Opinión

domingo, 21 abril 2024 | 06:00

Entrando a la ciudad manejando de Chihuahua a Ciudad Juárez, se pueden ver deprimentes montones y montones de basura acumulados en ambos lados de la carretera. Pedazos de bolsas, latas, cartón, llantas y desperdicios de todo tipo que voló el aire y se acumulan entre los cercos de púas, dejando atrás las bellezas del campo, las panorámicas sierras, las verdes praderas, los ranchos, los pueblos y las pálidas dunas. En el camino se pueden disfrutar escenarios naturales exquisitos, interrumpidos solo de vez en cuando por las termoeléctricas, la agricultura menonita y otras industrias pesadas incrustadas a los lados de la carretera, que por cierto necesita mantenimiento. Ya llegando a la ciudad, empieza el tráfico. Aparece el ruido, las sirenas policiacas y los camiones contaminando nuestro aire con sus oscuros gases tóxicos oscuros.

Son responsables múltiples factores, como el acelerado crecimiento de la ciudad y la industria maquiladora desde el siglo pasado, la corrupción y el compadrazgo entre los políticos, los desarrolladores de las naves industriales y los dueños de los terrenos, el escaso involucramiento ciudadano, además de la falta de conciencia y educación al respecto. Desafortunadamente, el panorama de contaminación se repite en la mayoría las grandes ciudades de todo el país. Pero no es un problema exclusivo de nuestra nación.

El planeta tierra, un globo azul visto desde la oscuridad del espacio, es la casa de todos, y los humanos modernos la estamos contaminando a paso acelerado, enfermándola. Según un estudio publicado por la Comisión Internacional de Científicos de la Tierra, ya se han sobrepasado los límites aceptables y ahora estamos en una “zona de peligro”. Este lunes 22 de abril se celebra el Día de la Madre Tierra, que es sagrada en muchas culturas ancestrales. Es un día para crear conciencia, para educarnos sobre la importancia que tiene entender la compleja realidad de los ecosistemas mundiales. Su explotación desmedida llega a niveles ya insanos, considerando que es el único planeta en nuestro sistema solar apto para la vida humana como la concebimos.

En el Día Mundial de la Tierra a celebrarse mañana, la Iglesia Católica hizo un llamado para el cuidado del medio ambiente, para cuidar de “todo lo creado por Dios”. La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) publicó un mensaje en que nos recuerda nuestra dependencia y relación divina con las otras especies y con los recursos naturales. Invitándonos a respetar “toda la creación”, como lo han hecho los pueblos originarios, quienes consideran como sagrada la madre naturaleza. “No cabe duda: la tierra es el lugar providencial de toda nuestra vida. En ella se revela Dios como nuestra dignísima Madre. Por esto hay en las comunidades indígenas un amor entrañable a la tierra, y un profundo respeto ecológico y sagrado. Pedimos que cesen los maltratos y el exterminio de la Madre Tierra. Que seamos protectores del mundo y no depredadores, para que sembremos hermosura; y no contaminación y destrucción”.

El Día de la Tierra comenzó a celebrarse en Estados Unidos en 1970, para tomar conciencia sobre el daño que causan al planeta la contaminación y la sobreexplotación de los recursos naturales. En el 2009, la ONU oficializó este día como el Día internacional de la Madre Tierra, para recordarle al mundo entero la interdependencia que tenemos con los ecosistemas.

¿Quién no quiere disfrutar de una ciudad y campo limpios con su familia? No cabe duda que el acelerado ritmo de crecimiento tecnológico en las generaciones recientes es causa de una tremenda contaminación también en los ríos, lagos, mares, desiertos y montañas. El crecimiento poblacional inédito, y la sobreexplotación de los recursos y especies tienen claras consecuencias negativas, según la ciencia; como la reciente epidemia del Covid 19, -que surge de un murciélago extraído de su ambiente natural, según expertos- o el aumento de los climas extremos, o la extinción permanente de invaluables especies de fauna y flora silvestres. Más de ocho mil 400 están en peligro crítico de desaparecer, según la Unión para la Conservación de la Naturaleza. De acuerdo con esta organización, alrededor de cinco mil 200 animalitos se encuentran en peligro de extinción. Estos corresponden a un 11 por ciento de todas las aves, 20 por ciento de todos los reptiles, 34 por ciento de todos los peces, y 25 por ciento del total de los anfibios y mamíferos.

Si a esto le aumentamos el destrozo que provocan las carreras armamentistas nucleares de los imperios dominantes mundiales, con todo y sus accidentes radioactivos, o nuestra hiperdependencia de los hidrocarburos y recursos no renovables, la desforestación, la reducción del coral en el mar -nuestra principal fuente de oxigenación- los desastres naturales contaminantes, y a la contaminación marítima, entonces el problema para la salud del planeta y todos los que aquí habitamos es obvio.

