En estas fechas, donde la comunidad cristiana celebra el día de Reyes, nos viene bien aclarar para qué sirve un Rey. En nuestro caso, en que España está constituida en reino –artículo 1.3 de la Constitución–, por suerte, contamos con un rey mago. No son tres, ¡qué más quisiéramos! Pero con uno, como el que tenemos, nos basta, aunque no nos sobra. Lo de mago viene a cuento porque hay que ser un experto prestidigitador para arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones españolas –artículo 56.1 de la Constitución– sin morir en el intento.

Todavía se comenta su última intervención, durante el mensaje de Navidad, en la que el monarca se ha visto en la necesidad –dejando a un lado, muy a su pesar, los problemas cotidianos de los españoles– de hablar de dos cuestiones básicas y fundamentales sin las que, todo lo demás, carece de sentido; como lo es: la Constitución y España. Y ello pone de manifiesto la gravedad de la situación política por la que atraviesa nuestro país. No es normal que en una democracia asentada se tenga que estar defendiendo la Constitución; y, si se hace, es por la sencilla razón de que está en peligro porque no todo el mundo la respeta ni la cumple.

Y menos mal que la nuestra es una constitución escrita. Y, aun así, se la menosprecia o se la reinterpreta a conveniencia. Por ello no es normal que el Rey tenga que estar aclarando y recordando lo obvio: «Uno de nuestros grandes activos en democracia es […] la convivencia basada […] en la búsqueda común del bienestar y de la prosperidad de todos». O esto otro: «La razón última de nuestros éxitos y progresos […] ha sido […] la unidad de nuestro país». O para rematar algo tan evidente como lo siguiente: «Cada institución […] debe situarse en el lugar que constitucionalmente le corresponde, ejercer las funciones que le estén atribuidas y cumplir con las obligaciones y deberes que la Constitución le señala».

Y tras estas palabras recordatorias y definitorias de que estamos herrando nuestra actual trayectoria política, y que en vez de muros lo que hay que trabajar es por un proyecto integrador, nos tranquiliza que los enemigos de la Corona, de la Constitución y de España, y socios del actual gobierno socialcomunista, les haya parecido el discurso rancio, conservador, alejado de la realidad plurinacional en la que vivimos, y otras lindezas por el estilo. Es lógico. Están acostumbrados a pescar en río revuelto. Y, tras las últimas elecciones, el río lo agita un sedicioso y prófugo de la justicia, que jamás hubiera imaginado que, con solo siete cañas, iba a pescar a todo un gobierno.

Por ello son tan importantes las palabras del Rey. Su insistencia en la defensa de la unidad de España, y que, según dijo, reposa sobre «profundas raíces históricas y culturales». En remarcar la importancia de mantener el espíritu de la Transición, así como en el «deber moral» de tratar de superar el «germen de la discordia».

Para aquellos españoles que aún tengan dudas y se pregunten para qué sirve el Rey, habrá que decirles que para que podamos seguir escuchando obviedades que tan solo él se atreve a señalar: «Fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles; no hay libertades sino imposición; no hay ley, sino arbitrariedad. Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad».

QOSHE - Para qué sirve el Rey - Pablo Paz
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Para qué sirve el Rey

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29.12.2023

En estas fechas, donde la comunidad cristiana celebra el día de Reyes, nos viene bien aclarar para qué sirve un Rey. En nuestro caso, en que España está constituida en reino –artículo 1.3 de la Constitución–, por suerte, contamos con un rey mago. No son tres, ¡qué más quisiéramos! Pero con uno, como el que tenemos, nos basta, aunque no nos sobra. Lo de mago viene a cuento porque hay que ser un experto prestidigitador para arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones españolas –artículo 56.1 de la Constitución– sin morir en el intento.

Todavía se comenta su última intervención, durante el mensaje de Navidad, en la que el monarca se ha visto en la necesidad –dejando a un lado, muy a su pesar, los problemas cotidianos de los españoles– de hablar de dos cuestiones básicas y fundamentales sin las que,........

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