El PP no acababa de definir su relación con Vox. Desde que la ultraderecha irrumpió en el panorama institucional, los populares han pasado por varias etapas que nunca se han dado totalmente por resueltas. Casado fluctuó desde la copia de su mensaje hasta el punto álgido de separación cuando en la moción de censura de Vox a Sánchez en octubre del 20 le espetó a Abascal “No somos como usted porque no queremos ser como usted”. Dos años más tarde, con la llegada de Feijóo al liderazgo popular, se esperaba un distanciamiento mayor de los de Abascal debido a las fuertes críticas que desde la presidencia del PP gallego emitía para toda España; sin embargo, el nuevo liderazgo nacional de Feijóo ha traído aparejada la misma estrategia intermitente y miedosa que mantuvo Casado con Vox, a veces cerca, otras lejos, en función de la coyuntura. Y en estos momentos, el PP es más Vox que nunca.

La llegada de Feijóo al liderazgo popular fue repentina y con nulo debate ideológico sobre qué era el nuevo PP y qué relación debía tener con el PSOE y con Vox. Sin embargo, la vía de los hechos marcó la estrategia. Mañueco decidió adelantar elecciones en el 22 y tras su victoria maltrecha, Casado fue derrocado de la presidencia del PP y Feijóo hubo de gestionar la política de pactos. Luis Tudanca, líder del PSOE de Castilla y León, ofreció a Mañueco sus votos para la investidura y así poder prescindir de la ultraderecha. Obviamente, nadie puede creer que esa decisión la tomara el líder autonómico del PP, y aunque Feijóo no fue a la investidura, unió su destino al de Vox con pactos de coalición en todos los gobiernos en los que fue posible.

La involución del PP respecto a Vox es evidente cuando se analizan las políticas públicas y presupuestarias que están llevando a cabo ahí donde gobiernan. El PP, lejos de ser el freno de las políticas más reaccionarias y nostálgicas de Vox, está comprándole toda la batalla cultural y haciéndosela suya. Por ejemplo, en materia de memoria histórica, los gobiernos autonómicos del PP y Vox en Castilla y León o en la Comunidad Valenciana, entre otros, están aprobando sus llamadas “leyes de concordia” en las que niegan que Franco fuera un Dictador. En materia de igualdad, están acabando con las consejerías de igualdad, así como de todas las políticas públicas de prevención de las violencias machistas. En la Comunidad Valenciana incluso han llegado a crear una “asociación de hombres maltratados”. La moraleja es evidente: el PP no supone un freno para las políticas más reaccionarias de Vox, al contrario, que los populares las asuman supone un efecto legitimador entre las bases de votantes más moderados.

El penúltimo episodio ha sido la campaña catalana. Tanto Alberto Núñez Feijóo como Alejandro Fernández, asumieron con toda naturalidad el discurso racista de Vox que equipara migración a delincuencia. Feijóo llegó a decir que la migración ilegal es la causante de los pisos okupados; la diferencia con el discurso de Abascal es imperceptible. Desde cuando las personas que llegan a España y que están en una situación irregular porque sus papeles están tramitándose o porque son aislados en un limbo jurídico son los que okupan los domicilios. Un discurso de trazo grueso que busca okupar el discurso de los ultras.

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Sin embargo, la cosa no ha parado ahí. Después de que Feijóo haya asumido el discurso xenófobo de Abascal, ahora se están alineando en la política internacional y esto, es una novedad importante. Durante este fin de semana, todo un presidente del gobierno argentino realizó unas afirmaciones sobre la mujer del presidente español absolutamente intolerables. En primer lugar, porque quien las pronuncia es un presidente, no un diputado o concejal raso. En segundo lugar, porque son absolutamente falsas. En tercer lugar, porque las hizo en territorio nacional. Todo ello, son motivos más que de sobra para que el PP se distanciara de Vox, el partido que auspiciaba a Javier Milei en Madrid; sin embargo, Feijóo ha querido marcar distancias contra Sánchez, posicionándose a la vera de Abascal, haciéndoles indistinguibles.

