Valseca no es una localidad por la que hayan pasado Reyes, en su casco urbano no hay palacios ni tampoco hay casas blasonadas; la historia y el desarrollo de sus calles, forman parte de la idiosincrasia de sus habitantes a lo largo de los siglos, de su esfuerzo en el trabajo del campo, en la ganadería, en los oficios, del codo con codo de hermanos, familiares y vecinos en busca de la prosperidad, teniendo como base el tesón.

Un casco urbano agrupado que no se expandió hasta comienzos del siglo XX a la zona de El Caño, y del que pueden presumir sus vecinos de su antigüedad, plasmada en el nombre de muchas de sus calles desde hace siglos. En el pueblo se da el doble paralelismo, de la infinidad de topónimos que posee el término municipal, y una nomenclatura en las calles muy significativa, en la que en algunos de los casos ha desaparecido su origen.

Las calles forman parte de nuestra huella, de la de nuestras generaciones pasadas, zonas de especial convivencia, paso de realas y ganados, carrera de procesiones, pasacalles de música y baile, de los Pasos de la Semana Santa, de los entierros, de rincones de conversación, de corros de vecinos en las noches de verano, de las fiestas.

El recorrido al callejero lo iniciamos por el espacio más distinguido y referencia de una población: la plaza. A lo largo de los años, la cartela del Concejo, ha llevado tres denominaciones: Plaza de la Constitución (XIX), Plaza Pública (XX), y la actual Plaza Mayor (XX-XXI). Partiendo de esta, tomamos dos prolongaciones lineales, una hacía la Calle Humilladero, que tiene como tope la ermita del mismo nombre, el edificio más antiguo del casco urbano; y la otra la Calle de la Iglesia, con final en el templo barroco que lleva el nombre de la patrona, la Virgen de la Asunción.

Primitivamente, el templo no tenía su principal puerta de entrada y orientación hacia esta calle, pero en el año 1813, se decidió romper el muro y abrir una puerta de acceso directo a la población.
Desde la plaza Mayor, también bifurcan dos callejas, estrechas y largas con orientación al norte, la calleja de la Amargura, hoy totalmente despoblada, nominación típica que se repite en muchos municipios españoles, y en donde nació aquel dicho que decía, “me estás trayendo por la Calle de la Amargura”. En nuestra provincia, también hay calles con este nombre en Navas de San Antonio, Prádena, Santiuste de San Juan Bautista, Villoslada, La Matilla y Carbonero el Mayor, entre otros; la calle prácticamente despoblada a mediados del siglo XX, sirvió con sus pajares y casas viejas de asueto para los segadores gallegos durante la siega del verano; y la calleja Cucaramancha, con salida a las eras de abajo ambas, y cuya denominación se deba a su salida a corrales y pajares.

Un poquito más abajo, en la desviación de la calle el Humilladero, encontramos la Calle de Ahusín, vial de transito histórico, ya que desde el camino que lleva el mismo nombre, carruajes y caballerías procedentes de Carbonero de Ahusín tomaban dirección vertical hasta Segovia por dicha calle, hasta enlazar entre el callejero con el camino de Segovia. A su paso, los vecinos de Valseca, les advertían con la expresión: “Alforja grande y burro capón, de Ahusín son”, nos recuerda Ángel Fuentes.

En una calle anexa al edificio Consistorial, se sitúa la calle la Fragua, que graba un oficio de tradición en el pueblo, próxima a ella, se situaba la misma a cargo de la familia Martín, donde tres generaciones se dedicaron a la construcción de carros, y los trabajos propios de la forja (Simón Martín, Jesús Martín López, y por último Jesús Martín de Andrés y José Martín de Andrés). Si tomamos la orientación paralela a la Fragua, nos encontramos la Calle Juan Carlos I, que vino a sustituir en el año 1993 a la calle Calvo Sotelo, y a una parte de la calle Los Caños.

Precisamente Valseca, según el INE (Instituto Nacional de Estadística), es uno de los doce municipios segovianos que tienen dedicada una calle al Rey emérito, junto a Segovia, Carbonero el Mayor, Gomezserracín, Hontanares de Eresma, Cerezo de Arriba, Coca, Labajos, Marazuela, Muñopedro, Navalilla y Real Sitio de San Ildefonso. Desde la calle emérita, encontramos otro vial antiguo, la calle Rastro Viejo, llamado así, “por ser primitivamente un sitio donde se iban dejando las cosas abandonadas, o fuera de uso”, nos recuerda la vecina Juanita Herrero. Más hacia adelante, está la calle Tenadas, con salida al camposanto antiguo y también al que el vecindario llamaba el Corral de los Marranos. La calle Tenadas, anteriormente se llamaba Calle de las Eras de Abajo, cambió su nombre a comienzos del siglo XX.

