En su más reciente novela histórica, Maldita Roma (Penguin Random House, 2023) el español Santiago Posteguillo, escribe un fragmento en el que Julio César, edil en ese momento y futuro emperador de Roma, habla con su mejor amigo, Tito Labieno, sobre la importancia de abrir las mentes y los corazones del pueblo a través de la cultura.

En la época era usual que los gobernantes organizaran luchas entre gladiadores como la principal forma de entretenimiento para la comunidad. Sin embargo, César pensaba que eso no era suficiente y levantó un teatro de madera para representar obras de teatro, llevó exposiciones de arte a las basílicas y realizó instalaciones de esculturas en distintos puntos de Roma. Pero Labieno no entendía para qué servía el arte y le decía que eso no le interesaba a la gente y que tampoco lo iba a volver más popular. César afirma que, aunque el Senado está en desacuerdo con sus ideas, él va a seguir apostando por ellas. Labieno le pregunta por qué y esto responde: “Porque un pueblo que sepa más, que lea, que vaya al teatro o que se admire ante el arte es un pueblo que piensa más, y quien piensa más es más exigente con quien le gobierna y está más atento a los abusos del poder y reclama más justicia”.

Lástima que César se hubiera desfigurado hasta convertirse en un dictador, porque ese principio de pueblo que soñó en el año 65 a.C. es la utopía de las sociedades de hoy. Al menos lo es en muchos territorios de Colombia y también, por ejemplo, en Argentina bajo el gobierno de Javier Milei.

Milei quiere borrar la forma de pensamiento de los argentinos y desarrollar una “batalla de ideas para acabar con la cultura y la mentalidad putrefacta del socialismo”, como lo escribe el filósofo y abogado chileno Axel Kaiser. El camino para lograrlo es la reducción de los aportes estatales para el fomento al cine, el cierre del Instituto Nacional del Teatro y una modificación a la asignación de recursos del Instituto Nacional de la Música. Por igual camino van los sectores de la ciencia y otras artes. El argumento es ruin y también muy taquillero: no hay plata y hay que darle de comer a los pobres. Los ciudadanos pobres son usados siempre por los caudillos de todas las ideologías para incrementar sus índices de favorabilidad.

En Colombia no hay un Milei, pero sí gobernantes mezquinos, en especial en las regiones (los de ahora y los de antes), que menosprecian las expresiones del arte, que creen que tirarse millones de pesos en “fiestas del chupe” es cultura y que asocian el teatro, el cine, los libros, la danza y la música como la forma de vida de los vagos.

Es mediocre y ciego un gobernante que no entiende que a través de los procesos culturales y educativos es como se transforman las sociedades. Y, como Milei, prefieren personas brutas a su alrededor que les sirvan en el objetivo de perpetuarse -si no ellos, a través de otros- en el poder. También, para ser justos, hay que resaltar que la responsabilidad de fortalecer la cultura y la educación no es exclusiva del Estado, sino que involucra a los colegios y universidades privadas, las empresas de todo orden productivo y los medios de comunicación.

Bien lo escribe Reinaldo Spitaletta en Qué cultura va a tener…, su columna de esta semana en este diario: “La cultura, en su sentido más liberal y revolucionario, no ha sido una bandera de los caudillos, politiqueros, demagogos tropicales, ni en general de la mayoría de ‘redentores’ que por estas geografías se han visto. Es más, les importa un comino y saben que mientras menos acceso popular haya a las grandes obras del espíritu, a las más elevadas creaciones humanas, más fácil se somete al rebaño”.

Ante ello, nuestro deber es salirnos de ese rebaño. Unamos nuestras voces y lancemos un grito por la cultura.

@ClaMoralesM

QOSHE - Un grito por la cultura - Claudia Morales
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Un grito por la cultura

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22.02.2024

En su más reciente novela histórica, Maldita Roma (Penguin Random House, 2023) el español Santiago Posteguillo, escribe un fragmento en el que Julio César, edil en ese momento y futuro emperador de Roma, habla con su mejor amigo, Tito Labieno, sobre la importancia de abrir las mentes y los corazones del pueblo a través de la cultura.

En la época era usual que los gobernantes organizaran luchas entre gladiadores como la principal forma de entretenimiento para la comunidad. Sin embargo, César pensaba que eso no era suficiente y levantó un teatro de madera para representar obras de teatro, llevó exposiciones de arte a las basílicas y realizó instalaciones de esculturas en distintos puntos de Roma. Pero Labieno no entendía para qué servía el arte y le decía que eso no le interesaba a la gente y que tampoco lo iba a volver más popular. César afirma que, aunque el Senado está en desacuerdo con sus ideas, él va a seguir apostando por ellas.........

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