El fútbol ya no es del pueblo”: la FIFA World Cup y el sabotaje de las identidades populares
La mercantilización creciente y la elitización del consumo hacen del fútbol una empresa/espectáculo global al alcance de acotadas y privilegiadas audiencias. Su esencia actual radica en reproducir los mecanismos de exclusión social y desigualdad propios del capitalismo. La constante tanto en ligas y torneos nacionales como en eventos y campeonatos internacionales es la marginación y gentrificación del pueblo, su expulsión de las gradas y del televisor y las plataformas streaming. De tal modo que el carácter extractivo del fútbol se impone a la pasión de la afición y al sentido de comunidad que pudiese gestarse a partir del arraigo y de las identidades deportivas y los rituales en torno al terreno de juego. El aficionado popular es suplantado por una élite ejecutiva o por el turista VIP de amplio poder adquisitivo que no comulga con las hinchadas, sino con la pose o el postureo, la selfie y los servicios exclusivos en los palcos. De la pasión y los cánticos desbordados, se transita aceleradamente a una mercancía audiovisual premium adosada en un recuerdo efímero.
El estadio y la pantalla son raptados por la racionalidad del shopping center, al tiempo que el vecindario, el barrio y hasta la bandera son suplantados por el éxito financiero de la corporación global. Esta involución del deporte rey no tuvo resistencia alguna: el mismo aficionado claudicó ante el carácter seductor del marketing y la tecnocratización de la gestión del fútbol/espectáculo/negocio. La modernización de los estadios es directamente proporcional al despojo del aficionado respecto a la grada, e inversamente proporcional al carácter democrático del espacio e identidad que antaño compartieron al unísono con los opulentos y desposeídos. De ahí que el fútbol condense las asimetrías y la estratificación de las sociedades contemporáneas, y las radicalice por el carácter selectivo de su mercantilización. La exclusión no solo es socioeconómica, sino también cultural y simbólica. El despojo es también identitario al ser saboteado el sentido de pertenencia a un club y al privilegiarse la asistencia de un turista que no siente la pasión ni los colores de la camiseta. Las emociones y la pasión se supeditan al servicio de catering en el palco y al streaming privatizador de las transmisiones. El algoritmo guía el acceso exclusivo; en tanto que la identidad local/regional se disuelve en medio de la parafernalia y de la distancia entre el futbolista y el aficionado. La globalización de eventos como la Copa Mundial de la FIFA, la UEFA Champions League, el Mundial de........





















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