A todo gobierno se le concede la venia de los cien días antes de entrar a debatir cuáles han sido sus errores y desaciertos. Este gesto serviría con cualquiera que entendiera la democracia como un sistema de gobierno basado en la soberanía nacional, en la separación de poderes y en un sistema parlamentario que sirve, o debería de servir, además de para legislar, para controlar la acción del gobierno. Pero, para Pedro Sánchez, lo de los cien días le queda muy lejano. Sobre todo, pensando en lo que lleva perpetrando en tan solo veinte días.

Según se puede comprobar revisando cualquier prensa que no pertenezca al botafumeiro sanchista, el presidente del gobierno ha llegado al poder, otra vez, batiendo su propio récord: según el Portal de Transparencia, el gobierno socialcomunista que padecemos es el gobierno menos transparente de la historia de nuestra democracia. Es más, lo califica de un gobierno «opaco», a pesar de que se les llena la boca presumiendo todos los días de su total «transparencia» en los asuntos de la política nacional que se traen entre manos.

En menos de un mes, el TS ha eliminado el nombramiento de la presidenta del Consejo de Estado por: «no ser jurista de reconocido prestigio»; a lo que la portavoz del gobierno ha declarado desde la propia sede presidencial que dicha decisión: «no es un ejemplo de la separación de poderes»; con dos cajones o gavetas, como prefieran, aunque el primer término rima mejor. Seguidamente, el Poder Judicial considera que el Fiscal General del Estado: «no es idóneo para el cargo»; a lo que el presidente del gobierno, con dos cajones también, tardó cinco minutos en renovarle en su puesto.

El señor Sánchez, con cara de pocos amigos -constreñido que diría mi vecina la Susi-, se fue a darle lecciones de cómo se ha de dirigir una guerra al primer ministro israelí -Putin todavía lo está esperando para que le dé, también, consejos-. Israel, que es la única democracia que sobrevive en un entorno hostil donde abundan la barbarie y las dictaduras mesiánicas, y que tiene todo el derecho nacional e internacional -como lo sigue haciendo Ucrania-, a defenderse de los que los quieren destruir humana y políticamente.

A los pocos días, y después de haber echado un pulso a la propia Unión Europea -que ante cualquier crisis se suele poner de perfil-, aseveró que su gobierno reconocería al Estado de Palestina; con lo cual provocó un conflicto diplomático sin precedentes. Días más tarde, Israel retiraría a su embajadora en España tras las críticas del primer ministro español a cómo ha reaccionado el ejército israelí a los asesinatos, violaciones, secuestros y ataques indiscriminados de los terroristas de Hamás.

Pero, no contento con esta posición de justiciero internacional, se ha enfrentado a Italia, Argentina y a Francia. En otro rato que tenía libre, decidió que la política española y, sobre todo la estabilidad de su gobierno, se decidiera -la decidiera el prófugo de la justicia, Puigdemont- en Suiza; y con un mediador internacional. Como si España tuviera que resolver un conflicto político con otro país extranjero. Ese mismo golpista que se escapó en un maletero, y que Sánchez prometió -aquí vienen unas carcajadas- devolverlo esposado a España. De la reunión no se sabe absolutamente nada; aunque en su día prometiera -más risas, por favor- coherencia y transparencia en sus acuerdos de investidura.

Todo ello, para ver si los ciudadanos se olvidan por un momento lo de la amnistía -aunque según una encuesta de El País, un 60 % de los españoles la considera injusta y que supone un privilegio para unos pocos-, y se entretienen con otras cuestiones de menor consumo interno. Como pueda ser la dichosa Lawfer, o guerra jurídica, donde el presidente nada sin salvavidas, y sin tener claro lo que significa; ya que acusa de Lawfer nada menos que al CGPJ; cuando esta institución no juzga ni dicta sentencias.

Pero la cuestión formal, la que de verdad nos debería importar y preocupar, es que todo eso es un bluf; una cortina de humo para obviar el hecho más significativo: Pedro Sánchez necesita de los siete votos del partido de Junts para seguir en la Moncloa. No hay otra. Y por el camino, va barriendo a todo el que se le pone por delante: la oposición; la justicia; la prensa hostil -la que va quedando-; la sociedad civil, menospreciando sus reivindicaciones multitudinarias en las calles; y hasta la dignidad, la verdad y la democracia.

QOSHE - La transparencia opaca del sanchismo - Pablo Paz
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La transparencia opaca del sanchismo

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14.12.2023

A todo gobierno se le concede la venia de los cien días antes de entrar a debatir cuáles han sido sus errores y desaciertos. Este gesto serviría con cualquiera que entendiera la democracia como un sistema de gobierno basado en la soberanía nacional, en la separación de poderes y en un sistema parlamentario que sirve, o debería de servir, además de para legislar, para controlar la acción del gobierno. Pero, para Pedro Sánchez, lo de los cien días le queda muy lejano. Sobre todo, pensando en lo que lleva perpetrando en tan solo veinte días.

Según se puede comprobar revisando cualquier prensa que no pertenezca al botafumeiro sanchista, el presidente del gobierno ha llegado al poder, otra vez, batiendo su propio récord: según el Portal de Transparencia, el gobierno socialcomunista que padecemos es el gobierno menos transparente de la historia de nuestra democracia. Es más, lo califica de un gobierno «opaco», a pesar de que se les llena la boca presumiendo todos los días de su total «transparencia» en los asuntos de la política nacional que se traen entre manos.

En menos de un........

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