Katy Gómez, el presente de la trashumancia
—Tú defines la trashumancia como un “ir y venir”, pero ¿qué es exactamente la trashumancia?
—La trashumancia es un viaje de ida y vuelta que sigue el ritmo de las estaciones, una forma de producción ganadera que consiste en desplazar el ganado entre pastos de invierno y de verano en busca de la primavera eterna. Es una forma de habitar el mundo sin agotarlo, buscando siempre el equilibrio entre lo que el territorio ofrece y lo que los animales necesitan.
Ese “ir y venir” no se reduce a un desplazamiento físico: en cada movimiento estacional se entrelazan siglos de cultura, un profundo conocimiento del territorio y una alianza que une a personas y animales con el clima, el suelo, la memoria y la biodiversidad.
—¿Cuál es el ciclo de la trashumancia?
—El ciclo de la trashumancia está profundamente arraigado al calendario biológico de la tierra y al comportamiento natural de los pastos. La trashumancia escucha a las estaciones y se mueve con ellas.
A finales de otoño, cuando el frio y la nieve cubren los pastos de las montañas, es el momento de bajar a los rebaños a través de las vías pecuarias, a los valles, las dehesas o las campiñas donde las temperaturas son más suaves. Aquí pasaran el invierno aprovechando los verdes pastizales y una temperatura más benigna. Cuando la primavera avanza, cuando el calor reseca las tierras bajas y el pasto escasea, el ganado vuelve a transitar por las vías pecuarias para regresar de nuevo a las montañas, donde pasaran el estío al abrigo del calor y con nuevos pastos frescos disponibles. Este ciclo milenario garantiza que la tierra no se agote y que los animales encuentren pasto y agua.
En España, este sistema se organiza a través de una extensa red de vías pecuarias, cañadas reales, cordeles, veredas, que suman más de 125.000 km, en lo que constituye uno de los mayores corredores ecológicos de Europa.
—¿Cuál es el recorrido de la trashumancia en Castilla y León?
—Castilla y León es un territorio clave en la historia de la trashumancia peninsular. Su vasta extensión, su diversidad de ecosistemas y su situación central la convierten en una gran encrucijada de caminos ganaderos, un verdadero atlas de rutas pecuarias que han vertebrado el paisaje y la cultura durante siglos.
Desde los tiempos de la Mesta, Castilla y León ha sido tierra de paso y de permanencia. Rebaños procedentes del norte, de León, de Palencia, de Zamora, de Burgos o de Soria descendían hacia las dehesas de Extremadura, de Castilla-La Mancha o de Andalucía. Lo hacían siguiendo las grandes cañadas reales: la Leonesa Occidental y la Leonesa Oriental son dos de las más emblemáticas, pero hay decenas de cordeles y veredas menores que conectan pueblos, valles y montañas.
Esos recorridos trashumantes no solo transportaban ganado, también transportaban saberes, herramientas, costumbres, relaciones comerciales e incluso toponimia.
—¿Qué importancia económica tiene la trashumancia?
—La trashumancia, pese a su imagen ligada a lo tradicional y a menudo marginal, es una actividad económica que genera valor real, aunque muchas veces no se mida adecuadamente en las estadísticas. Su aportación va mucho más allá de los productos que genera como carne, leche, lana o cuero. Lo más valioso que produce es el paisaje, la biodiversidad, la fertilidad de los suelos y la cohesión territorial.
El ganado trashumante no depende de piensos ni de forrajes cultivados, sino que recoge el........





















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