Sede restaurada -o, por mejor decir, reconstruida-, vuelta a casa y vida -interior- nueva. Causa y efecto. Puro Aristóteles y su libro ‘Segundos analíticos’. Nos referimos a la Hermandad de Nuestra Señora de Loreto y su regreso a San Pedro en 1981. Sirvió de procesión de traslado la misma estación de penitencia de aquel recordado año en el seno de la Hermandad. Ni por asomo se pretendió ninguna extraordinaria como ramplón oportunismo o pretexto. Una tarde de Viernes Santo que puede rememorase según dos estampas ilustrativas: el paso del Señor de la Oración en el Huerto rebasando la puerta de salida de Santo Domingo para despedir a la cofradía lauretana, prácticamente pegado a la trasera de las andas de la Reina de los Cielos y, de otra parte, una jornada de señaladas novedades en el estreno del paso de plata de talleres Villarreal y asimismo estreno de una jovencísima cuadrilla costalera comandada por el recordado y precozmente malogrado Sacri Martínez. La corporación decía adiós a siete años de estancia entre los padres dominicos para dormir, aquella noche del 17 de abril, en su histórico templo. Tanto que saliera a la calle el paso del Señor del Huerto tras la Virgen de Loreto como la hazaña de aquellos quinceañeros con molía al hombro crearon y recrearon un palpable impacto popular. Manifestación que se unió a la esperable y previsible cantidad de personas congregadas en el barrio de San Pedro cuando la cofradía -un lienzo del vecindario niño revestido por la túnica morada, blanca capa y blanco antifaz- pisaba las últimas calles de su itinerario. Expresándolo al más puro estilo Hemingway podemos asegurar que la calle Morenos fue una fiesta.

La Hermandad, que sostuvo -valga la expresión- una crisis de recursos humanos a principios y mediados de la década de los setenta, tomó un creciente fulgor desde 1979 y, sobre todo, a lo largo de la década de los 80, años dorados para la consolidación de un grupo de cofrades que otorgaron nuevos bríos tanto a la estructura de la gestión administrativa como a la dinamización de la vida interior. Logro que además contribuyó a la fluidez de las relaciones externas e institucionales. A ello beneficiaría el uso de uno de los pisos del propio edificio de la parroquia, cedido ex profeso para la instalación de la Casa de Hermandad, cuyas dependencias se distribuyeron en secretaría, sala de museo, mayordomía y sala capitular -para convivencia de hermanos, Cabildos Generales y de Oficiales y salón de conferencias y convocatorias culturales, como aquella recordada ‘Semana de homenaje a María’, organizada a la sazón por el grupo juvenil, por lo común fechada durante los días precedentes al Triduo dedicado a la Sagrada Titular con motivo de su festividad litúrgica, o los Cursillos de Formación Cofradiera (un ciclo que acogiera a lo más granado -a las cabezas mejor amuebladas- de la actualidad de las Hermandades de aquella pujante época para la Semana Santa de la ciudad).

Todo iría sobre ruedas. Para la entidad lauretana los 80 significaron tiempos de multiplicación de actos y de resurgimiento. Pongamos que hablamos de la reunión del denominado ‘Consejillo’ todos los viernes tras los rezos semanales, las actividades -numerosas- propuestas por los jóvenes, las peregrinaciones marianas, los actos de fraternización de los costaleros, las catequesis, la edición y publicación del boletín de la Hermandad ‘La Santa Casa’, la llegada -de manos del fundador Bartolomé Lora Lara- de la reliquia de la verdadera cruz de Nuestro Señor Jesucristo (Lignum Crucis), la imposición de la primera medalla de oro al también fundador Ignacio Rodríguez Leonardo, la intensificación de las relaciones con los representantes del Ejército del Aire o aquel sentido tributo a la Banda del Ejército del Aire, que durante años acompañara a la procesión en la tarde noche del Viernes Santo.

De ahí que hoy opte por elegir una fotografía a modo de homenaje al muy localizado grupo de cofrades que hicieron posible el salto cualitativo y cuantitativo de este instituto cofradiero. Aprovechando además la efeméride de la misma. Una imagen repleta de hermanos preclaros de Loreto. Artífices de una transición podemos incluso definir como harto necesaria. La instantánea cumple cuarenta años. Tan lejos, tan cerca… que diría Adolfo Marsillach. No pocos de sus protagonistas ya gozan de la presencia de la Virgen a la que tanto rezaron. Otros, como no podía ser de otra manera, permanecen al pie del cañón en pro de la Hermandad de sus amores. De izquierda a derecha y de arriba abajo: Juan Luis Jaén Pacheco, Miguel Puyol Vargas, José Luis Ferrer Cabral, José Vargas Soto, reverendo padre don José Rodríguez Jiménez, Eduardo Velo García y Luis Mateos Ríos; Manuel García Parra, Ignacio Rodríguez Leonardo, Francisco Larraondo Hernández, Antonio Berro Flores, Pedro Simón Rodríguez Martínez y Antonio Delgado Sánchez. De todos ellos ya no se encuentran entre nosotros José Luis Ferrer, don José Rodríguez, Luis Mateos, Manuel García, Ignacio Rodríguez, Francisco Larraondo, Antonio Berro, Pedro Simón y Antonio Delgado. Fallecidos que subieron directamente a la Gloria en un avión de plata. Así sí se escribe la Historia: llamando a las cosas por sus nombres propios. Y dos apellidos. ¡Vivan por siempre los hijos de la Virgen de Loreto!

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Jerez 1984: preclaros cofrades de Loreto en una fotografía histórica

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03.04.2024

Sede restaurada -o, por mejor decir, reconstruida-, vuelta a casa y vida -interior- nueva. Causa y efecto. Puro Aristóteles y su libro ‘Segundos analíticos’. Nos referimos a la Hermandad de Nuestra Señora de Loreto y su regreso a San Pedro en 1981. Sirvió de procesión de traslado la misma estación de penitencia de aquel recordado año en el seno de la Hermandad. Ni por asomo se pretendió ninguna extraordinaria como ramplón oportunismo o pretexto. Una tarde de Viernes Santo que puede rememorase según dos estampas ilustrativas: el paso del Señor de la Oración en el Huerto rebasando la puerta de salida de Santo Domingo para despedir a la cofradía lauretana, prácticamente pegado a la trasera de las andas de la Reina de los Cielos y, de otra parte, una jornada de señaladas novedades en el estreno del paso de plata de talleres Villarreal y asimismo estreno de una jovencísima cuadrilla costalera comandada por el recordado y precozmente malogrado Sacri Martínez. La corporación decía adiós a siete años de estancia entre los padres dominicos para dormir, aquella noche del 17 de abril, en su histórico templo. Tanto que saliera a la calle el paso del Señor del Huerto tras la Virgen de Loreto como la hazaña de aquellos quinceañeros con molía al hombro crearon y recrearon un palpable impacto popular. Manifestación que se........

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