Desde el edificio consistorial, también tenemos salida a la calle Los Huertos, tomando referencia del camino próximo; y al lado, la calle El Sol, a la que hace años el vecindario llamaba el barrio Perché, al ser un espacio muy animado y concurrido, frecuentado por numerosos niños, ya que en él habitaban familias con muchos hijos, siempre ocupado la calle jugando, y que por sus condiciones solariegas suponía un gran tendero de prendas. La calle El Sol, tiene espacio y un bien ganado nombre, por su gran solana, que abre paso a las eras de las Cercas, y a las que antiguamente llamaban las Eras del Baile, por concurrir este en las mismas.

Dicen que el origen del asentamiento de las poblaciones siempre se ha procurado en lugares donde había agua. La memoria popular, nos dice que fue en el lugar conocido popularmente como los Corralones, donde se asentaron los primeros valsecanos. A ambos márgenes de estos, se localiza la calle Veguilla de Ávila, y la antigua calle Cantarranas (desde 1932, calle Laurentino Cardiel). En la parte superior, en la hoy plaza de Felisa Hernangómez (antes plaza Atrio de la Iglesia), se sitúa el antiguo depósito de agua, construido en el año 1963, con una característica que le hace particular, al ser su base oblicua, al contrario que la mayor parte de los depósitos de estas características en la provincia. De forma singular, el callejero de Valseca, ostenta la peculiaridad, no muy frecuente en los callejeros de la provincia, de otorgar dos calles con nombres de mujer, la mencionada de Felisa Hernangómez, y la calleja de la Calola, en memoria de Felipa ‘la Rosquillera'.

La calle Segovia, nos da prolongación hacia la antigua calle Curato (desde 1993, calle Doctor Pedro González Velasco), y en su descenso, encontramos la calle la Cilla, un vial histórico, que viene a recoger la huella del viejo edificio comunal donde se pagaban los diezmos (pago de la décima parte de las ganancias en la producción agrícola, ganadera o personal). Su discurrir, nos hace vislumbrar, que podría haber estado en el inmueble del Concejo, pero no es así, las publicaciones oficiales del Boletín Oficial de la Provincia en el siglo XIX nos la sitúa con su domicilio en la calle Segovia.

La calle Doctor Pedro González Velasco, tiene salida hasta la carretera de Hontanares. Con ella el Ayuntamiento quiso dignificar la figura de este hijo del pueblo, una eminencia de la medicina del siglo XIX, y fundador del Museo Nacional de Antropología, que ya poseía calles en Segovia y en Madrid, pero no en su pueblo. Desde 1993, ya son tres los viales con su nombre.

La actualización del callejero municipal del año 1993, también acoge el nombre de algunos de los despoblados de Valseca. La plaza de San Medel, es una. Y la otra, la plaza de Boones, un emplazamiento que también de forma popular entre los vecinos, se le llamaba la plaza de los Curros, al vivir en la zona, la familia que en su día fundó una de las cerámicas más legendarias de la provincia, la cerámica la Currita. Popularmente también se la conocía como la plaza de las Cabras, al ser el lugar donde se reunían las cabras del vecindario, que posteriormente sacaba el cabrero al campo. También, se concedió el nombre de plaza de Lobones, a la antigua plaza de la Cilla, que primitivamente, era la Plaza de la Botica. Lobones, fue un anejo de Valseca en el siglo XVIII. Asismismo, la hoy plaza de Lobones a mediados del siglo pasado, de forma popular, era conocida como la plaza de la Bomba, desconocemos su origen.

De la plaza de Lobones, cruzamos hasta la calle Galachos, denominada así geológicamente, por la grandes escorrentías formadas por el agua que había en su terrenos, así nos los demuestra también la trasversalidad de sus dos callejas verticales, y los primitivos conductos subterráneos que daban salida por las edificaciones inferiores.

Por la parte superior de las referidas callejas, damos paso hasta una plaza cuadrada y amplia, es la plaza de Alaiza, dedicada al Conde de Alaiza, poseedor en el término municipal de extensiones de terreno agrícola en los siglos XVIII y XIX, una cesión de terreno remanente al pueblo, le valió tal denominación.

Dos calles largas y en descenso daban salida especialmente al ganado mular hacia el abrevadero, son la calle de Los Caños y la calle Laurentino Cardiel, hoy travesía principal del pueblo y con un exceso de tráfico tanto de turismos como de vehículos pesados. Por ellas antiguamente, bajaban al Caño las reatas de machos y mulas, o el ganado lanar, a dar cuenta del agua, así como los propios vecinos con sus cantaros y carretillas.

