La verdad es sexi. Y los periodistas que hablan de verdad sobre la verdad, también. Hace unos días escuchamos el mano a mano entre Carlos Franganillo y José Antonio Zarzalejos organizado por la Fundación Civismo y el Club Financiero Génova. Información. Líderes. Civismo. Financiero. Verdad. Y en la combinación equilibrada de estos cinco elementos como atributos del verdadero periodismo andan el futuro, la viabilidad y el horizonte ilusionante de la supervivencia de los medios de comunicación como contrapoder y como negocio, y no solo como agentes de agitación de la polarización de este contexto social que nos ha convertido en maniqueos sin fronteras.
La verdad es sexi, y también los periodistas que la defienden con un convencimiento ético y una responsabilidad expresada con los hechos de su propia manera de ejercer una profesión importante para el éxito de las democracias. Dentro de un magma de oscuridad, Franganillo está convencido de que “los periodistas debemos ser luz en medio del caos”. Inmersos en las consecuencias de la posverdad, Zarzalejos certifica que los ciudadanos buscan en los medios voces en quien confiar, porque dicen la verdad. “La verdad es lo único con futuro que el periodismo puede aportar”.
La verdad es sexi, y también quienes escriben o hablan desde los medios y desde las consultoras de comunicación con ese compromiso ético y social con la honestidad, sin pensar que esto es un ramalazo de romanticismo. La verdad es sexi y nos hace libres como personas, como empresas, como ciudadanos, y eso es un dogma del realismo ordinario que palpamos todos cada día, porque esa honestidad forma parte de nuestros anhelos más profundos.
Hablan Franganillo y Zarzalejos en el lenguaje de dos generaciones periodísticas. El relativismo es fácil, pero es mentira. La mentira tiene ventajas a corto plazo, pero nos ata a la miseria. Los medios son el 'ring' entre la intoxicación del poder y la destilación de la centralidad de la verdad, que siempre existe, aunque la repudien al ostracismo los arquitectos de la polarización.
La verdad es sexi. El potaje burbujea entre los grandes principios y las tristes realidades del periodismo y la comunicación. Gestas honestas, cocidas en el mismo saco que esos titulares bizcos, esas homilías radiofónicas, ese pacto con los rumores de la tele, adicta a destripar la buena fama de las personas.
No caben más opiniones en un panorama tísico de información contrastada. Lo dice Franganillo cuando apuesta por reducir la contaminación de “opiniones baratas de barra de bar”, muy bien escritas, pero construidas como columnas venenosas a favor de la polarización y de la saturación, caldeando el ambiente negro donde la verdad oscurece en el rincón y el periodismo no es el faro que demanda el pueblo. “Urge bascular hacia la información”.
El periodismo creíble es verdad, compromiso social, ética, información y centralidad. La información sin jerarquía, polarizada, interesada, sodomizada y superficial, es propaganda.
Digan lo que digan y hagan lo que hagan, el algodón no engaña. La verdad es sexi, constructiva, necesaria y liberalizadora. La propaganda es hortera, separatista, odiosa, utilitarista y tibia. Como esa voz que te llama a la hora de comer para colocarte los servicios de otra compañía de teléfono. Al otro lado, una voz dulce desde ultramar. Pero a ti lo que te sala del alma es colgar la llamada, maldecir el servicio, y repudiar para siempre la marca que te molesta inoportunamente con una mentira disfrazada de ocasión.
Si la verdad no fuera sexi, vana sería nuestra civilización.
*Lucía Casanueva, socia directora de PROA Comunicación.
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