A partir de la idea de varios camaradas de iniciar un debate sobre un programa para la transformación social, voy a enumerar algunas reflexiones.

Yo estuve 11 años en el partido Bandera Roja. Entre 1977 y 1988. Incluyendo unos meses en el Frente Américo Silva y seis años en la clandestinidad. Al renunciar a BR en enero de 1988, y salir de la clandestinidad, tuve acceso a literatura marxista que nunca antes había podido conocer, debido a las limitaciones propias de la clandestinidad.

Uno de los aspectos centrales en los cuales concluí, fue en lo que Marx llamó "reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil", como base programática principal del cambio socialista.

Eso implica que la esfera de la política, que en la sociedad burguesa está monopolizada por los políticos profesionales (partidos políticos burgueses), se democratiza para que toda la ciudadanía participe cotidianamente en las decisiones políticas de la sociedad.

Marx identificó esa reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil, con la Comuna de París. Donde ya no había políticos profesionales sino delegados de las comunidades obreras, revocables en todo momento, sujetos al mandato de sus electores y obligados a rendir cuentas públicamente de su cargo de representación.

Este concepto de Marx sobre la sociedad socialista es completamente antagónico con el concepto de partido que años después teorizó Lenin, en el cual se consagra el papel de los políticos profesionales ("revolucionarios profesionales"), en sustitución del poder de los obreros en comunas, consejos, soviets.

Rosa Luxemburgo criticó con fuerza ese modelo leninista de partido, criticó la "profesionalización" de los dirigentes obreros, y defendió que la lucha obrera debía ser discutida y decidida por los mismos obreros al calor de las huelgas, no por los "revolucionarios profesionales" de Lenin encerrados en un cuarto al margen de la realidad en las fábricas.

Marx ya había cuestionado ese principio burgués de representación que utilizó Lenin en su teoría del partido, cuando criticó a Berstein que planteaba que los obreros no tenían capacidad para ser diputados en el parlamento por su trabajo y su escasa formación intelectual, y que la representación parlamentaria del partido debían ser los intelectuales con "formación teórica" y que no tuvieran que trabajar en las fábricas. Marx destrozó ese argumento de Berstein, recordando uno de las premisas de la 1ra Internacional, la liberación de la clase obrera será obra de la propia clase obrera, la cual nunca debe delegar su poder en intelectuales de la clase burguesa.

La liberación de la clase obrera sería obra de la propia clase obrera. Así nació la primera Asociación Internacional de Trabajadores, en 1864. Esa premisa constituyente del marxismo fue dejada de lado posteriormente por los revolucionarios bolcheviques, siendo sustituida por la propuesta leninista de construir un partido de revolucionarios profesionales, que en su mayoría provenían de clases medias y altas de la población, y que estaba destinado a dirigir tanto la lucha por alcanzar el poder político como el proceso posterior de construcción de una sociedad socialista.

Esta cuestión considero ha sido la causa de todos los fracasos de los intentos socialistas del siglo XX y lo que va del XXI. El modelo leninista despojó a la clase obrera, y al pueblo en general, del poder de decisión sobre la revolución, antes y después de la toma del poder, y lo enajenó en los "partidos de vanguardia", que terminaron en elites corrompidas que se aburguesaron y acabaron con todo el programa socialista original.

De esa premisa ha partido mi actuación política en los últimos 36 años. Mi participación en el Proyecto Nuestra América (Desobediencia Popular), con quienes compartía esta reflexión crítica sobre el marxismo, presenció, desde fines de los 80, el surgimiento de los movimientos sociales como protagonistas de la lucha de clases en Latinoamérica y en todo el mundo. La ampliación de la lucha de clases en América Latina a partir de la década de los ochenta, fortaleció a la democracia participativa o democracia de la calle como el paradigma político-organizativo enarbolado por los movimientos sociales, que enfrentaban en toda Latinoamérica los paquetes económicos neoliberales impuestos por el Fondo Monetario Internacional.

