En la primera página de su edición de este lunes 22 de abril, El Espectador informó sobre la marcha del domingo anterior y encabezó con un titular significativo: “A reflexionar”. Ese mensaje supone un aserto: ni el gobierno ni la oposición pueden darse el lujo de leer estas movilizaciones de la gente en clave de pugna entre dos bandos.

El domingo salieron a la calle desde rabiosos voceros de una aversión visceral a la persona del presidente, hasta críticos de mayor o menor intensidad que, sin aborrecimiento alguno, encuentran pifias y errores en la gestión del gobierno. Ejercen su legítimo derecho a la protesta. Pero no había allí uno solo, sino varios de los muchos países que conforman la diversidad social, geográfica, cultural de esta sociedad múltiple que, por razones históricas, políticas, jurídicas necesita consolidar su unidad en la diferencia.

Pero hay otros más que no salieron: desde amigos rabiosos del presidente, cuya aversión visceral por sus adversarios personifican en uno o dos expresidentes, hasta quienes siguen creyendo en el gobierno o lo respaldan a pesar de sus errores o, simplemente, son indiferentes. Tampoco es uno sino varios de los muchos países que conforman esta Colombia plural que algunos dividen en dos por falta de conocimiento o por exceso de odio.

El país no ha logrado su unidad en la diferencia porque compró el enfoque binario que ignora la pluralidad social. Desde su origen lo hemos partido en dos bandos: monarquistas y republicanos, realistas y patriotas, bolivarianos y santanderistas, liberales y conservadores, burgueses y proletarios, ricos y pobres. Por cuenta de esa mirada binaria estamos llegando al peor de los extremos: dividir la nación entre buenos y malos. ¿Hasta dónde puede llegarse?

Semejante artificiosa división no se compadece con ninguna visión civilizada. Es como una suerte de misantropía política que invalida a los demás, descalifica al otro, justifica su descrédito, su escamoteo o su manipulación. Y no se necesita reflexionar. Es sorprendente la pobreza del debate político. Colombia ha sobresalido como una de las democracias más estables de América, pero ahora esa democracia parece estarse evanesciendo en medio de gritos de odio, pronunciados y estimulados por una inédita mediocridad dirigente.

El gobierno se enreda en sus propias declaraciones y manipula al anunciar que las marchas del 1 de mayo serán respuesta a las del domingo anterior. La oposición manipula e incita a la confrontación utilizando terminología violenta en el lenguaje político. Una marcha ciudadana se responde con otra, esta con la siguiente y luego la otra, de manera que el pulso se prolonga en forma interminable, registrando un odio creciente y un empate extenuante, mientras aumentan la crispación y las provocaciones.

En un Estado de Derecho el gobierno no puede abandonar el diálogo, pero la oposición tampoco. En una sociedad plural es preciso conversar con todo el mundo, incluyendo los adversarios más radicales. En política no hay túnel sin salida, a menos que gobierno y oposición obstruyan o eliminen los vasos comunicantes propios de la convivencia social y formulen crecientes provocaciones. En ese caso solo queda una salida: la guerra. No se puede entender que alguien quiera apostarle a eso.

QOSHE - ¡Viva la guerra! - Augusto Trujillo Muñoz
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¡Viva la guerra!

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27.04.2024

En la primera página de su edición de este lunes 22 de abril, El Espectador informó sobre la marcha del domingo anterior y encabezó con un titular significativo: “A reflexionar”. Ese mensaje supone un aserto: ni el gobierno ni la oposición pueden darse el lujo de leer estas movilizaciones de la gente en clave de pugna entre dos bandos.

El domingo salieron a la calle desde rabiosos voceros de una aversión visceral a la persona del presidente, hasta críticos de mayor o menor intensidad que, sin aborrecimiento alguno, encuentran pifias y errores en la gestión del gobierno. Ejercen su legítimo derecho a la protesta. Pero no había allí uno solo, sino varios de los muchos países que conforman la diversidad social, geográfica, cultural de esta sociedad múltiple que, por razones históricas, políticas,........

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