Siempre he mantenido que las cuestiones internas de mi partido se compartan y analicen dentro de casa. La democracia interna está para eso, para dar cauce a las inquietudes y pareceres de la militancia. Es un principio que aprendimos de la experiencia de nuestros mayores, baqueteados tantas veces por las presiones externas o por los interese espurios que pretendían llevar al agua de los debates a su molino.

Tras dos llamadas electorales de atención, en el PNV nos habíamos “tomado en serio” el mensaje que la ciudadanía vasca nos había trasladado.

Todavía resuenan las palabras de quienes no se creyeron nuestra voluntad de autocrítica y pidieron, con el aplauso de los de siempre, un estriptis integral.

El Euzkadi Buru Batzar se había comprometido a analizar pormenorizadamente las circunstancias que nos habían llevado a experimentar un retroceso electoral como el observado en los comicios municipales y forales y posteriormente en las elecciones generales. Y sin el ruido de los medios así lo hizo. La situación resultaba preocupante pero no era agónica. Veníamos de un proceso participativo de “escucha activa” y en él se nos había dicho que el “viejo partido” había devenido y era contemplado como un “partido viejo”. Con esa premisa en el horizonte, y con el análisis de otros factores de desgaste global, los órganos directivos del PNV se enfrentaron al desafío de revertir la situación, impulsando una renovación interna y externa que reforzara el papel dirigente del nacionalismo vasco en los próximos años.

Se imponía una nueva forma de hacer política, de enfrentarse a las exigencias sociales, nueva comunicación y, todo ello, acompañado por nuevos actores. Nuevos valores militantes que fueran capaces de continuar con el impulso político desarrollado por los nacionalistas en las instituciones de Euskadi. Tal reflexión compartida por el corpus dirigente nacional y territorial nos llevaba directamente a protagonizar un cambio de ciclo en el que siendo coherentes con lo hecho hasta ahora buscáramos reforzar los eslabones de la cadena humana que se extiende en la búsqueda de la libertad de Euskadi. Como siempre lo habíamos hecho. Eslabones como Ardanza, como Ibarretxe, como Urkullu… Eslabones maestros de una cadena que había que continuar proyectando al futuro.

En eso estábamos hasta que una filtración interesada e interpretada irrumpió con anterioridad a que los procedimientos democráticos internos comenzaran a dar sus primeros pasos. El malestar de la base militante del PNV era comprensible. Medios ajenos al EBB hacían público e interpretaban a su antojo una decisión unánime adoptada para procurar un relevo al frente de la principal figura institucional del país. La voluntad de mitigar intromisión en la vida interna y la necesidad de reconducir el debate a los cauces propios, aconsejó el brusco adelantamiento de las premisas reglamentarias, abriendo un proceso electivo y , en tal caso, presentar una propuesta nominal a la afiliación para su validación o no . Ello obligaba a proponer, más allá de un perfil genérico, una candidatura con nombre y apellidos. Una opción que será ratificada o no por la militancia.

No es mi intención entrar a valorar las consideraciones que se ha trasladado al debate público ni los motivos que han provocado la propuesta de relevo. Solo diré que el Euzkadi Buru Batzar se siente orgulloso y complacido por la labor y la dedicación evidenciada durante su mandato por el lehendakari Urkullu a quien este partido agradece su entrega y abertzalismo en la construcción de la nación vasca.

En sentido inverso, resulta paradójico que esta vocación de “cambio tranquilo” llevado a cabo por el PNV haya sido interpretada como un síntoma del “nerviosismo” por el que vive la organización jeltzale. Curiosa valoración, cuando han sido precisamente quienes ahora urgen a convocar elecciones los que más han hecho girar la veleta de su acción política. Los “pretendientes” a gobernar que viendo la maniobra de futuro del PNV han virado el rumbo de su barco y han vuelto al puerto del que zarparon; la pancarta y el populismo.

EH Bildu había costumizado su protagonismo. Hasta en la estética. Su discurso hablaba de “acuerdos de país”, de buscar consensos en materias básicas. En autogobierno, en transición energética, en educación, etc. Toda su propuesta –vacía– pasaba por alimentar el diálogo, por sumar fuerzas. Por presentarse como alternativa racional a un PNV decadente. Se anunciaban como la nueva izquierda con responsabilidad de Estado. Y en ese papel de aspirante a líder hicieron emerger nuevos agentes. Gorka Elejabarrieta como coordinador del proyecto político. Peio Otxandiano, como pensador de la nueva estrategia. Y Arnaldo, siempre Arnaldo, como cabeza de un proyecto a caballo entre el pasado y el futuro.

Pero bastó que el PNV se moviera para que todo el cambio comprometido quedara en entredicho. La búsqueda por parte del PNV de nuevas caras para su propuesta institucional provocó, inmediatamente, el descarte de Arnaldo Otegi como candidato a lehendakari. Más significativo resulta el retroceso que EH Bildu ha protagonizado en su definición de línea política posibilista y vinculada al principio de realidad.

Su marcha atrás en el consenso logrado en torno al proyecto de ley de educación no tiene explicación.

