Hasta el salvaje ataque terrorista de Hamás del pasado mes de octubre, se reconocía tanto por amigos como por enemigos que Israel era un Estado poderoso, con uno de los mejores y más eficientes ejércitos del mundo y, además, con unos servicios de inteligencia e información poseedores de un nivel insuperable de excelencia. Todo ello acorde con su situación geopolítica, rodeado de Estados árabes y, sobre todo, de organizaciones terroristas hostiles, cuyo único objetivo declarado respecto a Israel es arrojarlo al mar, es decir, liquidar físicamente a los israelíes. Porque todas las guerras que han sido obligados a librar han sido a vida o muerte, sin alternativas, con su supervivencia en juego. Al mismo tiempo, la sociedad israelita se percibía como muy cohesionada y articulada culturalmente, unida en un peligro compartido por todos, con una base religiosa muy intensa y el recuerdo ominoso del Holocausto siempre presente; un recuerdo que alimentaba la mala conciencia y el sentimiento de culpa de las potencias occidentales, en especial Estados Unidos.

Sin embargo, ahora Israel está perdiendo la batalla de la opinión pública porque ha sido arrastrado a un escenario perverso que, además, no tiene precedente en su historia como país independiente, y que no tenía previsto en sus protocolos de gestión de crisis. Hasta ahora, los israelíes han resuelto sus enfrentamientos bélicos en muy pocos días, desde una superioridad aplastante y con un enemigo en retirada, sin dar tiempo a que se articulara ninguna crítica. Y lo ha hecho desde una situación interna de unidad y sin rehenes que liberar.

Ahora se ha visto arrastrado a una guerra convencional y presumiblemente larga, en la que los daños colaterales sobre la población son inevitables, y en la que el enemigo es un ejército terrorista que utiliza y sacrifica a su propia población. Y encima con un dirigente cuestionado dentro y fuera del país, enfrentado a sus servicios de inteligencia y que no puede liberar a seis mil palestinos a cambio de los rehenes, como le exigen los terroristas, porque sería suicida. De modo que el escenario ha cambiado drásticamente. La política y la sociedad de Israel se han relajado, se han confiado engañados por años de superioridad y seguridad, y esa confianza se ha cobrado un precio muy alto. Su inteligencia y sus mandos militares minusvaloraron los informes sobre Hamás y sus planes.

Y el paradigma sería esa fiesta por la paz organizada por jóvenes incautos a un par de kilómetros de la frontera con Gaza, cuyos puntos de control destruyeron fácilmente en unos minutos los drones de Hamás. Semanas antes se había producido otra muestra de la inconsciencia ante el peligro, con manifestaciones masivas en contra del Gobierno por su reforma de la judicatura, sin atender al peligro principal, que era, como es ahora, el terrorismo. Porque los israelíes no pueden permitirse tener un Gobierno débil. Y el colmo ha llegado con la muerte de tres rehenes confundidos con terroristas por soldados inexpertos y nerviosos, de un ejército que ha tenido que movilizar en pocos días a más de trescientos mil reservistas, a pesar de esgrimir una bandera blanca y gritar en hebreo. El propio ídolo israelí ha elaborado el barro en el que se están hundiendo sus pies.

QOSHE - El barro del ídolo - Juan Hernández Bravo De Laguna
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

El barro del ídolo

4 0
21.12.2023

Hasta el salvaje ataque terrorista de Hamás del pasado mes de octubre, se reconocía tanto por amigos como por enemigos que Israel era un Estado poderoso, con uno de los mejores y más eficientes ejércitos del mundo y, además, con unos servicios de inteligencia e información poseedores de un nivel insuperable de excelencia. Todo ello acorde con su situación geopolítica, rodeado de Estados árabes y, sobre todo, de organizaciones terroristas hostiles, cuyo único objetivo declarado respecto a Israel es arrojarlo al mar, es decir, liquidar físicamente a los israelíes. Porque todas las guerras que han sido obligados a librar han sido a vida o muerte, sin alternativas, con su supervivencia en juego. Al mismo tiempo, la sociedad israelita se percibía como muy cohesionada y articulada culturalmente, unida en un........

© Diario de Avisos


Get it on Google Play