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Alejandro García Caturla y el reposo de la vida

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20.11.2025

Cada año, se va hasta la última morada del músico heroico de Remedios. En la necrópolis de la ciudad, los que hoy estudian su obra realizan los homenajes, tocan sus piezas y recuerdan la rebelión del joven contra una sociedad plagada de prejuicios. Alejandro García Caturla compuso con un sentido de la transgresión que rompía los cánones. En su casa, a altas horas, solía sentarse al piano y estarse allí, como si un espíritu le hablara de otros mundos posibles. Aquel que fuera alumno de Nadia Boulanger en París y que conociera a los surrealistas —a Stravinski— y fuera por las calles europeas como reeditando los logros de la humanidad y del arte; llevaba años como abogado en Remedios y había jurado luchar contra las lacras, ser fiel a la recién aprobada Constitución y transformar en luz la hipocresía de su tiempo.

¿Fue aquello una reclusión en la villa del espíritu libre, del genio? Caturla, en cartas a sus amigos, hablaba de su anhelo por irse a la capital, donde estaban los brillos de la cultura, los conciertos, los sucesos. Esa cotidianidad de las artes que él reseñara en espacios de crítica especializada y que es parte de un periodismo aún poco visto, poco estudiado. Caturla tuvo —genio al fin— madera de cronista, de novelista, de poeta; pero sus aportaciones en el campo de la composición musical apocaron toda otra vertiente de su vida. Allí, el artista no solo trituró lo que él consideraba apolillado, lleno del moho burgués; sino que nos legó un entendimiento otro. Pareciera que su posicionamiento en el Derecho —justo, amante de los equilibrios y del bien— tuviera un correlato luciferino, oscuro, brutal en el pentagrama.

Un viaje por la vivienda familiar nos muestra ese submundo de lo primigenio que diera lugar a los impulsos primarios del niño, que creció entre los balaustres de la ventana,........

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