotros queremos construir una sociedad moderna, que conviva, que tenga mentalidad de progreso, de respeto por la dignidad humana y por la naturaleza, la educación tradicional no va a ser suficiente y ahí es cuando la cultura viene como la otra cara de la moneda de la educación. Con la cultura se construyen conversaciones que generan un marco de valores, una forma de entendernos y de encontrarnos como sociedad”.

En esta versión del Hay Jericó (19 - 21 de enero), los habitantes locales y visitantes aprendieron sobre la narrativa de Selva Amada, Irene Solá, Nona Fernández, Javier Moro, Jorge Franco y Humberto de la Calle; oyeron cómo el investigador español Eduardo Romero unió a Colombia y a España a través de un relato sobre migraciones y minería a gran escala; abrieron la mente a las inquietudes que dejó el filósofo Roberto Palacio sobre la ansiedad; descubrieron el Amazonas desde la mirada de la periodista brasilera Eliane Brum y tuvieron el privilegio de acercarse a la vida y obra de la mujer más grande de la música clásica colombiana: Teresita Gómez.

Colombia necesita dejarse acariciar más por la cultura. La sociedad lo pide. La cultura en todas sus manifestaciones debe ser una prioridad del sector privado y de la política pública local y nacional. ¿Alguien se resiste a una caricia? Difícilmente. Bueno, articulemos más caricias culturales como las que ofrecen los brazos de Jericó.

QOSHE - Una caricia llamada cultura - Claudia Morales
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Una caricia llamada cultura

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25.01.2024

En las estribaciones de la cordillera Occidental de los Andes nació hace 174 años un municipio que tuvo un par de nombres antes de llamarse Jericó y que hoy, con razón, es conocido como el pueblo más hermoso de Antioquia.

Jericó, como lo escribí en un reportaje para este diario el 11 de agosto de 2019, es “como se llama la tierra a la que el pueblo de Israel, según la tradición judeocristiana, llegó entre los años 1000 y 1200 a.C. escapando de la esclavitud en Egipto”. Se dice que fue el obispo Juan de la Cruz Gómez quien propuso el nombre de Jericó al terruño antioqueño porque sentía que era la forma más sublime de honrar la milenaria historia. Desde entonces y hasta hoy, el Jericó colombiano se convirtió en cuna de grandes pensadores y de la madre Laura Montoya, canonizada el 12 de mayo de 2013 y cuya vida fue un ejemplo de rebeldía y lucha liberal –aunque........

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