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Por Sofía Gil Sánchez - @ladelascolumnas

Hace poco más de un año la Casa de Nariño se convirtió en el set de rodaje de una comedia involuntaria. La programación presidencial incluye grandes críticas y se transmite en horario estelar. Esta semana no fue la excepción y las cámaras que apuntan al presidente Gustavo Petro registraron unas desafortunadas declaraciones y un atentado contra la libertad de prensa, al afirmar que RCN y Caracol “embrutecen a la población”.

Estas palabras retumbarán en las oficinas de grandes plataformas de streaming que distribuyen producciones colombianas. Es posible que los directivos de Netflix estén considerando añadir un nuevo género titulado “Contenidos Embrutecedores” o en Amazon Prime estén discutiendo para incluir una advertencia antes de cada capítulo de RCN o Caracol indicándoles a los espectadores sobre el riesgo inminente de perder neuronas.

Tal vez más de 500.000 colombianos deberán actualizar sus hojas de vida para aclarar que son expertos en ondas embrutecedoras.

El embrutecimiento masivo tiene muchas caras y algunas de ellas bastante familiares para el presidente. Resulta irónico que entre los primeros embrutecedores se encuentren los reality de su estimada Margarita Rosa, las novelas de los actores que lo apoyaron en campaña y las creaciones de su aliado Gustavo Bolívar, ¿o será que los únicos culpables son los noticieros que lo desmienten a diario?

La política es dinámica y aquellos medios que hoy son blanco de críticas, en tiempos de campaña –y de oposición– no reducían la materia gris, sino que eran portavoces de la esperanza y el cambio. Parece que los embrutecedores son aliados cuando están de acuerdo con Gustavo y los embrutecidos no lo son tanto cuando depositan su voto.

Si lo público es la antítesis de lo privado, la fórmula desembrutecedora sería entonces el contenido de RTVC. Lastimosamente, el faro de la iluminación está bajo la dirección del controversial Hollman Morris y su contratación turbia como la firma de su nuevo “periodista” David Rozo, cuyo proceso de selección se basó en la contabilización de tweets a favor del presidente; el ingreso de un equipo de más de 10 personas encargado de la producción de contenidos para Gustavo Petro; y el paso de una meritocracia a una “matarifecracia”, dándoles la bienvenida a personas involucradas en producciones de dudosa calidad.

Gustavo Petro está intentando reinventar el entretenimiento nacional bajo su propia dirección. Cada declaración, cada crítica, incide en un libreto donde los antagonistas son los medios de comunicación que no aplauden su actuación y aquellos orquestadores son en realidad viejos conocidos y colaboradores del drama presidencial.

El único consuelo que les queda a los colombianos es esperar que el programa de Petro no se renueve para una segunda temporada.

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