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No tenemos derecho a equivocarnos

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11.12.2025

Hay algo profundamente revelador en la historia económica de Bolivia: prácticamente desde la época de la Colonia, ha dependido de la explotación de recursos naturales extractivos no renovables, llevándola a ser tipificada como un país primario-exportador, como si esa fuera la única identidad posible. Oro, plata, estaño, petróleo, gas, cada ciclo de precios altos prometió prosperidad a los bolivianos, pero lo cierto es que ninguno logró sostenerla en el tiempo.


Son capítulos que dejaron huellas y dolorosas enseñanzas, sí, pero no un camino claro hacia un desarrollo capaz de transformar la vida, tanto de quienes viven en el campo y la ciudad. Es como si la riqueza natural hubiera sido una ventana de oportunidad abierta que nunca aprendimos o nos resistimos a cruzar.


La experiencia internacional es contundente: cuando la economía se apoya en un solo motor -volátil, además- termina atrapada en la fragilidad, condenada a la vulnerabilidad.
Lo que limita a Bolivia no es la falta de recursos, sino la falta de políticas para convertirlos en un cambio productivo y estructural. No es casual que el experto en negocios, Peter Drucker, dijera que “no hay países subdesarrollados, sino, países mal administrados”. La falta de políticas para transformar en bienestar lo que la naturaleza da, produce pobreza.


También pesa la vieja idea de la “maldición de los recursos”, a la que el........

© El Deber