El pasado viernes 19 de abril y en el XLV CURSO DE HISTORIA DE SEGOVIA de la REAL ACADEMIA DE HISTORIA Y ARTE DE SAN QUIRCE, tuve la ocasión de escuchar a D. Pedro Nicolás Martínez (UAM. RSA PEÑALARA). El título de su conferencia era EXCURSIONISMO Y DEPORTES DE MONTAÑA EN LA SIERRA DE GUADARRAMA.

En una completísima disertación que duró dos horas, el conferenciante fue desgranando con soltura un dilatado proceso histórico relacionado con los deportes digamos “de montaña” que abarca desde tiempos antiguos hasta nuestros días. Numerosas imágenes ilustraban sus palabras, completando un relato tan interesante como exhaustivo. Podría decirse que lo dijo todo o mejor dicho, casi todo.

Y este es el pretexto al que me agarro para soltar mi cuarto a espadas aunque disculpándome por la intromisión; intromisión periodística que no académica, y humilde, por no decir palurda, viniendo de Segovia.

En San Quirce, quedó evidenciado que “todo” venía de Madrid: LA CORTE, LA CULTURA y LA INNOVACIÓN. Y desde allí vinieron los alpinistas, se organizaron excursiones que dejaron historia escrita, partieron carreras de automóviles, se propusieron y construyeron monumentos en piedra…y se difundieron excelentes fotografías de elegantes damas calzando esquíes con faldas y a lo loco…

¿Y en Segovia qué? Pues en Segovia “na”. Y como el espacio está en blanco, voy a dar en él unas pinceladas que ni siquiera dan lugar a un modesto boceto.

Empezaré por decir que a este lado siempre hemos dicho la SIERRA. Y luego lo explicaré con mayor énfasis. A principios de los cincuenta del pasado siglo un grupo de segovianos de ambos sexos se reunieron bajo la acogida de la SOCIEDAD DEPORTIVA EXCURSIONISTA, como no, de Madrid. En la calle de San Juan se abrió un pequeño local de aspecto alpino que funcionó como sede segoviana.

A este grupo se unía otro procedente de la ORGANIZACIÓN JUVENIL ESPAÑOLA (OJE) DE LA FALANGE. Y quiero recordar, también, una cierta participación de los MISIONEROS. Algunos íbamos por libre, como yo, porque hacia 1954 trabajaba ya algunos festivos en Telégrafos y no era excursionista habitual, sino esporádico.

Por aquél entonces salía los domingos un bus mañanero de la empresa PATIÑO que partía de EL AZOGUEJO. A él se subían Manolo Borregón, Cachito, Esperanza Peñalver, varios hermanos de la familia Rueda y el inefable Pepe Mozo de una notable operatividad. También varias decenas de personas cuyo nombre lamentablemente no recuerdo, aunque sí sus fisonomías.

Al pasar por la Granja se recogía a Pedro Fernández Cocero, que no venía solo. El bus de Patiño, pequeño, de unas treinta plazas y parecido al de la película VIAJE A NINGUNA PARTE, ascendía el puerto de Navacerrada renqueante y acaso en primera. Se cantaba aquello de que: Para ser conductor de primera/ hace falta ser buen bebedor./ Con el vino se engrasan las bielas/ y se suben las cuestas mejor…

Ya en el puerto de Navacerrada solía hacerse un receso en el refugio que el club tenía cerca de la Venta Arias y, sin pérdida de tiempo, unos se dirigían a esquiar al Escaparate y otros a caminar por la nieve a lugares de fácil acceso como por ejemplo la senda Smiith hacia SIETE PICOS. Un día nos perdimos, pero Pepe Mozo nos recondujo al buen camino. Comíamos, por lo regular, de bocadillo. El día de San José, Pepe Mozo invitaba a un pequeño grupo de amigos en la Venta Arias a un “pepito” con patatas fritas.

Mi gran amistad con Pepe Mozo motivó que aunque no estuviera asociado a la DEPORTIVA EXCURSIONISTA, le ayudara en sus aportaciones voluntarias. Así, por ejemplo, en la organización de una cena de Navidad en 1956 para el día 28 de diciembre, tuvimos que convencer al propietario del restaurante Sol Cristina, frente a la estación del ferrocarril, que no era una inocentada. Y recuerdo que no probamos bocado porque nos pasamos todo el rato resolviendo incidencias.

En aquella Segovia aburrida de entonces, la excursión dominical a la SIERRA era un recurso excelente que ilusionaba toda la semana. En invierno a esquiar y luego, en verano, el grupo se dispersaba conformando otros menores en los que ya entraba la predilección por la playa. El que suscribe se conformaba con Las Arenas y una poza en Valsaín. Por supuesto que, también, me abonaba, principalmente con Mozo, a PEÑALARA, LA BOLA DEL MUNDO, EL MONTÓN DE TRIGO, SIETE PICOS…

Un montañero muy querido en aquella época era el comandante Herrero, apodado El Yeti. Era, por su edad, como el padre de todos. Le respetábamos y él también nos estimaba. A tal efecto voy a contar una anécdota sorprendente.

Acababa de ser reclutado para hacer “la mili” en el regimiento de artillería nr 41 de Segovia. Y nos hallábamos formados con nuestras respectivas baterías en el Patio del lagarto. Un servidor en la cuarta, de las seis u ocho que quiero recordar formaban el regimiento. En total unos 300 reclutas con sus mandos respectivos.

De repente, apareció un soldadito por el fondo que fue avanzando hasta llegar al oficial que halló más cerca. Conversó con él brevemente y Luego con otros dos más. Por último el capitán de mi batería se enfrentó a la misma y dijo en voz alta: -Carlos Arranz quien es. Inmediatamente respondí: -Arranz no, Arnanz, yo. Y me ordenó que siguiera al soldadito.

