Juan F. Sánchez Galera: “La leyenda negra es un invento de la competencia para oscurecer nuestra identidad”
Es usted doctor en Derecho, armador de profesión, especializado en el diseño y fabricación de yates de vela. Sus embarcaciones se exportan a toda Europa, siendo líderes en el mercado nacional, y en su palmarés se encuentran regatas como La Copa del Rey o el Campeonato Nacional de Alemania. Como escritor, está especializado en el ensayo histórico con títulos como “Complejos históricos de los españoles” o “Vamos a contar mentiras”. “El último caballero” fue su estreno en la novela histórica y se ha convertido en un clásico a la hora de comprender una época en la que los españoles conformaron buena parte de nuestro actual mundo moderno.
— Háblenos de su actividad como armador en embarcaciones de vela.
—Soy de Jaén, lo que inevitablemente me convierte en un hombre de mar…no es broma; Sierra Morena era zona marítima, dependiente de Cartagena, por cuanto que sus pinos, especialmente rectos y altos, eran los usados para mástiles de nuestros antiguos galeones, y hace más de dos mil años, el primer puerto del Mediterráneo era Cástulo – el actual Linares- en la parte alta del Guadalquivir, donde se embarcaba el plomo y la plata que se distribuía por todos los puertos del mundo antiguo.
Así que al ser de Jaén, no sólo tengo sangre aceitunera, sino también algo de espíritu marinero, lo que afloró cuando mi empresa me mandó a Gran Canaria. Una isla, que aunque cuando dan el tiempo en los telediarios, sale debajo de Cádiz, en verdad está tan lejos como Rusia. El caso es que una vez allí, el primer fin de semana decidí conocer la isla, para lo que salí el sábado, después de desayunar por el este, y antes de cenar, ya había vuelto a casa por el oeste, después de rodear toda la isla, incluyendo paradas para comer y merendar. Ello hizo, y no es broma, que me diese cierta sensación de claustrofobia pensando qué demonios iba a hacer en los dos años que me quedaban por delante allí destinado.
El siguiente fin de semana, decidí salir a pasear por el puerto, y no sólo se me esfumó esa sensación de claustrofobia, viendo la inmensidad del mar, sino que hasta me entró envidia de aquella gente que veía en la lontananza, navegando con sus barquitos…El caso es que terminé comprándome un barquito, que por mi presupuesto era sólo de seis metros, y con más años que Matusalem, por lo que dediqué muchos fines de semana a arreglarlo. Una vez arreglado, resulta que varias personas se interesaron en comprármelo, ofreciéndome hasta un millón de pesetas -seis mil euros- ¿Cómo podía ser eso, si en ese barco viejo apenas me había gastado la décima parte? El problema era que por aquel entonces no había en España ningún fabricante de yates de vela, por lo que había que importarlos de Francia. Casualmente ese verano, de vacaciones en Jaén, acompañé a mi suegro a comprar una cuba para el tractor, y le costó sesenta mil pesetas -cuatrocientos euros- , y me dije, esta cuba tiene seis metros, lo mismo que un yate pequeño, y está hecha de poliéster, igual que un yate pequeño…así que dicho y hecho, y pocos meses después, en una fábrica de cubas para tractores en Jaén, resulta que estábamos fabricando yates…
— ¿Cómo se empezó a interesar por la historia?
—Es propio de la juventud interesarse por grandes ideales y nobles personajes, a lo que se suma que tuve la suerte de tener unos buenos profesores, que me hicieron enamorarme de nuestra historia, si bien había ciertos aspectos de la misma que me causaban un hondo pesar, por no........
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