Además, el nivel de los mares está aumentando, causando tsunamis más frecuentes y climas árticos más extremos debido a que hay más agua líquida; del mismo modo cada vez hay veranos más calientes, con huracanes, tormentas y lluvias más estrepitosas. Una mancha de basura más grande que el estado de Texas circula flotando por el pacífico norte desde hace años, causando la muerte de cientos de mamíferos marítimos y miles de peces al año. Mientras tanto, los desiertos se siguen expandiendo, causando tormentas de polvo como las que recientemente vivimos en Ciudad Juárez y El Paso, disparando los problemas respiratorios y las alergias. Porque las consecuencias de la contaminación no respetan fronteras, o límites imaginarios dibujados y acordados entre las naciones. Hace solo 100 años, el río de la frontera del Paso del Norte era caudaloso. Existía entre un fértil valle lleno de árboles y pájaros. Antiguas fotos evidencian el deterioro natural que se ha dado en las zonas de los puentes internacionales desde entonces.

En varias partes del estado de Chihuahua, a las tormentas de polvo le siguen las sequías, y viceversa, que luego generan conflictos por el control del agua. Todo esto es una cadena interminable, porque en la naturaleza todo está relacionado. Todo está conectado.

Por ello, la restauración de ecosistemas saludables cerca de las zonas urbanas es indispensable. Según investigadores de la Universidad de Ulm en Alemania, en los hábitats naturales los organismos patógenos se “diluyen”, mientras que, en contraste, los virus dañinos se propagan los que están perturbados. Sin embargo, hay poca difusión sobre esto y se necesita más apoyo. Se requiere sumar los esfuerzos entre las instituciones de gobierno, la academia, la iniciativa privada y la sociedad. Por otro lado, reconocidos estudios indican que la interacción con la naturaleza es también una manera de beneficiar la salud mental, cognitiva y psicológica de los humanos. En Estados Unidos -solo por mencionar un ejemplo-uno de cada cinco adultos convive con una enfermedad mental o un trastorno neurológico.

Las experiencias naturales se asocian con un aumento de la felicidad, el compromiso social, y la disminución de las angustias mentales, de acuerdo con cientos de estudios al respecto. También mejoran la memoria, la atención, la imaginación, la creatividad y el rendimiento escolar de los niños.

Todo esto lo sabían los pueblos originarios, quienes valoran la naturaleza sagrada de nuestra Madre Tierra, Gaia, Tlalli Nanti en Náhuatl, o Pachamama en Quechua. La sabiduría de nuestros ancestros nos enseña que el planeta es un ente vivo, y que hay que respetarlo, cuidarlo, por nuestro bien y el de todas las nuevas generaciones, porque es el hogar de todos.

Jerry79912@yahoo.com

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QOSHE - La tierra es sagrada - Gerardo Rodríguez Jiménez
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La tierra es sagrada

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21.04.2024

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domingo, 21 abril 2024 | 06:00

Entrando a la ciudad manejando de Chihuahua a Ciudad Juárez, se pueden ver deprimentes montones y montones de basura acumulados en ambos lados de la carretera. Pedazos de bolsas, latas, cartón, llantas y desperdicios de todo tipo que voló el aire y se acumulan entre los cercos de púas, dejando atrás las bellezas del campo, las panorámicas sierras, las verdes praderas, los ranchos, los pueblos y las pálidas dunas. En el camino se pueden disfrutar escenarios naturales exquisitos, interrumpidos solo de vez en cuando por las termoeléctricas, la agricultura menonita y otras industrias pesadas incrustadas a los lados de la carretera, que por cierto necesita mantenimiento. Ya llegando a la ciudad, empieza el tráfico. Aparece el ruido, las sirenas policiacas y los camiones contaminando nuestro aire con sus oscuros gases tóxicos oscuros.

Son responsables múltiples factores, como el acelerado crecimiento de la ciudad y la industria maquiladora desde el siglo pasado, la corrupción y el compadrazgo entre los políticos, los desarrolladores de las naves industriales y los dueños de los terrenos, el escaso involucramiento ciudadano, además de la falta de conciencia y educación al respecto. Desafortunadamente, el panorama de contaminación se repite en la mayoría las grandes ciudades de todo el país. Pero no es un problema exclusivo de nuestra nación.

El planeta tierra, un globo azul visto desde la oscuridad del espacio, es la casa de todos, y los humanos modernos la estamos contaminando a paso acelerado, enfermándola. Según un estudio publicado por la Comisión Internacional de Científicos de la Tierra, ya se han sobrepasado los límites aceptables y ahora estamos en una “zona de peligro”. Este lunes 22 de abril se celebra el Día de la Madre Tierra, que es sagrada en muchas culturas ancestrales. Es un día para crear conciencia, para educarnos sobre la importancia que tiene entender la........

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