En agosto de 1988, unos meses antes del estallido social del Caracazo, el colectivo venezolano "Desobediencia Popular" postulaba la Democracia de la Calle como "la necesidad de gestar un hombre, una clase, un pueblo, verdaderamente participativo y crítico…que pugna por ejercitar a los sectores populares en el papel de protagonistas fundamentales de la hora actual y de los tiempos subsiguientes, no como respuesta a la crisis política vigente, sino más bien como superación del orden que alimenta y estimula la misma" (Cuadernos para el Debate, 1988: 74).

Al cuestionar la llamada "partidocracia" (hegemonía de los partidos políticos) los nuevos movimientos sociales postularon la democracia de la calle (Carlos Lanz Rodríguez: Propuesta de Nueva Cultura Política. Para una crítica de la partidocracia, 1998). Sometiendo a la crítica las concepciones tradicionales de la izquierda, donde predominaban postulados burocrático-paternalistas vinculados a la división social del trabajo (separación de las tareas intelectuales y manuales, contradicción teoría-práctica, divorcio sujeto-objeto, etc.), se confrontaba con el monopolio y la jerarquía del saber propio de las vanguardias autoproclamadas, con conceptos como "el partido educa a las masas", con el verticalismo, las órdenes inapelables, el control de la opinión, la distorsión comunicativa, la centralización en lo organizativo.

Los movimientos sociales enarbolaron una Nueva Cultura Política, centrada en el combate a la enajenación de los activistas, realizando propuestas que evitaran la concentración del poder de decisión en pocas manos. Al reivindicar que "todos somos políticos", los movimientos sociales criticaron a la partidización y el estatismo que sustituían el interés general por el interés particular, que confundía partidismo con política y despolitizaba a la sociedad civil. Estos movimientos sociales apuntaron a redefinir la política con nuevas estrategias participativas, que impidiera que los asuntos públicos siguieran estando en manos de burócratas y cogollos partidistas que monopolizaban el poder. Buscaban convertir a la política en una práctica digna y pertinente para la comunidad organizada.

Esa democracia de la calle reivindicó la herencia histórica de la democracia obrera: elección directa de todos los cargos; rendición de cuenta; revocatoria del mandato. Y las nuevas demandas de una política antiburocrática: rotación de los cargos; someter a consulta (referéndum) los temas fundamentales de la acción ejecutiva; delegación funcional del mandato; libre juego de las ideas; democracia deliberativa amplia; democracia del saber. Con base en estos principios de organización se buscaba el control sobre la delegación del poder y salvaguardar la soberanía política del pueblo (Lanz Rodríguez, 1998).

Algunos de estos principios de la democracia de la calle, como el referéndum popular, la revocatoria del mandato y la rotación en los cargos, fueron recogidos en artículos de la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela aprobada en 1999 (artículos 70 al 74, 95). Pero las formas de representación política asumidas por las nuevas constituciones surgidas de los procesos constituyentes en Venezuela, Ecuador y Bolivia continuaron mediadas por los partidos políticos, dándole continuidad en este aspecto a la vieja representatividad partidista de las democracias liberales occidentales.

La democracia participativa, implica la desaparición de la "política" como una esfera para la actuación de especialistas (desaparición de los políticos profesionales), lo que Marx llamó la "reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil"; lo cual involucra regresar la política a los ciudadanos, incluye el convertir a la política en asunto de toda la sociedad, una sociedad politizada y no sólo de "especialistas". A partir del concepto muy conocido de que toda especialización puede esconder un mecanismo de dominación. Esto no se opone a la existencia de partidos (pueden existir múltiples partidos como expresión de las múltiples propuestas ideológicas sobre la sociedad), sino a que los partidos ejerzan la "representación" de la sociedad, mediante la profesionalización de la política. La democracia participativa implica que un carpintero, con 30 años trabajando como carpintero, pueda ser electo como diputado, como alcalde, como presidente, sin ser "político profesional", y que después de haber ejercido esa "representación" (diputado, alcalde, presidente), pueda regresar tranquilamente a seguir trabajando como carpintero.

