Por: María Eloína Conde

A veces damos por sentado que sabemos cómo es Venezuela y enviamos nuestros mensajes de lucha por la democracia y construcción de un futuro mejor con la mejor de las intenciones, pero olvidamos que estos 25 años no han pasado en vano y que, definitivamente, hemos cambiado, ya no somos ni seremos los mismos.

Hoy, el 30% de la población de Venezuela tiene más de 50 años mientras hace un cuarto de siglo éramos un país con una gran masa trabajadora y joven, la edad media en Venezuela se paseaba entre los 20 y 22 años, envidiable para cualquier país de Europa y Asia. Comenzaba un nuevo siglo y esos estudiantes o recién graduados iniciaban los años más productivos de su vida y en otras circunstancias hubieran enfocado sus esfuerzos en la construcción de su patrimonio, de sus familias y su futuro. En cambio, se han pasado la mitad de sus vidas sobreviviendo a un régimen que destruyó el poder adquisitivo, el producto interno bruto y que con expropiaciones dejó en balance negativo la confianza de la inversión extranjera.

A finales de los 90 Venezuela era un país que tras sobrevivir las turbulencias de 1989 y 1992 y la crisis bancaria de 1994 parecía estabilizarse y buscar rumbos mejores. Tal vez por exceso de confianza muchos dejaron en diferentes momentos de esta larga y lamentable historia que la abstención y la división decidieran. En algún punto votar podía ser menos atractivo que un fin de semana en la playa y cuando se quiso reaccionar con marchas y diferentes intentos electorales era tarde, un creciente control de las instituciones fue frustrando cada ocasión. Se desentendieron, éramos un país joven y nos creímos indestructibles, no pudimos entender cómo esa elección del 99 cambiaría nuestra historia para siempre. No hay duda de que la historia es dura con quien da por sentado sus privilegios y quien no lucha para protegerlos. Primero sus padres, ahora sus hijos y nietos han pagado un precio muy alto por eso, con sangre, sudor, lágrimas y muchas despedidas.

Han sido años en los que el dilema de irse o quedarse se ha vivido con intensidad. Es común ver casas solas, edificios enteros con abuelos solos, que se niegan a abandonar la tierra que los vio nacer o la que los acogió cuando la suya se hizo imposible durante la guerra. La tierra donde crecieron y se formaron, donde vivieron y vieron sus sueños realizarse, sus empresas florecer y sus familias ampliarse. Abuelos que aman esta tierra a la que dedicaron los mejores años de su vida, abuelos que lloran en soledad sabiendo que no pueden retener con ellos a los suyos porque la vida sigue su curso mientras el país se cae a pedazos.

Pero en el silencio de las casas vacías crece el sentimiento de posibilidad de cambio, de reencuentro y futuro compartido con los cercanos. La cuestión es que hay requisitos por cumplir y quiero creer que los más duros ya los hemos aprobado. Reza el dicho que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y no podemos perder más, no esta vez, no con todos los vientos a favor.

Necesitamos actuar más y crear conciencia y recordar la historia reciente, para no repetirla un período más, debemos todos salir a votar, siendo pragmáticos sin aferrarnos a ilusiones. Salir a votar es un acto de valentía en medio del miedo, un acto de justicia en medio de las leyes absurdas, un acto de conciencia en medio de la desidia, votar es un acto de amor por el país y por su rescate, de coraje para no dejarnos vencer sin lucha y también un acto de rebeldía ante tanta injusticia, por nosotros y también para los 8 millones que esperan tener una tierra a la que volver, aunque ya hayan echado raíces en otros paisajes, aunque la casa ya no sea la misma.

De los errores pasados solo nos queda aprender y reconocer que sí, hubo oportunidades que se perdieron y difícilmente se logren compensar. Entendiendo que podemos recuperar la esperanza en esta tierra buena, que podemos volver a llenar esas casas y las escuelas, los hospitales y los campos con aquellos venezolanos que se fueron, para en adelante, nunca más nos desentendamos de la realidad del país y podamos aprovechar juntos el enorme potencial que tiene Venezuela.

Atiempomec@gmail.com

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El Silencio de Las Casas Vacías | Por: María Eloína Conde

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14.04.2024

Por: María Eloína Conde

A veces damos por sentado que sabemos cómo es Venezuela y enviamos nuestros mensajes de lucha por la democracia y construcción de un futuro mejor con la mejor de las intenciones, pero olvidamos que estos 25 años no han pasado en vano y que, definitivamente, hemos cambiado, ya no somos ni seremos los mismos.

Hoy, el 30% de la población de Venezuela tiene más de 50 años mientras hace un cuarto de siglo éramos un país con una gran masa trabajadora y joven, la edad media en Venezuela se paseaba entre los 20 y 22 años, envidiable para cualquier país de Europa y Asia. Comenzaba un nuevo siglo y esos estudiantes o recién graduados iniciaban los años más productivos de su vida y en otras circunstancias hubieran enfocado sus esfuerzos en la construcción de su patrimonio, de sus familias y su futuro. En cambio, se han pasado la mitad de sus vidas sobreviviendo a un régimen que destruyó el poder adquisitivo, el producto interno bruto y que con expropiaciones dejó en balance negativo la confianza de la inversión extranjera.

A finales de los 90 Venezuela era un país que tras........

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