José Miguel Aldunate

Hace unos meses, me preguntaron: “¿Qué vas a hacer si se aplican las decisiones de la Corte Suprema y quiebran las isapres?” Era cuando discutíamos por las sentencias con efectos generales.

Mi respuesta fue que ojalá no tener que llegar a ese punto. Primero, porque la crisis en salud sería mayúscula. Pero, además, porque el daño institucional al Poder Judicial sería irreparable. Y también dije que si, llegado el momento, tenía que levantar el dedo contra la Tercera Sala de la Corte Suprema para sindicar su responsabilidad en la crisis, no dudaría en hacerlo.

No se trata de la satisfacción mezquina del “te lo dije”: en un Estado de derecho, no puede haber autoridades irresponsables.

“Con sus fallos, la Tercera Sala de la Corte Suprema se metió en política. Y cuando uno se mete en política, hay consecuencias”.

Los políticos son responsables por las consecuencias de sus actos. El Transantiago se implementó con todas las de la ley, pero, así y todo, resultó en colas en los paraderos y un déficit financiero endémico. Por lo tanto, la ciudadanía puede estimar que las autoridades a cargo de su implementación fueron técnicamente incompetentes y políticamente irresponsables. La solución es votar por la alternativa política en la elección siguiente.

Pero los jueces son inamovibles mientras dure su buen comportamiento. Si un fallo nos parece jurídicamente incorrecto, podemos presentar un recurso judicial ante una instancia superior. Punto. Ello asegura la independencia judicial y, más importante aún, la imparcialidad de los jueces, que pueden fallar libremente sin amenazas.

Todo eso está muy bien. Pero cuando los jueces dejan de fallar como jueces y empiezan a resolver como políticos, entonces ya no está tan bien. La Corte Suprema trasgredió brutalmente el límite de sus atribuciones, infringiendo el efecto relativo de las sentencias e invadiendo el ámbito de las atribuciones del legislador.

En otras palabras, la Tercera Sala se metió en política. Y cuando uno se mete en política, hay consecuencias. En este caso, son inminentes y están a la vista: no hay isapre que hoy no esté en peligro de intervención de la Superintendencia de Salud producto, directamente, de la implementación de los fallos de la Suprema. Tic tac.

En su momento, la crisis del Transantiago significó un aumento en los tiempos de traslado y la rabia fue general. Ahora, la crisis de las isapres puede generar un efecto dominó que termine con la quiebra de clínicas y laboratorios y, lo que es más grave, en enfermades graves y muertes. Juzgue usted.

¿Contra quién se levantará el dedo acusador? Contra el Gobierno, s, que lejos de buscar una solución, ha alentado la crisis, como si la quiebra del sistema privado fuera la mejor forma de implementar su modelo de salud. Agudizar las contradicciones, que le dicen.

Pero como en el Gobierno son buenos para sacarse los pillos, sin duda dirán que sólo cumplían con las órdenes de la Corte Suprema. Que la Tercera Sala invadió sus atribuciones y que ellos, como buenas autoridades respetuosas de la Constitución y la independencia judicial, no pudieron sino acatar.

Y, ¿saben qué? Quizás les daremos la razón.

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Crisis de las isapres: ¿Quién es el responsable?

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06.12.2023

José Miguel Aldunate

Hace unos meses, me preguntaron: “¿Qué vas a hacer si se aplican las decisiones de la Corte Suprema y quiebran las isapres?” Era cuando discutíamos por las sentencias con efectos generales.

Mi respuesta fue que ojalá no tener que llegar a ese punto. Primero, porque la crisis en salud sería mayúscula. Pero, además, porque el daño institucional al Poder Judicial sería irreparable. Y también dije que si, llegado el momento, tenía que levantar el dedo contra la Tercera Sala de la Corte Suprema para sindicar su responsabilidad en la crisis, no dudaría en hacerlo.

No se trata de la satisfacción mezquina del “te lo dije”: en un Estado de derecho, no puede haber autoridades irresponsables.

“Con sus fallos, la Tercera Sala de la Corte Suprema se metió en........

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