Los jardines de Juan Manuel
Yo sé que tiemblan. Los pétalos rosas y blancos de las flores de los almendros tiemblan. Se supone que las rachas de viento del suroeste las hacen titilar. Que la nieve que retienen sus ramas las hace tiritar. Tiemblan. Porque sin viento, sin frío, caerán, un día de estos, alfombrando de primavera lo que queda de invierno. Pero caerán. Y tiemblan.
Como temblamos Santamaría y yo. Que fuimos jóvenes cargados de ilusión, sin miedo a las trabas que nos pudieran ir surgiendo. Él más valiente y trabajador que yo, para no dejar telarañas por el camino. Nos acecha el viento de los achaques. Pesa sobre nosotros la nieve de las dolencias. Cuelgan de nosotros unas cuentas de dolores con los que tampoco podemos hacer un rosario. ¿Tercera edad, mayores? En mi pueblo era que nos estamos haciendo viejos. Nadie se ofendía. Este temblor demuestra el temor a que algún día no muy lejano no podamos requerirnos a las aladas almas de las flores de esos almendros, de esos árboles, de esos jardines, aunque nos guste hablar, leer, escuchar, esas y otras muchas cosas que cuenta don Juan Manuel. (¡Cómo me acierta Hernández, Miguel!) El paso del tiempo. ¿Lo empezamos a enseñar desde la escuela? Deja a los pobre maestros, que bastante tienen con........
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