La plaza de los Caños, es el emplazamiento callejero más hidrológico, al pasar por el arroyo de Valdelaspilas y el arroyo de la Peña. Primitivamente comenzó siendo un emplazamiento sobre todo industrial (fábrica de embutidos, y cerámica), para después además configurar el principal pulmón verde del pueblo, con dos amplios parques. Así, como en el Caño, se construyó la urbanización moderna más grande del casco urbano. El Caño, con su pilón, forma el epicentro del mismo, antes como recurso, hoy como ornamento y símbolo a la entrada del pueblo, y donde permanece el epígrafe de la nomenclatura de Valseca, como bienvenida a la población. Son crvo popular, “tienen orejas”.dice la remenbranza.

las primeras placas fueron hechas en manpostería y borde de color añil
A lo largo de la historia, las cartelas y rótulos de las calles han ido modificándose. Las más primitivas, aun se conservan en algunos paredones como la iglesia y otras calles, estaba compuesta por un recuadro de mampostería (arena y cal), con el borde añil y la nominación en negro. Después la sucederían la impregnación en negro, hueca, sin fondo, con letra románica.
En los años noventa, se renovaron de nuevo las placas, con un recuadro en estuco, y letra negra, incluyendo el escudo municipal recién estrenado. Las últimas se adosaron a las fachadas, hace cinco años, con placas de chapa, dibujo con pergamino, escudo municipal y letra negra.

Las calles de Valseca a lo largo del tiempo antes de ser pavimentadas en los años 60-70, cuentan los libros municipales que para su conservación a lo largo del año se contrataban peonadas para empedrar, macear y retirar escombros de las mismas, con el objetivo de dotarlas de mayor viabilidad y procurar la salida de aguas. Uno de los signos de las calles valsequeñas, era lo barrosas que eran, un barro pegadizo que atollaba y se pegaba además del calzado, a los bajos de las ropas, recuerdan algunas personas. En todo el callejero, se conservan en desuso dos particularidades, una la antigua placa de la Calle Laurentino Cardiel, de chapa y lacada, con fondo azul y letras blancas, que primitivamente estaba situada en la misma fachada del domicilio de sus padres. La otra, es una placa en azulejo pequeña, que anuncia la calle de Ahusín. Los letreros y épigrafes abundan menos, en la calle el Sol, apreciamos uno en la puerta de una vivienda en roca caliza y en letras romanas, dice: “Ave María Purísima”, un poquito más abajo en la salida del vial aparece la vieja cartela del Fielato. En cuanto a escudos, encontramos el municipal en el Consistorio, el de la familia Velasco, así como una escultura ambas en la calle Doctor Velasco. También encontramos algunas referencias bibliográficas de las mismas, el diccionario geográfico, estadístico histórico de España y sus posesiones de Ultramar, nos dice que “Valseca de Boones tiene 176 casas de regular construcción y bien distribuidas y varias calles mal empedradas y sucias en invierno”. Un detalle similar, al recogido por el médico Ángel Pulido, en su libro “Doctor Velasco”, publicado en 1894, y es que precisamente su protagonista, recoge en su bibliografía, recorrió las mismas, como vocero o ayudante del alguacil. Otra publicación, el Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de ultramar de 1881-1887- habla de las distribución “de las diferentes calles y algunas plazas, irregulares y sucias las primeras y poco capaces las últimas, están los 322 edificios que la forman, y aun cuando entre ellos hay algunos que pertenecen á construcción moderna, los cuales reúnen mejores condiciones que los demás, ya por la solidez y buen gusto de su fábrica, ya también por su acertada distribución interior, ninguno reúne circunstancias dignas de una mención especial”, recoge.

Menciones honoríficas situadas en las calles
El casco urbano de Valseca a diferencia de otros municipios del denominado alfoz, no se ha visto muy afectado por el pasado boom Inmobiliario de finales de los años 90, y comienzos de los años 2000; y por ello, conserva muchos vestigios y detalles en puertas, fachadas, paredones, pajares, y otros edificios del pasado y presente del pueblo.

Valseca durante siglos ha sido una de las poblaciones más importantes en población del conocido ahora como alfoz de Segovia. Junto con La Granja y la localidad de Valverde del Majano, registraba a mediados del siglo XX, un índice poblacional de los más destacados, de ahí la extensión actual de su catastro urbano. Nombres propios han ido engrosando su callejero, con otros heredados en el tiempo, otros incorporados acertadamente, y como me refiero muchas veces, si un día la población creciera, en la retaguardia hay muchos nombres de personas y motivos, para rotular en sus viales, para seguir incluyendo en estas cartelas las pequeñas pero incesantes de nuestras historias, de un gran ejemplo de desarrollo rural y vecinal.