Sánchez lleva años intentando equiparar al PP y Vox, tratándolos como si fueran un solo grupo al que hay que batir en las urnas. Pues bien, Feijóo ha decidido hacerle el favor de mimetizarse cada vez más con los ultras. Mañana, 22 de mayo, Sánchez comparecerá en el Congreso de los Diputados y evidenciará que PP y Vox son dos caras de una misma moneda, la de la máquina del fango, la del todo vale, la de las políticas retrógradas. Y este último ejemplo, en materia internacional, es la guinda del pastel. Porque Feijóo parece que sí quiere ser como Abascal, porque quiere parecerse a Abascal.

El PP no acababa de definir su relación con Vox. Desde que la ultraderecha irrumpió en el panorama institucional, los populares han pasado por varias etapas que nunca se han dado totalmente por resueltas. Casado fluctuó desde la copia de su mensaje hasta el punto álgido de separación cuando en la moción de censura de Vox a Sánchez en octubre del 20 le espetó a Abascal “No somos como usted porque no queremos ser como usted”. Dos años más tarde, con la llegada de Feijóo al liderazgo popular, se esperaba un distanciamiento mayor de los de Abascal debido a las fuertes críticas que desde la presidencia del PP gallego emitía para toda España; sin embargo, el nuevo liderazgo nacional de Feijóo ha traído aparejada la misma estrategia intermitente y miedosa que mantuvo Casado con Vox, a veces cerca, otras lejos, en función de la coyuntura. Y en estos momentos, el PP es más Vox que nunca.

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Un PP más Vox que nunca

25 1
21.05.2024

El PP no acababa de definir su relación con Vox. Desde que la ultraderecha irrumpió en el panorama institucional, los populares han pasado por varias etapas que nunca se han dado totalmente por resueltas. Casado fluctuó desde la copia de su mensaje hasta el punto álgido de separación cuando en la moción de censura de Vox a Sánchez en octubre del 20 le espetó a Abascal “No somos como usted porque no queremos ser como usted”. Dos años más tarde, con la llegada de Feijóo al liderazgo popular, se esperaba un distanciamiento mayor de los de Abascal debido a las fuertes críticas que desde la presidencia del PP gallego emitía para toda España; sin embargo, el nuevo liderazgo nacional de Feijóo ha traído aparejada la misma estrategia intermitente y miedosa que mantuvo Casado con Vox, a veces cerca, otras lejos, en función de la coyuntura. Y en estos momentos, el PP es más Vox que nunca.

La llegada de Feijóo al liderazgo popular fue repentina y con nulo debate ideológico sobre qué era el nuevo PP y qué relación debía tener con el PSOE y con Vox. Sin embargo, la vía de los hechos marcó la estrategia. Mañueco decidió adelantar elecciones en el 22 y tras su victoria maltrecha, Casado fue derrocado de la presidencia del PP y Feijóo hubo de gestionar la política de pactos. Luis Tudanca, líder del PSOE de Castilla y León, ofreció a Mañueco sus votos para la investidura y así poder prescindir de la ultraderecha. Obviamente, nadie puede creer que esa decisión la tomara el líder autonómico del PP, y aunque Feijóo no fue a la investidura, unió su destino al de Vox con pactos de coalición en todos los gobiernos en los que fue posible.

La involución del PP respecto a Vox es evidente cuando se analizan las políticas públicas y presupuestarias que están llevando a cabo ahí donde gobiernan. El PP, lejos de ser el freno de las políticas más reaccionarias y nostálgicas de Vox, está comprándole toda la batalla cultural y haciéndosela suya. Por ejemplo, en materia de memoria histórica, los gobiernos autonómicos del PP y Vox en Castilla y León o en la Comunidad Valenciana, entre otros, están aprobando sus llamadas “leyes de concordia” en las que niegan que Franco fuera un Dictador. En materia de igualdad, están acabando con las consejerías de igualdad, así como de todas las políticas públicas de prevención de las violencias machistas. En la Comunidad........

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