Al poco de asumir el mando del Banco de España, y después de sus primeros pronunciamientos públicos sobre la política económica del Gobierno, en la biblioteca cercana al despacho de Pablo Hernández de Cos alguien le dio este consejo:

—Pablo, no te conviertas en Mafo.

El nombre de Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Mafo, había quedado asociado a un mandato (2006-2012) excesivamente centrado en el escrutinio de la estrategia del Ejecutivo, con especial énfasis en la reforma laboral o el futuro de las pensiones, mientras el derrumbe financiero se iba labrando sin que nadie –o casi nadie– se percatara, tampoco los habitantes de Alcalá 48, noble sede del organismo.

El fin del mandato de De Cos en el Banco de España, que tuvo lugar el pasado lunes, invita a reflexionar sobre cuál es el enfoque más adecuado del papel de gobernador, en qué deben incidir sus discursos, sus informes y sus recursos, cómo debe vehicular ese papel de asesor de los gobiernos que, a diferencia de la Reserva Federal o el Banco Central Europeo, sí tiene asignado. Es un asunto controvertido.

“Sorprende la cantidad de documentos y previsiones que el Banco de España emite sobre la economía española (tan certeras como las de la mayoría de analistas) y la cantidad de recomendaciones de política económica que no son de su competencia”, señalaba recientemente el economista Carlos Arenillas, exvicepresidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), en CincoDías. A su juicio, el organismo debería “mejorar su informe anual y los de estabilidad financiera, dando más importancia y transparencia a los temas que le competen”.

Es una crítica que algunos políticos y responsables de otros organismos también plantean sotto voce. La misión del Banco de España se define formalmente con estas palabras: “Conseguir la estabilidad de los precios y la estabilidad financiera, favoreciendo con ello el crecimiento económico estable. Además, contribuye con su análisis a la formulación de otras políticas económicas”. Este segundo aspecto cristaliza en la función de “asesorar al Gobierno, así como realizar los informes y estudios que resulten procedentes”.

En la práctica, el poder efectivo del banco ha menguado. Desde 2014, a raíz de la gran crisis, el BCE asumió la competencia para la supervisión directa de las entidades significativas de crédito de la zona euro a través del Mecanismo Único de Supervisión (MUS). Y el poder en política monetaria se ejerce a través de un voto entre 27 en Fráncfort. Luis Ángel Rojo (1992-2000) fue el último gobernador con todas las competencias; Jaime Caruana (gobernador durante la formación de la burbuja, 2000-2006) vivió la llegada de la moneda común, y Fernández Ordóñez despidió la supervisión bancaria de la gran banca en el desastre.

Es justo preguntar a Mafo sobre eso de ser Mafo. “Yo no vi venir esas crisis como ningún banquero central la vio venir. Cuando la gente dice que el Banco de España no se tiene que meter en política económica, se equivoca, primero porque, si le quitas eso a un gobernador, prácticamente le dejas sin competencias; segundo, porque es una maquinaria de análisis muy buena al servicio del Gobierno”, señala el propio Fernández Ordóñez, consciente y dolido de que se le señale como antiejemplo.

¿Y cómo se asesora al Gobierno? ¿En público o en privado? ¿A priori? ¿A posteriori? ¿Cuánto tiempo y espacio debe ocupar cada pata de la misión del Banco? Si repasásemos uno a uno cada discurso de Pablo Hernández de Cos, probablemente nos encontraríamos con que ha dedicado cuidadosamente el mismo tiempo a la política monetaria y la estabilidad financiera que a la macroeconomía, pero con repercusión muy diferente. Una de sus espinas clavadas es precisamente que cualquier comentario suyo sobre los ERTE corría como la pólvora, y las consideraciones sobre la actividad financiera se diluían, salvo que tocasen asuntos calientes como el tan traído y llevado impuesto a la banca. Es algo que, en parte, también pagó Fernández Ordóñez; la cuestión es si necesariamente se debe dedicar el mismo tiempo a unos y otros asuntos.

El valor de la contribución de De Cos a la reflexión económica nacional y la voz y consideración que el Banco ha logrado en Fráncfort gracias a él resultan indiscutibles, como también la humildad y moderación con la que ha trasladado la crítica; son cualidades imprescindibles para marcar la diferencia entre la institución y un think tank cualquiera. Y de los bancos se ha despedido Hernández de Cos elevando los requisitos de capital y alertando sobre la concentración bancaria en España al preguntarle explícitamente por la opa hostil de BBVA a Sabadell. También ha advertido del efecto que el reducido número de entidades estaba causando en la pobre política de remuneración del ahorro.

Hay un consenso político en torno al buen trabajo que ha hecho la institución. Los que han participado de ello destacan cómo ha abierto el diálogo y ha hecho más participativo el proceso de elaboración de informes. De su labor en materia financiera da buena cuenta el hecho de que Christine Lagarde le haya pedido que presida el comité técnico consultivo de la Junta Europea de Riesgos Sistémicos (JERS) del BCE. Pero el entendimiento con el Gobierno no siempre ha sido fácil, sobre todo con la exvicepresidenta económica Nadia Calviño, a la que en el banco hubiesen querido más permeable. Y aparecer como ministrable de Feijóo con tanta intensidad le causó cierta incomodidad.

Como decía un miembro del Banco de España hace poco: “Ser neutral no implica no ser opinativo, unas veces pisas un callo y otras, otro”. Lo que le ha pasado a De Cos es que, como dice la maldición de los banqueros centrales, ha vivido tiempos interesantes. Esto, en realidad, es un tópico, porque todos viven esos tiempos interesantes, lo que ocurre es que a veces se sabe después.

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La espina clavada de Pablo Hernández de Cos

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14.06.2024

Al poco de asumir el mando del Banco de España, y después de sus primeros pronunciamientos públicos sobre la política económica del Gobierno, en la biblioteca cercana al despacho de Pablo Hernández de Cos alguien le dio este consejo:

—Pablo, no te conviertas en Mafo.

El nombre de Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Mafo, había quedado asociado a un mandato (2006-2012) excesivamente centrado en el escrutinio de la estrategia del Ejecutivo, con especial énfasis en la reforma laboral o el futuro de las pensiones, mientras el derrumbe financiero se iba labrando sin que nadie –o casi nadie– se percatara, tampoco los habitantes de Alcalá 48, noble sede del organismo.

El fin del mandato de De Cos en el Banco de España, que tuvo lugar el pasado lunes, invita a reflexionar sobre cuál es el enfoque más adecuado del papel de gobernador, en qué deben incidir sus discursos, sus informes y sus recursos, cómo debe vehicular ese papel de asesor de los gobiernos que, a diferencia de la Reserva Federal o el Banco Central Europeo, sí tiene asignado. Es un asunto controvertido.

“Sorprende la cantidad de documentos y previsiones que el Banco de España emite sobre la economía española (tan certeras como las de la mayoría de analistas) y la cantidad de recomendaciones de política económica que no son de su competencia”, señalaba recientemente el economista Carlos Arenillas, exvicepresidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), en CincoDías. A su juicio, el organismo debería “mejorar........

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