En ese detalle que son las placas honoríficas en las fachadas del caserío, destaca la del médico Gregorio Cardiel, en la hoy calle dedicada a su hijo, y también facultativo, Laurentino Cardiel, víal, que también contiene la placa dedicada al doctor Pedro González Velasco, en sujeta al inmueble donde nació en 1815.

En el recuerdo, también hay otras que desaparecieron en el tiempo, como las dedicadas a Miguel Callejo Luego, sexmero y procurador de la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia; también en la calle Laurentino Cardiel. La del clérigo, Juan Bravo, que dejó una Obra Pía en el municipio, y cuya placa de honor, estaba plegada al viejo Concejo. También otra, del ilustre docente, Eustosquio Rodríguez, que permaneció adosada al edificio de las antiguas escuelas, la hoy plaza Teófilo Montero.

QOSHE - Las calles de Valseca, su origen y nombres propios - Álvaro Pinela
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Las calles de Valseca, su origen y nombres propios

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21.04.2024

Valseca no es una localidad por la que hayan pasado Reyes, en su casco urbano no hay palacios ni tampoco hay casas blasonadas; la historia y el desarrollo de sus calles, forman parte de la idiosincrasia de sus habitantes a lo largo de los siglos, de su esfuerzo en el trabajo del campo, en la ganadería, en los oficios, del codo con codo de hermanos, familiares y vecinos en busca de la prosperidad, teniendo como base el tesón.

Un casco urbano agrupado que no se expandió hasta comienzos del siglo XX a la zona de El Caño, y del que pueden presumir sus vecinos de su antigüedad, plasmada en el nombre de muchas de sus calles desde hace siglos. En el pueblo se da el doble paralelismo, de la infinidad de topónimos que posee el término municipal, y una nomenclatura en las calles muy significativa, en la que en algunos de los casos ha desaparecido su origen.

Las calles forman parte de nuestra huella, de la de nuestras generaciones pasadas, zonas de especial convivencia, paso de realas y ganados, carrera de procesiones, pasacalles de música y baile, de los Pasos de la Semana Santa, de los entierros, de rincones de conversación, de corros de vecinos en las noches de verano, de las fiestas.

El recorrido al callejero lo iniciamos por el espacio más distinguido y referencia de una población: la plaza. A lo largo de los años, la cartela del Concejo, ha llevado tres denominaciones: Plaza de la Constitución (XIX), Plaza Pública (XX), y la actual Plaza Mayor (XX-XXI). Partiendo de esta, tomamos dos prolongaciones lineales, una hacía la Calle Humilladero, que tiene como tope la ermita del mismo nombre, el edificio más antiguo del casco urbano; y la otra la Calle de la Iglesia, con final en el templo barroco que lleva el nombre de la patrona, la Virgen de la Asunción.

Primitivamente, el templo no tenía su principal puerta de entrada y orientación hacia esta calle, pero en el año 1813, se decidió romper el muro y abrir una puerta de acceso directo a la población.
Desde la plaza Mayor, también bifurcan dos callejas, estrechas y largas con orientación al norte, la calleja de la Amargura, hoy totalmente despoblada, nominación típica que se repite en muchos municipios españoles, y en donde nació aquel dicho que decía, “me estás trayendo por la Calle de la Amargura”. En nuestra provincia, también hay calles con este nombre en Navas de San Antonio, Prádena, Santiuste de San Juan Bautista, Villoslada, La Matilla y Carbonero el Mayor, entre otros; la calle prácticamente despoblada a mediados del siglo XX, sirvió con sus pajares y casas viejas de asueto para los segadores gallegos durante la siega del verano; y la calleja Cucaramancha, con salida a las eras de abajo ambas, y cuya denominación se deba a su salida a corrales y pajares.

Un poquito más abajo, en la desviación de la calle el Humilladero, encontramos la Calle de Ahusín, vial de transito histórico, ya que desde el camino que lleva el mismo nombre, carruajes y caballerías procedentes de Carbonero de Ahusín tomaban dirección vertical hasta Segovia por dicha calle, hasta enlazar entre el callejero con el camino de Segovia. A su paso, los vecinos de Valseca, les advertían con la expresión: “Alforja grande y burro capón, de Ahusín son”, nos recuerda Ángel Fuentes.

En una calle anexa al edificio Consistorial, se sitúa la calle la Fragua, que graba un oficio de tradición en el pueblo, próxima a ella, se situaba la misma a cargo de la familia Martín, donde tres generaciones se dedicaron a la construcción de carros, y los trabajos propios de la forja (Simón Martín, Jesús Martín López, y por último Jesús Martín de Andrés y José Martín de Andrés). Si tomamos la orientación paralela a la Fragua, nos encontramos la Calle Juan Carlos I, que vino........

© El Adelantado


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