Durante los últimos meses –y de manera prolongada y habitual–, representantes de EH Bildu y el PNV se han reunido para compartir diagnósticos, informaciones y para intentar llegar a acuerdos que destensaran las relaciones entre ambas formaciones. A lo largo de esos encuentros, cordiales y francos y del máximo nivel, EH Bildu ha trasladado al PNV su inequívoca voluntad de llegar a un acuerdo en el proyecto de ley de educación. Reconociendo la existencia interna de una cierta resistencia, pero garantizando su voluntad política de acordar.

La proximidad cierta de elecciones y la falta de gallardía ante las acusaciones internas provocó la renuncia al acuerdo que hoy conocemos. No hay razón argumental que sustente el “no” de EH Bildu a la reforma educativa. Ni el pretendido contencioso de los modelos lingüísticos, inexistente en la ley, justifica el vuelco de criterio observado. Los más de cien artículos del proyecto de ley fueron acordados. Literalmente acordados. Solo un matiz en el preámbulo de la ley, en su exposición de motivos, que nada dice de lo que se ha criticado y que de ser así, no tendría ningun valor, ninguna implicación legal, sostiene el rechazo al gran acuerdo de país.

Además si EH Bildu quisiera expresar su rechazo a esta formulación, cabría pedir votación separada del preámbulo de la ley y expresar en él su negativa. Pero no. La retirada a sus posiciones tradicionales es total. Se acabó el posibilismo. Se acabó el acuerdo. De vuelta al populismo fácil, a la pancarta, a la política de campanario.

El movimiento expresado por el PNV en relación al relevo de sus dirigentes y con ello la presentación de una nueva fórmula de gobernar que continúe y fortalezca la solvencia de sus compromisos tradicionales, la búsqueda de soluciones posibles a los problemas que nos afectarán en los próximos doce o quince años, ha provocado el repliegue de EH Bildu a sus posiciones tradicionales reivindicativas y demagógicas. Quien critica no se desgasta, quien no se implica no yerra. Se está más cómodo detrás de la pancarta que frente a ella. Y ahí es donde ha vuelto EH Bildu.

Será difícil que el PNV o cualquier otro se vuelva a fiar de la voluntad de acuerdo de EH Bildu. Ni en educación, ni en proyectos energéticos (donde son sus militantes quienes impiden su progreso con plataformas antitodo) ni en la cultura y, mucho menos, en la búsqueda de nuevos consensos para la actualización del autogobierno. Pedir colaboración es muy fácil. Basta un micrófono, un medio de comunicación y una declaración. Pero cómo entender la sinceridad de la propuesta si, acto seguido de hacerla pública, se convoca unilateralmente una manifestación en la calle.

Probablemente, las próximas elecciones autonómicas se desarrollarán en medio de una campaña a cara de perro entre el PNV que busca reinventarse y EH Bildu que se aferra a su intención de desalojar al nacionalismo histórico. Los más corrosivos agitadores de los radicales ya se han lanzado en las redes sociales contra el candidato propuesto por el EBB a las bases del PNV en la búsqueda de su desprestigio público. La pugna comienza con virulencia. Renovación frente a populismo. Una vez más.

Miembro del Euskadi Buru Batzar del PNV

QOSHE - Renovación y populismo - Koldo Mediavilla
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Renovación y populismo

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02.12.2023

Siempre he mantenido que las cuestiones internas de mi partido se compartan y analicen dentro de casa. La democracia interna está para eso, para dar cauce a las inquietudes y pareceres de la militancia. Es un principio que aprendimos de la experiencia de nuestros mayores, baqueteados tantas veces por las presiones externas o por los interese espurios que pretendían llevar al agua de los debates a su molino.

Tras dos llamadas electorales de atención, en el PNV nos habíamos “tomado en serio” el mensaje que la ciudadanía vasca nos había trasladado.

Todavía resuenan las palabras de quienes no se creyeron nuestra voluntad de autocrítica y pidieron, con el aplauso de los de siempre, un estriptis integral.

El Euzkadi Buru Batzar se había comprometido a analizar pormenorizadamente las circunstancias que nos habían llevado a experimentar un retroceso electoral como el observado en los comicios municipales y forales y posteriormente en las elecciones generales. Y sin el ruido de los medios así lo hizo. La situación resultaba preocupante pero no era agónica. Veníamos de un proceso participativo de “escucha activa” y en él se nos había dicho que el “viejo partido” había devenido y era contemplado como un “partido viejo”. Con esa premisa en el horizonte, y con el análisis de otros factores de desgaste global, los órganos directivos del PNV se enfrentaron al desafío de revertir la situación, impulsando una renovación interna y externa que reforzara el papel dirigente del nacionalismo vasco en los próximos años.

Se imponía una nueva forma de hacer política, de enfrentarse a las exigencias sociales, nueva comunicación y, todo ello, acompañado por nuevos actores. Nuevos valores militantes que fueran capaces de continuar con el impulso político desarrollado por los nacionalistas en las instituciones de Euskadi. Tal reflexión compartida por el corpus dirigente nacional y territorial nos llevaba directamente a protagonizar un cambio de ciclo en el que siendo coherentes con lo hecho hasta ahora buscáramos reforzar los eslabones de la cadena humana que se extiende en la búsqueda de la libertad de Euskadi. Como........

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