Una pregunta que surge hoy en día es cómo preservar nuestra calidad cognitiva en un entorno laboral que, día a día, la desgasta.

El trabajo se desarrolla frente a pantallas, entre videollamadas, correos y mensajes. Es flexible y veloz, pero también genera un daño silencioso. Estudios muestran que el uso intensivo de dispositivos digitales altera la conectividad cerebral, reduce materia gris y afecta la creatividad, las funciones ejecutivas y el control emocional. La economía digital se sostiene, en buena parte, sobre cerebros agotados.

Uno de los principales factores es la interrupción constante, a menudo confundida con multitarea, o en inglés “multitasking”. El cerebro necesita unos veintitrés minutos para recuperar el foco tras una distracción, y cada interrupción deja un residuo cognitivo acumulativo. A esto se suma la “fluidez sin raíces”: la inteligencia artificial permite producir resultados con apariencia de competencia profesional, pero sin comprensión profunda. Generamos mucho, pero aprendemos poco.

Con el tiempo, esta comodidad tecnológica puede atrofiar nuestra necesidad de pensar........

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