José María Iñigo vivía con una frase en el bolsillo y la utilizó hasta el final de su vida. Se reinventaba cada día. No me digas lo que has sido y dónde has trabajado, dime lo que haces ahora. Cuando entrevistaba a famosos, quedaba en el aire el presente borroso de los protagonistas. Por pudor, Iñigo en la levedad de la fama. Algunos quieren permanecer y no son. Gané tantos discos de oro, protagonicé aquella película, escribí un libro. Cierto, pero no se oyen aquellas canciones ni se ven o leen aquellas novelas. Solo quien desaparece permanece, un permanecer muerto. Greta Garbo no dejó que viéramos cómo envejecía, prefería ser recordada como fue. Cada uno de nosotros somos un poco Greta Garbo, cuando vemos fotos de hace unos años, notamos la sonrisa distante y cruda. La juventud empodera y se ha marchado. Es solo un tiempo. Los años pasan igual para todos y, aunque intentemos parar el reloj, las manecillas siguen marcando las horas, un calendario se borra con el siguiente, el periódico de hoy, será viejo mañana. Ha durado un día.

Me fijo en las fotos que tengo en la pared enmarcadas. Son de diez o veinte años atrás. Entonces era verdad que era. Aquel día de playa, sin que el tiempo nos hubiera puesto michelines en la cintura y en la tripa. Nos miramos felices, sin ser conscientes de que ese instante ocurrió hace un siglo. Nada se parece al momento de la foto.

Estos pensamientos pueblan mi cabeza porque he tirado una caja llena de recuerdos. Cientos de fotos, perfectamente ordenadas, con pequeños cuadernitos donde contaba cómo era el país que había visto, la gente que había conocido, los personajes históricos a los que había dado la mano. Esa caja, que casi llenó medio contenedor de basura, es una forma para aligerar lo que dejamos. No había vuelto a ver las fotos que he tirado y a mis hijos les dará igual los momentos felices de su madre. Ahora hasta el paisaje ha cambiado. Y los edificios se han reconstruido. Quizás mis nietos no estuvieron en aquel templo y vieron aquella cascada. Irán al mismo sitio que nosotros visitamos y también se sentirán únicos. Vivirán el país como si nadie lo hubiera pisado antes. Para intentar ponernos a su altura, en una explosión de añoranza del pasado, recordamos: Yo subí en globo sobre el desierto… Sientes que tus palabras se quedan cortas porque ellos danzan cada día en olas gigantes, dirigen un parapente y se lanzan en paracaídas. La realidad es que hace tiempo que no subes en un avión para cruzar océanos, y los barcos te marean.

He sido vulgarmente valiente. Somos pequeñas piezas de un pasado que se fue. Todas las fotos fuera, aquel tiempo se terminó y si no he vuelto a mirar esas fotos en años, menos las mirarán mis hijos, que están en otra historia.

Lo que hice no sirve hoy. Fui lo que fui y ya no soy. Somos, como el político cesado en plena gloria. Su presencia molesta. Guardé la imagen en mi carpeta virtual; vi a un hombre brillante que recientemente había sido cesado. En contra de sus deseos, había dicho todo lo que quería su jefe. Secretamente, le dolía el corazón por mentir a su conciencia. Felizmente, terminó su suplicio. Tiene una paz extraña en la mirada, ve los toros desde la barrera. Está apoyado en el quicio de una puerta y, esa puerta es camino obligatorio para asistir al acto social que se celebra en el salón contiguo. Ni siquiera los camareros le ofrecen una copa para tener algo en la mano. Cuando se marcha, se nota un suspiro en el aire que quiere borrar la vergüenza de la situación. Es una miseria más de este mundo sin sentimientos. Algunos políticos, lo hemos visto en televisión, no se ven a un metro de distancia.

Es difícil vivir en el hoy es hoy y, con elegancia. No somos imprescindibles. La eternidad, una eternidad relativa, solo está en algunos arboles que pasan los doscientos años. Nosotros quizás dejemos algún recuerdo, una pluma del padre, unos pendientes de la abuela.

He vaciado también una caja llena a rebosar de artículos y reportajes. Como una fetichista, guardaba historias que solo me importaban a mí. Después de aligerar las baldas, veo lo que importa. Un pensamiento de mi hijo que me recordaba, a través de un lama, lo que estoy escribiendo largo. El sabio oriental lo dice en una frase: “Empezamos a adoptar una fresca acritud cuando vemos que el ayer ya ha transcurrido y que el ahora acaba de pasar”. Hoy es hoy y el ahora es un momento nuevo. No es de otro modo: a cada hora, a cada minuto todo cambia. Si dejamos de observar el cambio, dejamos de ver que todo cuanto ocurre es nuevo.

Siempre imaginamos algo que llegará, una sorpresa, un ascenso, un título; cuando menos te lo esperas, te echan de la lista. Hay que volver a la casilla de salida, olvidar lo que fuimos para vivir cada día en el momento presente. Vaciar las baldas y las cajas que sobran y empezar el nuevo hoy.

QOSHE - Ahora - Carmen Torres Ripa
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Ahora

3 0
03.03.2024

José María Iñigo vivía con una frase en el bolsillo y la utilizó hasta el final de su vida. Se reinventaba cada día. No me digas lo que has sido y dónde has trabajado, dime lo que haces ahora. Cuando entrevistaba a famosos, quedaba en el aire el presente borroso de los protagonistas. Por pudor, Iñigo en la levedad de la fama. Algunos quieren permanecer y no son. Gané tantos discos de oro, protagonicé aquella película, escribí un libro. Cierto, pero no se oyen aquellas canciones ni se ven o leen aquellas novelas. Solo quien desaparece permanece, un permanecer muerto. Greta Garbo no dejó que viéramos cómo envejecía, prefería ser recordada como fue. Cada uno de nosotros somos un poco Greta Garbo, cuando vemos fotos de hace unos años, notamos la sonrisa distante y cruda. La juventud empodera y se ha marchado. Es solo un tiempo. Los años pasan igual para todos y, aunque intentemos parar el reloj, las manecillas siguen marcando las horas, un calendario se borra con el siguiente, el periódico de hoy, será viejo mañana. Ha durado un día.

Me fijo en las fotos que tengo en la pared enmarcadas. Son de diez o veinte años atrás. Entonces era verdad que era. Aquel día de playa, sin que el tiempo nos........

© Deia


Get it on Google Play