A la espalda del calendario se le nota hoy un antojo con forma de cruz. Es alta como el estoicismo de san Juan de la Cruz. Y ancha, como ‘La noche oscura del alma’. Esta cruz no posee concomitancias con el primer soneto a Violante de Gerardo Diego cuya impronta “vive en la nada y en todo muere”. No. Porque su madero arde -como una corola de plenitud- en los labios del rito antiguo, en el verosímil testigo de la faz de la ciudad: la que atesora el hábito ancestral de nuestro patrimonio inmaterial. Crux ave, spes unica. Una cruz cuyo soplo corpóreo nos hincha el pecho de pulsaciones esdrújulas. En el helado marfil de esta sociedad tan desacralizada -tan manifiesta de yemas tenebrosas, tan lamida de siglo XXI- subyace como un botón sin sangre que pulsa el retroceso de la calumnia, la impostación del supremacismo, la serpentina oxidada de la murmuración. El remite de lo agrio. Las ínfulas sin gas de los intereses creados. La sordidez de una sonrisa contra natura. El dintel de la malicia. Y, como escribiera Góngora, “otro paso para apurarle la ponzoña al vaso”.

Pero no así hoy Jerez, tan fiel al ciclorama de la experiencia. Tan arraigado a la juncal morenez de una tradición que ya experimentaran -con el latido de la Fe en un susurro de boca llena-nuestras madres y abuelas bajo la penumbra de una melancolía de paso lento, como los vínculos del padrenuestro, como el crujido de la cera al abrigo de la candela, como la curva de la orilla de la vida -cuya pleamar sólo depende del Verbo hecho carne-. Bajo la bóveda de la armonía hoy principia en Jerez la así por todos significada como la pre-Cuaresma, que es como un edificante prólogo al mismo tiempo de vísperas. En la céntrica iglesia de San Francisco. Con el solemne traslado del Señor de la Vía-Crucis de su Capilla del Voto al altar mayor de cultos. Y… “si pasaste, te quedas”, como escribiría Vicente Aleixandre en su poema ‘Primera aparición’: “Hoy te veo. Tú pasas. Tú te alejas. Tú te quedas (…) Y otros brillos me duran en la voz que ahora canta”.

El Señor, que es Misericordia. Que todo lo sabe. Quien jamás se aposenta en el quicio del mundo. Quien jamás juega a la treta del sí y el no. Quien nos alecciona. “Lejos de Él sólo hay oscuridad y muerte”, como así dijera Juan Pablo II. Sobre nuestra caligrafía procura descansar un filón conceptista que enseguida se esfuma como una tentación aterida por el frío de la prisa. En San Francisco principia la liturgia no escrita de una norma tampoco formulada sino en los márgenes de cuanto década tras década surge como una concordia de lo etéreo, de lo indescifrable, de lo inescrutable. Oraciones que se elevan como una ascensión de la gloriosa tradición cofradiera jerezana. Magnificat anima mea dominum. Un

Nazareno portentoso que observa la lividez del pecado de quienes, abajo, elevan plegarias nunca estáticas. La cuenta atrás del gozo del cofrade subraya hoy en San Francisco el alfa sin edad, el punto de partida con estandarte doctrinal y sencillez de sandalias de Cristo. En la sombra iluminada -no al uso de Valdés Leal- que a menudo nos surte de vértigo. ¡Es tan paradójicamente inmensa nuestra pequeñez!

La pre-Cuaresma cuenta con su convocatoria como ilustrada por el resplandor de una luna con botonadura de aguafuerte. Y el pensamiento a veces aparca en el carril correcto de las meditaciones de Mañara. El descomunal simbolismo se escapa por los resquicios de lo estrictamente lírico. Y existe como una preñez de reconversión. Beati mundo corde: quoniam ipsi Deum videbunt. Nada se tome por hiperbólico. Nada se module pro domo sua. Llega el Señor, como buscando los surcos más profundos de nuestro ser. La entraña de la concurrencia restituye todo platonismo. Y será cuando el atrio de la iglesia mancomune toda tendencia. Podríamos entonces readaptar la aseveración de Chaves Nogales: “Si esta ciudad nos da una sensación inefable, es porque se ofrece toda entera a una sola mirada”. ¿Extintas todas las sugestiones? Ninguna aprensión ante el baluarte supremo de Dios. El Señor de la Vía-Crucis se abre paso, como Moisés ante las aguas del mar Rojo. Y nos hablará, con la dulzura de su expresión morena -de tantas Madrugadas como tiene impregnadas al rostro del Camino, la Verdad y la Vida-.

Hubo un tiempo -fructífero, espumoso de rezo y fraternidad- en el que este traslado no contrapuso pero sí fundió en una misma histórica estampa el andar del Divino Nazareno Franciscano con la llaga abierta en el costado del Santísimo Cristo de la Expiración. Las circunstancias de la cofradía de la ermita de San Templo así lo contemplaron. Como una simbiosis de la Belleza que siempre redime. Es la fotografía que encabeza este ‘Jerez íntimo’ sin necesidad de gerundios. ¡Por allí resopla! Hoy el fuego de la noche se verterá en sosiego. En calma. En vertiente de recuerdos. En las manos atadas de una generosidad que aún nos sigue fascinando. Una generosidad limpia y trascendente a la que llamamos Amor.

QOSHE - Jerez y el prólogo del tiempo de vísperas - Marco Antonio Velo
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Jerez y el prólogo del tiempo de vísperas

9 0
22.01.2024

A la espalda del calendario se le nota hoy un antojo con forma de cruz. Es alta como el estoicismo de san Juan de la Cruz. Y ancha, como ‘La noche oscura del alma’. Esta cruz no posee concomitancias con el primer soneto a Violante de Gerardo Diego cuya impronta “vive en la nada y en todo muere”. No. Porque su madero arde -como una corola de plenitud- en los labios del rito antiguo, en el verosímil testigo de la faz de la ciudad: la que atesora el hábito ancestral de nuestro patrimonio inmaterial. Crux ave, spes unica. Una cruz cuyo soplo corpóreo nos hincha el pecho de pulsaciones esdrújulas. En el helado marfil de esta sociedad tan desacralizada -tan manifiesta de yemas tenebrosas, tan lamida de siglo XXI- subyace como un botón sin sangre que pulsa el retroceso de la calumnia, la impostación del supremacismo, la serpentina oxidada de la murmuración. El remite de lo agrio. Las ínfulas sin gas de los intereses creados. La sordidez de una sonrisa contra natura. El dintel de la malicia. Y, como escribiera Góngora, “otro paso para apurarle la ponzoña al vaso”.

Pero no así hoy Jerez, tan fiel al ciclorama de la experiencia. Tan arraigado a la juncal morenez de una tradición que ya experimentaran -con el latido de la Fe en un........

© Diario de Jerez


Get it on Google Play