Funcionó la cúpula de hierro y el sistema antimisiles de Israel fue capaz de rechazar el ataque de Irán en un 99%. ¿Esto significa que, por fin, la guerra se ha reducido a un juego de la playstation con iconos estallando en el aire? No lo creo. Ha sido una operación calculada, con aviso previo para que todo se produjera de una manera incruenta, evitando males mayores que provocaran una escalada en el conflicto. No todas las guerras son iguales. Irán tiene que cruzar tres países para llegar hasta Israel y a este le basta con atravesar una frontera que controla para llegar a Gaza a buscar terroristas de Hamas escondidos en túneles y hospitales. No es lo mismo. Como no es lo mismo que estos se cuelen en unos parapentes, maten a dos mil personas y se lleven a otros tantos rehenes.

Hay dos formas de plantear la guerra y las dos son antiguas. La de los ejércitos o sus réplicas automatizadas o digitales dirigidas desde el ciberespacio y la del terrorismo, aliado del fanatismo religioso desde los tiempos del Viejo de la Montaña. Irán alimenta las dos y las justifica en su lucha por imponer el Estado islámico. Con eso, hay que vivir y, con eso, están viviendo los servicios de inteligencia de los países occidentales desde hace muchos años. Hay quien dice que todo esto es debido a la implantación del Estado de Israel, debido al resarcimiento de la persecución nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Lo de la diáspora del pueblo judío es mucho más antiguo. Tiene que ver con esa insoportable superioridad de ser el pueblo elegido. Mirando el mapa, la realidad actual es minúscula, pero es el símbolo de la presencia occidental en un escenario francamente hostil. Además es su razón de ser y su seguridad, porque esa posición estratégica le garantiza su permanencia. Si no fuera por eso, Israel no existiría, se lo habrían comido sus vecinos, que, dicho sea de paso, hacen de su batalla algo más grande de lo que parece. Se debaten dos modelos del mundo, como siempre y como en todas partes, igual que en Vietnam, en Corea, en Taiwán y en Ucrania. Los judíos son incómodos y andan por todas partes, arrastrando el tabernáculo. Desde Nueva York a Hollywood, desde Londres a Buenos Aires, desde Ámsterdam a Tel Aviv. En Oriente Medio hacen de parapeto, por eso los países los defienden más allá de un compromiso compasivo y civilizado. Es otra cosa. Algunos no lo entienden y se alinean con el sector pacifista, que siempre tiene éxito a corto plazo, pero, en el fondo, se trata de un posicionamiento en la lucha de bloques.

Otros aprovechan esa tendencia lacrimosa para ganar unos votos a pesar de perder algunos amigos. Vamos a ver qué pasa después de este ataque de Irán. Los seguidores de los ayatolas levantan el puño en las calles de Teherán y no entiendo por qué. Quizá es porque esa victoria pírrica, consistente en armar un ataque y fracasar en él, les fuera suficiente. A Netanyahu se le ve satisfecho. Esto le ha ayudado a recuperar algo de su crédito perdido en el panorama internacional. ¿Qué haremos nosotros? Qui lo sá. Lo que mejor convenga. De momento, estamos más pendientes de que Bildu le gane las elecciones vascas al PNV.