Manuel Martínez Arce, histórico cofrade de la Semana Santa de Jerez, considerado por derecho propio como uno de los padres de la misma, comentó en cierta ocasión, literalmente, que ante la Hermandad de la Coronación había que quitarse el sombrero. Martinez Arce conocía a fondo el empaque de esta cofradía de túnicas blanquinegras que, en el dinamismo grupal de varios nazarenos juntos, tienen algo de inicio de vuelo aleve de golondrinas en tropel. Para quitarse el sombrero, ni más ni menos. Esta afirmación no fue expresada al hilo de la usanza de la moda de caballero de entonces: fedora o mascota, el elegante borsalino a la italiana o las versátiles gorras que a diario cubrían las seseras de los jerezanos de los años cincuenta y sesenta. E incluso de la década de los setenta. No respondía la aseveración de don Manuel al oportunismo de un uso entonces vinculante. Su comentario fue tan fundado como figurado para que así, tal frase hecha, pudiese adaptarse e incluso sobrevivir a cualquier época. Para quitarse el sombrero: o sea descubrirse ante la suprema elegancia del mejor canon cofradiero. El milagro del testimonio catequético y del artístico sentido de la medida nacía cada año de los hondones de la capilla de los Desamparados. Martínez Arce, que sabía lo suyo de cofradías, no lanzó el aserto al buen tuntún. Habló con propiedad, al margen del denominado orgullo de pertenencia, en tanto era cofrade activo de la corporación nazarena de la Albarizuela -aunque su Hermandad de cabecera fuese por descontado las Cinco Llagas-.

La Coronación siempre ha sido una institución de señores. De cofrades sabios en la esencia de esta manifestación de Fe -con túnica y antifaz- tan idiosincrásica de nuestra baja Andalucía. Hombres que marcaron época. Hombres que dejaron huella. Hombres que tallaron una impronta. Hombres que imprimieron carácter. Hombres que conformaron un estilo. Hombres que cincelaron un espíritu. Una forma, tan troncal, tan genuina, de hacer las cosas. Por la calle Arcos siempre prevalecieron cofrades de caché. Gente señera. Nunca de personalidad impostora, jamás de credenciales impostadas. El legado personal de todos ellos aún sigue fascinando a las nuevas generaciones de jóvenes que actualmente labran el presente y futuro inmediato de esta Hermandad poco dada a las estridencias. Personas que daban categoría a la Hermandad, mas nunca se sirvieron de la entidad para su coleto. La fotografía que hoy traemos a colación es buena muestra de ello. Año del Señor de 1979. Domingo de Ramos. Día grande. Día de estreno de una palma colgada en el balcón del gozo. Día de estreno de zapatos nuevos en la algarabía de la ciudad. Día de sonrisas blancas como los calcetines que pronto se calzarán las manoletinas de un itinerario de incipientes bolas de cera por el barrio de San Pedro. Día de espinos sobre las sienes del Coronado. Día que se enfunda la cuenta atrás de la nostalgia.

Presidía la Hermandad, en su calidad de hermano mayor, Manuel Piñero Vázquez -quien años más tarde sería presidente de la Unión de Hermandades-. La instantánea está realizada justamente después de la tradicional primera levantá de ambos pasos. En este instante se les tributó un merecido homenaje a dos distinguidas personalidades de tan clásica corporación: Encarnación Chillada, de González Ramírez, y Silverio Cabrera Martín. El Cabildo de Oficiales decidió imponerles la insignia de oro. Y así se procedió. En la imagen, de izquierda a derecha, Mariano Cross; Isabel Sánchez, de Cabrera; Manuel Piñero; Silverio Cabrera; Encarna Chillada; Manuel González Ramirez; Pilar Gutiérrez, de Piñero; y Manuel González García. En aquellos años Juan Luis Jaén Pacheco era capataz del paso del Señor y Francisco Martinez García ‘Sacrificio’ del paso de palio de María Santísima de la Paz en su Mayor Aflicción. La Junta de Gobierno estaba integrada por históricos cofrades de la Coronación, a saber: hermano mayor: Manuel Piñero Vázquez, teniente hermano mayor: Silverio Cabrera Martín, mayordomo: Manuel González Ramírez; segundo mayordomo-tesorero: José Castro Alba, secretario: Luis Galván Muñoz, segundo secretario: Manuel Montero Araujo, fiscal: Eduardo Rinconada Casals, teniente fiscal: Manuel Becerra Hurtado; director de cofradía: Francisco Lucena Díaz, segundo director de cofradía: Guillermo Sánchez Chacón, prioste: Francisco Coro Boullosa, promotor de cultos: Juan Luis Jaén Pacheco, consiliarios: Mariano Cros Ruiz, José María del Río Serrano y Francisco Hurtado Chacón. Dirigentes de muchos quilates. Anfitriones de oro de ley. Hermanos que evidenciaban un supremo concepto del sentido de la responsabilidad. Dejaron el pabellón muy alto. Tanto como el solo de corneta que alarga su voluta de sonoro barroquismo en la filigrana doctrinal de una tradición que, tan pronto pise el itinerario de ida por Gaspar Fernández, volverá de nuevo a ponernos los vellos de punta.

QOSHE - Jerez 1979: una Hermandad de señores - Marco Antonio Velo
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Jerez 1979: una Hermandad de señores

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07.02.2024

Manuel Martínez Arce, histórico cofrade de la Semana Santa de Jerez, considerado por derecho propio como uno de los padres de la misma, comentó en cierta ocasión, literalmente, que ante la Hermandad de la Coronación había que quitarse el sombrero. Martinez Arce conocía a fondo el empaque de esta cofradía de túnicas blanquinegras que, en el dinamismo grupal de varios nazarenos juntos, tienen algo de inicio de vuelo aleve de golondrinas en tropel. Para quitarse el sombrero, ni más ni menos. Esta afirmación no fue expresada al hilo de la usanza de la moda de caballero de entonces: fedora o mascota, el elegante borsalino a la italiana o las versátiles gorras que a diario cubrían las seseras de los jerezanos de los años cincuenta y sesenta. E incluso de la década de los setenta. No respondía la aseveración de don Manuel al oportunismo de un uso entonces vinculante. Su comentario fue tan fundado como figurado para que así, tal frase hecha, pudiese adaptarse e incluso sobrevivir a cualquier época. Para quitarse el sombrero: o sea descubrirse ante la suprema elegancia del mejor canon cofradiero. El milagro del testimonio catequético y del artístico sentido de la medida nacía cada año de los hondones de la capilla de los........

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