El arribo del nuevo año nos agarró a mi esposa y a mí, escuchando discos de rock: Creedence Clearwater Revival, Lynyrd Skynyrd, Bob Seger y Kid Rock. Mi casa era la única de mi barrio, en varias manzanas a la redonda, donde se escuchaba música.

A las doce de la noche, no hubo fuegos artificiales, bengalas, disparos al aire, gritos ni muñecones quemados. Apenas escuché felicitaciones en las casas vecinas. Si acaso, alguien -más por tradición que porque crea que se vaya a cumplir- lanzó un cubo de agua a la calle, “para que se lleve lo malo”.

La mayoría de las casas estaban apagadas. Fueron muchos los que se acostaron temprano. Y sin cenar. O comieron lo poco y malo que pudieron conseguir.

En mi casa, que hubiese música, como casi siempre la hay, no significó que estuviésemos alegres. Si pudimos cenar, muy modestamente, fue gracias a un paquete de comida que un amigo pagó a precio abusivo a Katapulk. Arroz, frijoles negros, tomates y unos trocitos de carne de puerco. Nada de turrones, sidra, uvas ni manzanas. Ni siquiera conseguimos yuca, no había. Pero de cualquier modo, en estas circunstancias, fue un banquete que muchos envidiarían.

Me cuentan que en otros barrios de La Habana, en la Noche Vieja, hubo tanta apatía, tristeza y desolación como en el mío. Fueron muy pocos los cubanos que pudieron celebrar. No había qué celebrar ni con qué. Los ánimos no estaban para fiesta con tanta miseria y familias desgarradas por la emigración.

Todos sabemos que nuestras condiciones de vida serán aún más miserables con el paquetazo de medidas económicas de choque que anunciaron los mandamases. Dicen que pretenden detener la inflación y arreglar el desbarajuste que provocaron con el reordenamiento económico, pero nadie entiende ni cree posible que lo logren encareciéndolo todo más de lo que está.

Los cubanos iniciamos otro año, el número 65 de la dictadura, a merced de unos ineptos mandamases egoístamente aferrados al poder, que se niegan a dar su brazo a torcer y que en vez de emprender las reformas que necesita desesperadamente el país, siguen con sus políticas absurdas, incongruentes, repitiendo una y otra vez las mismas fallidas fórmulas y chapoteando en sus errores y disparates.

Indudablemente este fue el fin de año más triste que hemos vivido los cubanos. Ojala que los mandamases hayan tomado nota e interpretado que el silencio y la apatía generalizada de esta Noche Vieja fue el mayor gesto de repudio contra su régimen, la mayor protesta masiva que han tenido que soportar. Y lo peor para ellos: sin poder reprimir a palos ni encarcelar a los que protestan.

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El más triste fin de año que hemos tenido los cubanos

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04.01.2024

El arribo del nuevo año nos agarró a mi esposa y a mí, escuchando discos de rock: Creedence Clearwater Revival, Lynyrd Skynyrd, Bob Seger y Kid Rock. Mi casa era la única de mi barrio, en varias manzanas a la redonda, donde se escuchaba música.

A las doce de la noche, no hubo fuegos artificiales, bengalas, disparos al aire, gritos ni muñecones quemados. Apenas escuché felicitaciones en las casas vecinas. Si acaso, alguien -más por tradición que porque crea que se vaya a cumplir- lanzó un cubo de agua a la calle, “para que se lleve lo malo”.

La mayoría de las casas estaban apagadas. Fueron muchos los que se acostaron temprano. Y sin cenar. O comieron lo poco y malo que pudieron conseguir.

En mi casa, que hubiese........

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