La democracia participativa y protagónica constituyó un programa revolucionario distanciado completamente del modelo leninista-estalinista predominante en la izquierda mundial, que parte de considerar la "necesidad" de un partido de vanguardia, para "dirigir" un proceso de transformación social. La democracia de la calle se concibe como la acción organizada de los ciudadanos para asumir el poder político como "vanguardia colectiva", sin jefes autoproclamados y sin dirigentes eternos.

En Venezuela hubo una enconada lucha social que desarrolló el pueblo durante unos quince años, que culminó con el proceso constituyente convocado por el presidente Chávez en 1999 y que permitió la aprobación del marco legal constitucional que hoy defendemos, y que, lamentablemente, ha quedado como letra muerta por la acción de facto del gobierno de Maduro.

Como bien dijo en 1990 mi amigo Roland Denis:

"En el 27 de febrero hubo un aprendizaje colectivo, que se hizo espontáneamente, que se hizo sin la conducción de nadie, que le probó a todos los malditos que siempre le han querido ponerle jefes a la gente, que es posible que la gente aprenda por sí misma, y que más que jefes lo que la gente necesita son grandes orientadores, grandes maestros que no solamente enseñen, sino aprendan…".

Roland Denis. Dirigente de Desobediencia Popular y editor de la Revista Cuadernos para el Debate. Documental "Venezuela 27 de febrero, de la concertación al desconcierto". 1990.

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Marx, el poder del pueblo y la centralización leninista

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14.02.2024

A partir de la idea de varios camaradas de iniciar un debate sobre un programa para la transformación social, voy a enumerar algunas reflexiones.

Yo estuve 11 años en el partido Bandera Roja. Entre 1977 y 1988. Incluyendo unos meses en el Frente Américo Silva y seis años en la clandestinidad. Al renunciar a BR en enero de 1988, y salir de la clandestinidad, tuve acceso a literatura marxista que nunca antes había podido conocer, debido a las limitaciones propias de la clandestinidad.

Uno de los aspectos centrales en los cuales concluí, fue en lo que Marx llamó "reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil", como base programática principal del cambio socialista.

Eso implica que la esfera de la política, que en la sociedad burguesa está monopolizada por los políticos profesionales (partidos políticos burgueses), se democratiza para que toda la ciudadanía participe cotidianamente en las decisiones políticas de la sociedad.

Marx identificó esa reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil, con la Comuna de París. Donde ya no había políticos profesionales sino delegados de las comunidades obreras, revocables en todo momento, sujetos al mandato de sus electores y obligados a rendir cuentas públicamente de su cargo de representación.

Este concepto de Marx sobre la sociedad socialista es completamente antagónico con el concepto de partido que años después teorizó Lenin, en el cual se consagra el papel de los políticos profesionales ("revolucionarios profesionales"), en sustitución del poder de los obreros en comunas, consejos, soviets.

Rosa Luxemburgo criticó con fuerza ese modelo leninista de partido, criticó la "profesionalización" de los dirigentes obreros, y defendió que la lucha obrera debía ser discutida y decidida por los mismos obreros al calor de las huelgas, no por los "revolucionarios profesionales" de Lenin encerrados en un cuarto al margen de la realidad en las fábricas.

Marx ya había cuestionado ese principio burgués de representación que utilizó Lenin en su teoría del partido, cuando criticó a Berstein que planteaba que los obreros no tenían capacidad para ser diputados en el parlamento por su trabajo y su escasa formación intelectual, y que la representación parlamentaria del partido debían ser los intelectuales con "formación teórica" y que no tuvieran que trabajar en las fábricas. Marx destrozó ese argumento de Berstein, recordando uno de las premisas de la 1ra Internacional, la liberación de la clase obrera será obra de la propia clase obrera, la cual nunca debe delegar su poder en........

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