Ni que decir tiene que esta situación me produjo confusión. A medida que avanzaba me temblaban las piernas y sentía como si las 300 miradas pesaran sobre mi espalda. Al pronto escuché gritar: -¡Artillero, que el fusil no es una escopeta de caza! Debía de llevarle a la remanguillé y lo cogí de manera más adecuada.

El soldadito se metió en uno de los edificios y seguí tras él por unas escaleras de madera. Ascendimos hasta un primer piso y fui conducido a uno de los despachos. Allí me esperaba el comandante Herrero con el uniforme de militar. Le saludé militarmente con el mayor respeto porque si en el ejército, un cabo era el no va más, ¡qué no decir de un comandante!.

Acostumbrado a verle con la ropa de montañero o de esquiador, según y cómo, impresionaba bastante verle con semejante atuendo. Me recibió con suma cortesía y yo procuré en todo momento guardar las distancias. Luego me presentó unos esquíes que había adquirido recientemente y me explicó sus características más importantes. (1) Al cabo de un rato de agradable conversación me despidió con suma amabilidad.

De regreso al Patio del lagarto, noté de nuevo el peso de las miradas de la tropa. Aguanté como pude y al llegar a mi batería el capitán me ordenó que me incorporara a mi puesto. Un susurro corrió desbordado por mi entorno inquiriendo noticias al respecto. Pero de inmediato, el cornetín tocó ponernos en movimiento y ya no quedó más que marcar el paso y estar atento a lo que viniere.

Al caer la tarde de un día en la SIERRA, regresábamos en el bus conducido por el Sr. Diego. En la Granja se quedaban Cocero y compañía, continuando el resto hasta Segovia. Aquí nos dispersábamos desde el Azoguejo hasta nuestros respectivos domicilios pero con la condición irrenunciable de acudir después AL PASEO de la Plaza Mayor, que todas las tardes se celebraba de siete a diez.

Así que, en casa, nos cambiábamos de ropa. Nos aseábamos de la mejor manera posible porque las duchas brillaban por su ausencia y corríamos al encuentro de los amigos que no habían subido a la SIERRA. Escuchaban con atención nuestros relatos y alguno terminaba por incorporarse a la cofradía montañera. A otros les hubiera gustado pero sus circunstancias personales se lo impedían. Y al dar las diez campanadas en el reloj del Ayuntamiento, se producía una diáspora que se realizaba en tan solo unos segundos.

Mi vinculación con LA SIERRA se remonta a mi infancia, pues desde pequeño la he visto desde mis ventanas. Y la sigo viendo desde hace 30 años de manera más cercana y espectacular. He acudido a ella en infinidad de ocasiones solo y acompañado. Y si la MUJER MUERTA hubiera estado viva, hubiera sentido su aliento como el de una madre.

Las veces que paso por la Canaleja y veo que la SIERRA está cubierta por las nubes, noto la falta del telón de fondo más apreciado de Segovia. Y lamento profundamente que los visitantes de esos momentos se queden sin ver una panorámica tan especial.

(1) Poco tiempo después le compré los esquíes que fueron sustituidos por los que me enseñó.


* Académico Honorario de San Quirce.

QOSHE - La sierra, sin más - Carlos Arnanz Ruiz
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La sierra, sin más

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02.05.2024

El pasado viernes 19 de abril y en el XLV CURSO DE HISTORIA DE SEGOVIA de la REAL ACADEMIA DE HISTORIA Y ARTE DE SAN QUIRCE, tuve la ocasión de escuchar a D. Pedro Nicolás Martínez (UAM. RSA PEÑALARA). El título de su conferencia era EXCURSIONISMO Y DEPORTES DE MONTAÑA EN LA SIERRA DE GUADARRAMA.

En una completísima disertación que duró dos horas, el conferenciante fue desgranando con soltura un dilatado proceso histórico relacionado con los deportes digamos “de montaña” que abarca desde tiempos antiguos hasta nuestros días. Numerosas imágenes ilustraban sus palabras, completando un relato tan interesante como exhaustivo. Podría decirse que lo dijo todo o mejor dicho, casi todo.

Y este es el pretexto al que me agarro para soltar mi cuarto a espadas aunque disculpándome por la intromisión; intromisión periodística que no académica, y humilde, por no decir palurda, viniendo de Segovia.

En San Quirce, quedó evidenciado que “todo” venía de Madrid: LA CORTE, LA CULTURA y LA INNOVACIÓN. Y desde allí vinieron los alpinistas, se organizaron excursiones que dejaron historia escrita, partieron carreras de automóviles, se propusieron y construyeron monumentos en piedra…y se difundieron excelentes fotografías de elegantes damas calzando esquíes con faldas y a lo loco…

¿Y en Segovia qué? Pues en Segovia “na”. Y como el espacio está en blanco, voy a dar en él unas pinceladas que ni siquiera dan lugar a un modesto boceto.

Empezaré por decir que a este lado siempre hemos dicho la SIERRA. Y luego lo explicaré con mayor énfasis. A principios de los cincuenta del pasado siglo un grupo de segovianos de ambos sexos se reunieron bajo la acogida de la SOCIEDAD DEPORTIVA EXCURSIONISTA, como no, de Madrid. En la calle de San Juan se abrió un pequeño local de aspecto alpino que funcionó como sede segoviana.

A este grupo se unía otro procedente de la ORGANIZACIÓN JUVENIL ESPAÑOLA (OJE) DE LA FALANGE. Y quiero recordar, también, una cierta participación de los MISIONEROS. Algunos íbamos por libre, como yo, porque hacia 1954 trabajaba ya........

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